Emma Bennett.
Estoy en la habitación que Aiden mandó preparar para mí, pero a pesar de la comodidad que desprende, no logro sentirme del todo a gusto.
Es difícil concentrarse en algo con él rondando por la mansión, siempre acompañado de una nueva "invitada" cada día.
Estas chicas aparecen al amanecer como si fueran parte de un desfile interminable, cada una más irritante que la anterior.
He llegado al punto de que, para mantener la paz mental, he decidido no dirigirle la palabra en casi tres de los cinco días que llevo aquí.
Es un esfuerzo consciente para evitar que terminemos discutiendo.
Además me ahorro discutir, y además, así puedo evitar las ganas de arrojarle algo pesado a la cabeza.
Es que es casi imposible convivir con él y su constante desfile de conquistas.
Decidida a ocupar mi mente con algo útil, salgo de la habitación con el ordenador en mano, dirigiéndome a la cocina para poner en práctica alguna de esas recetas.
Necesito distraerme, y qué mejor manera que hornear brownies de chocolate.
La cocina es enorme, brillante y siempre impecable, una de las pocas cosas que realmente me gustan de la mansión.
Para mi sorpresa, cuando entro en la cocina, me encuentro con una mujer tomándose una taza de café.
Su cabello rubio platino parece una peluca mal peinada, y la cantidad de maquillaje en su rostro es suficiente como para cubrir a dos personas más.
Va vestida con un conjunto diminuto, que parece más adecuado para una salida nocturna que para una tarde en una cocina ajena.
La mujer está con la mirada clavada en su teléfono, completamente absorta.
Normalmente, estas chicas desaparecen antes de que Aiden y yo bajemos para el desayuno, así que encontrarme a una en la cocina a esta hora es extraño, por no decir molesto.
Siento su mirada pesada sobre mí, pero la ignoro, centrándome en lo mío.
Sin embargo, no pasa mucho tiempo antes de que abra la boca.
—¿Tú eres Emma? —dice con un tono despectivo que parece implicar que me esta haciendo un favor al hablarme.
Levanto una ceja, medio asombrada de que sepa mi nombre pero asiento.
—Sí, soy yo —le respondo con la misma frialdad.
Ella sonríe, pero es una sonrisa sin vida, como si sonreír fuera un esfuerzo tremendo.
—He escuchado hablar de ti —dice, como si eso debiera intimidarme.
Me encojo de hombros y respondo sin pensar demasiado.
—Pues yo nunca he escuchado hablar de ti.
La mueca de desagrado en su rostro es instantánea.
La veo acercarse de manera amenazante, como si estuviera a punto de marcar territorio.
—No sabes con quién estás tratando —suelta, como si estuviera en una película de bajo presupuesto.
Respiro hondo, invocando la poca paciencia que me queda.
—Tampoco me importa.
Dicho esto, me doy la vuelta, ignorándola completamente.
Mi mente racionaliza que, seguramente, es alguna chica obsesionada con Aiden que cree que su noche fue especial.
Se le pasará pronto cuando se dé cuenta de lo estúpido que puede llegar a ser.
Pero antes de que pueda continuar, la mujer me voltea con fuerza, obligándome a enfrentarla de nuevo.
—¡No te atrevas a darme la espalda! —gruñe, con sus ojos encendidos de furia.
No retrocedo ni un centímetro.
En cambio, la enfrento con una expresión que sé que irrita a cualquiera.
—¿Y qué vas a hacer si lo hago? —le pregunto, claramente retándola.
La mujer levanta la mano, claramente con la intención de abofetearme.
Pero antes de que pueda hacerlo, la mano de Aiden aparece de la nada y le sujeta la muñeca con una fuerza que me sorprende.
No había notado su llegada, y verlo aquí, con el enfado en sus ojos, me deja momentáneamente en shock.
—¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa y cómo demonios entraste? —pregunta Aiden, su voz tan fría que podría haber congelado el aire entre nosotros.
La mujer, ahora claramente asustada, me señala con un dedo tembloroso.
—¿Y quién demonios es esta tipa? —sisea, pero su tono ya no tiene la misma arrogancia de antes.
—Eso no te importa. —La respuesta de Aiden es cortante y definitiva.
Sin perder tiempo, Aiden la toma del brazo y la arrastra hacia la puerta, sin más explicaciones.
No puedo evitar voltear los ojos mientras él la echa de la mansión con las maneras más toscas que he visto en él.
La mujer suelta un chillido de irritación cuando la empuja hacia la salida.
Cuando finalmente la puerta se cierra detrás de ella, el silencio cae pofin en la mansión.
Vuelvo a centrarme en mis brownies, pretendiendo que la interrupción no altere mi paz, aunque es evidente que ha dejado un rastro de incomodidad.
Siento la mirada de Aiden sobre mí, intensa como siempre.
No necesito voltear para saber que esta evaluando cada uno de mis movimientos.
—¿Qué? —pregunto sin apartar la vista de la masa de chocolate que estoy mezclando.
—No puedo dejarte sola ni un segundo sin que te metas en problemas, ¿verdad?
Le lanzo una mirada que intenta ser molesta, pero no puedo evitar sentir un ligero calor en mis mejillas.
—Quizá sea porque hay un idiota que sigue trayendo problemas a esta casa —le respondo con una leve sonrisa sarcástica, antes de concentrarme en preparar los ingredientes para los brownies.
Aiden solo voltea los ojos, pero por el rabillo del ojo, veo que la comisura de sus labios se curva ligeramente, pero lo disimula.
Cuando la masa ya esta lista la meto en el horno, consciente de la mirada fija de Aiden.
Parece que no tiene nada mejor que hacer que quedarse hay, observándome como si yo fuera algún tipo de espectáculo.
Al principio, intento ignorarlo, concentrándome en lo que hago, pero su presencia es demasiado imponente como para que pueda fingir que no esta allí.
Lo miro de reojo mientras comienzo a limpiar todo lo que he utilizado para preparar la masa.