Reina del caos

14

Emma Bennett

Estoy en una de las cafeterías del centro de Chicago, admirando la vitrina llena de dulces.

Hay una selección impresionante, y el aspecto es tan bueno que me cuesta decidirme.

Finalmente, escojo un par de pastelillos que parecen estar rellenos de algo delicioso y, con la bolsa en la mano, me dirijo hacia la puerta.

Lucas y Aiden están fuera, hablando en voz baja, discutiendo algo que no alcanzo a escuchar ni entender.

Cuando salgo de la cafetería, estoy a solo un par de pasos de ellos cuando escucho que alguien dice mi nombre.

—¡Emma! —dice una voz, llena de sorpresa y alegría—. ¡No puedo creer que seas tu!

Me detengo en seco y noto cómo Aiden y Lucas se giran al instante, ambos mirando en la dirección de la voz.

Lucas se tensa, y su expresión se oscurece con confusión.

Me doy la vuelta y, para mi sorpresa, veo a tres personas que nunca esperé encontrar aquí.

—¿Blake? ¿Jake? ¿Lily? —digo, sin creerme a quienes veo.

Sin pensarlo dos veces, dejo la bolsa de los dulces sobre una de las mesas cercanas y corro hacia Lily, que se ríe mientras me envuelve en un abrazo cálido.

De inmediato, siento dos pares de brazos más rodeándome.

Cuando nos separamos, no puedo evitar saltar sobre Blake, que me levanta del suelo con una carcajada.

—¡Todavía no puedo creerlo! —exclamo cuando me baja al suelo.

Jake, siempre el más bromista, pasa su brazo por mis hombros y me revuelve el pelo con una sonrisa burlona.

—Y nosotros que pensábamos que nos habíamos librado de ti —dice, divertido.

—¿Qué están haciendo aquí? —les pregunto, todavía confundida por la coincidencia.

—Trabajo —responde Lily, poniendo los ojos en blanco como si la palabra misma la aburriera.

—¡Ja! —me río, observando la cara de fastidio de Lily antes de girarme hacia Lucas y Aiden.

Ambos los miran con una desconfianza palpable, como si estos tres fueran una amenaza más.

Miro a Lucas con un gesto de regaño, pero él solo levanta una ceja, ofendido, como si la idea de que confíe en alguien más lo perturbara.

—Chicos, estos son tres de mis antiguos amigos del barrio. Hemos sido vecinos durante más de diez años —les explico a Lucas y Aiden, esperando que se relajen un poco.

—Vecina y también intrusa en nuestras casas, ¿verdad, Em? —añade Blake con una sonrisa traviesa.

Le doy un manotazo en el hombro, y él levanta las manos en son de paz, fingiendo dolor.

—¡Qué exagerado eres! —le replico, riendo.

Justo en ese momento, el teléfono de Jake comienza a sonar.

Mira la pantalla y luego a nosotros con una mueca de resignación.

—Tenemos que irnos ya.

Lily me mira con pena, sus ojos reflejan un sentimiento genuino.

—Quería hablar más contigo, Em…

Le sonrío con comprensión y le pongo una mano en el brazo.

—Pueden pasar por mi casa cuando quieran.

Lily asiente, sonriendo, y me abraza fuerte.

—Te he echado de menos —susurra antes de que Blake la arrastre suavemente, riéndose mientras se despiden con la mano.

Me quedo mirándolos mientras se alejan, una mezcla de nostalgia y alegría burbujeando en mi pecho.

—Vaya, qué sorpresa —murmuro para mí misma.

Lucas y Aiden se acercan, todavía con una pizca de sospecha en sus miradas.

—¿Qué? —les digo, levantando una ceja—. ¿No se supone que los líderes de mafias deben saber relajarse de vez en cuando?

Aiden sonríe de medio lado, con esa expresión que siempre parece esconder algo, mientras Lucas simplemente sacude la cabeza, claramente sin palabras para replicar.

Caminamos hacia el coche, con Lucas a mi lado y Aiden siguiéndonos en silencio un par de pasos detrás.

La atmósfera está extrañamente calmada, casi demasiado, y la sensación de que algo está molestando a Lucas me hace girar la cabeza hacia él.

—¿Qué te ocurre? —le pregunto, tanteando el terreno.

Ya tengo la sospecha de que su silencio tiene que ver con mis amigos de hace un momento.

Lucas se detiene un segundo antes de mirarme, su expresión mezcla de molestia y algo más que no logro descifrar del todo.

—Nada —dice, pero su tono no me convence en lo más mínimo.

Levanto una ceja, dejándole claro que no me trago su respuesta tan fácilmente.

—Si es por mis amigos... —empiezo a decir, pero él me corta antes de que termine.

—No es solo eso —responde, exasperado—. Es que no puedo comprender cómo tenías amigos así y no nos habíamos enterado, ni siquiera los habíamos visto antes.

Ruedo los ojos, sabiendo que suena ridículo y exagerado, pero al mismo tiempo entendiendo de dónde viene su frustración.

—Se fueron hace tres años a Londres —le explico—. Heredaron una empresa de uno de sus abuelos y desde entonces apenas han venido a Chicago.

Me pongo un poco triste al decirlo.

La verdad es que de niña estaba tan apegada a ellos que llegué a considerarlos mis hermanos.

Aparentemente, Lucas lo nota porque de inmediato pasa un brazo sobre mis hombros, dándome un apretón que, aunque no diga nada, me agrada.

—No sabía que estaban en la ciudad —continúo—. Normalmente pasan a visitarme cuando terminan con sus cosas de trabajo.

Llegamos al coche, y Lucas se detiene junto a la puerta, mirándome con un gesto resignado.

—Entonces, ¿voy a tener que aguantarlos en casa? —pregunta, como si ya estuviera preparándose mentalmente para el caos que podrían traer.

Asiento con una sonrisa, solo de pensarlo me da un poco de emoción.

Sé que para Lucas es más un tormento, pero para mí... es como tener un pedazo de mi pasado de vuelta, aunque sea por poco tiempo.

Lucas suspira pesadamente.

—¿Durante cuánto tiempo? —pregunta, sonando como si estuviera haciendo una gran concesión.

Lo miro mal, medio en broma, medio en serio.

—Normalmente es solo uno o dos días —respondo, tratando de no sonar demasiado alegre.




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