Emma Bennett
Camino por los pasillos desiertos del instituto, mis pasos resuenan en el suelo de linóleo mientras observo las aulas vacías a ambos lados.
Las clases han terminado hace rato, y el silencio que queda es casi sepulcral.
Lucas me ha enviado un mensaje diciendo que esta en la oficina del director junto a Aiden, y ahora no puedo sacudirme la sensación de que algo no estaba bien.
Cuando llego a la puerta de la oficina, toco suavemente y esta se abre de inmediato.
Aiden esta de pie frente a mí, su postura rígida, con los brazos cruzados sobre el pecho, mientras que Lucas esta sentado en una de las sillas, como un volcán a punto de estallar.
Su mandíbula esta tensa, y sus ojos, fijos en el ventanal detrás del director, arden con un enfado que nunca antes había visto en alguien.
Me siento rápidamente, notando la tensión en la habitación.
Lucas no aparta la mirada de la ventana, sus nudillos blancos de tanto apretar los puños sobre sus rodillas.
Es como si la ira estuviera burbujeando bajo la superficie, lista para explotar en cualquier momento.
Jamás pensé que podría enfadarse a ese nivel.
Menos cuando está casi todo el tiempo haciendo bromas sarcásticas y bromeando.
—¿Qué está pasando? —pregunto, rompiendo el silencio que me envuelve como una manta pesada.
Pero nadie responde.
El director es el primero en hablar, rompiendo su propio silencio con una disculpa.
—Lamento mucho lo que ocurrió en los vestuarios el mes pasado, Emma —dice, su voz baja.
Lucas se tensa completamente a mi lado.
Mis ojos se disparan hacia Aiden, quien sigue tan serio como una estatua, parece que lleva una máscara en el rostro que no deja saber qur es lo qur piensa o siente.
Antes de que pueda procesar lo que esta diciendo el director, Lucas se levanta como un resorte, haciendo que la silla se caiga al suelo con un ruido sordo que hace que mi corazón de un vuelco.
Lo miro, sorprendida, y veo cómo estampa las palmas de sus manos sobre la mesa del director, su furia finalmente estallando.
—¿Cómo es posible que permitiera algo así? —gruñe entre dientes, su voz cargada de veneno.
El director se mantiene sorprendentemente tranquilo, como si no se tratara de la primera vez que algo como esto pasa.
—Todos ellos estarán expulsados durante las próximas dos semanas, además de que serán cambiados de aula. No compartirán ninguna clase más contigo ni con ninguno de los otros dos —responde el director con una calma casi exasperante.
Pero Lucas no esta satisfecho.
—¡Eso no es suficiente!— su grito retumba en la pequeña oficina.
El director suspira, como si se esperara esa respuesta.
—Lo sé, pero las familias de esos alumnos son poderosas. No puedo hacer más que esto.
Lucas resopló molesto, su mirada ardiendo en la del director.
Puedo sentir cómo la ira se expande por la habitación, volviéndola casi irrespirable.
Intercambio una mirada con el director, que parece casi derrotado, y luego miro a Aiden, furiosa por haber roto su pacto conmigo.
—Lucas, cálmate —digo, tratando de hacer que vuelva a sentarse.
Pero Lucas se gira hacia mí, sus ojos me miran con enfado y algo de culpa.
—No lo voy a hacer, Emma— declara— Si antes no pude defenderte porque estaba lejos, a partir de ahora las cosas van a cambiar —lo dice con tanta firmeza que no dejaba lugar a discusión.
Me quedo en silencio, intentando procesar lo que acaba de decir.
Se que Lucas podía tener una vena protectora, pero esto va más allá de lo que he visto nunca.
Lo que no entiendo es por qué Aiden sigue ahí, cruzado de brazos y sin decir una palabra, como si todo esto fuera un simple trámite.
—Y tú, ¿qué tienes que decir? —le suelto en su dirección.
Mi pasiencia está agotándose con el.
Él me mira, finalmente rompiendo su silencio.
—No es cuestión de lo que yo diga, Emma. Lucas tiene razón. Algo así no va a volver a suceder.
Lucas asiente, algo satisfecho con el respaldo de Aiden.
Se da media vuelta y se dirige hacia la salida, siento cómo la tensión en la habitación aumenta con cada paso que da.
Cuando abre la puerta, se queda parado apenas unos segundos, mirando fijamente el pasillo vacío.
Esta esperando algo, o tal vez reconsiderando sus palabras.
Pero entonces, se voltea hacia el director, su voz cortante como un cuchillo.
—Si usted no va a hacer nada, lo haré yo.
Y antes de que el director pueda responder, Lucas cierra la puerta de un portazo que resuena en toda la oficina, dejándome sumida en el silencio.
Me dejo caer sobre la silla, pasándome las manos por la cara, tratando de ahuyentar la frustración que me quemaba por dentro.
Cuando finalmente levanto la mirada, veo al director, quien negaba lentamente con la cabeza.
—Lo siento por el comportamiento de Lucas —digo, en un intento de suavizar la situación.
Aiden, que ha permanecido en silencio todo este tiempo, suelta una risa baja, casi burlona.
—No te disculpes por él, Emma. Él sabe exactamente lo que hace —me interrumpe, su tono molesto.
Lo miro furiosa, pero antes de que pueda decirle algo, el director interviene, con un tono más amable.
—No tienes que disculparte. De hecho, me alegra ver que hay alguien más aparte de mi se preocupa por ti después de tantos meses.
Le sonrio, aunque sea un pequeño gesto.
Am os sabemos que mis días en este instituto han sido una tormenta de emociones, y es un alivio saber que alguien, aparte de el, notaba lo que pasaba.
Me levanto, despidiéndome del director antes de salir de la oficina, seguida de Aiden.
No tardamos mucho en escuchar los gritos de Lucas resonando desde la entrada del instituto.
Al llegar, lo encuentro con el teléfono pegado a la oreja, su rostro rojo de furia mientras vociferaba a alguien al otro lado de la línea.