Reina del caos

19

Emma Bennett

El sonido del agua corriendo y el olor a café recién hecho llena la cocina de la mansión a primera hora de la mañana.

Estoy apoyada en la encimera, intentando parecer distraída mientras Lucas prepara su desayuno.

Cada minuto que pasa siento una presión en el pecho.

Se que en cualquier momento Aiden bajara las escaleras, y lo último que quiero es cruzarme con él.

Desde el día en que me desmoroné en mi anterior casa, no puedo mirarlo a la cara sin sentir una mezcla de vergüenza y confusión.

Las imágenes de mi madre y yo paseando por el centro de Chicago han aparecido de la nada, y con ellas, esa ola de tristeza que me ha dejado hecha un desastre.

No se por qué reaccioné así con Aiden, y menos por qué me dejé llevar hasta el punto de perder el control.

Ni siquiera recuerdo cómo terminé regresando a la mansión.

Todo lo que quería en ese momento era desaparecer.

Cuando escucho los pasos de Aiden bajando las escaleras, mi corazón da un vuelco.

Tengo que salir de aquí antes de que me vea.

Con un rápido movimiento, tomo mi mochila y me escabullo hacia la puerta de la cocina, notando la mirada juzgadora de Lucas clavada en mi espalda.

—¿Dónde vas tan rápido? —pregunta, pero lo ignoro, apretando el paso.

Una vez en el coche, me dejo caer en el asiento del copiloto, soltando un suspiro de alivio.

Por un segundo, pienso que he logrado mi huida matutina con éxito.

Ahora solo falta que Lucas se de prisa y salgamos de aquí antes de que Aiden tenga la oportunidad de hacerme alguna pregunta incómoda, o peor, de mirarme con esos ojos que parecen ver a través de mí.

Lucas tarda más de lo que me gustaría, pero finalmente sale de la mansión y se sube al coche.

Sin embargo, en lugar de arrancar de inmediato, se queda un momento mirándome fijamente, como si intentara descifrar algo.

Sus ojos me taladran y la incomodidad se hace palpable.

—¿Qué? —le suelto, intentando sonar más casual de lo que me siento.

Lucas no responde de inmediato.

El coche arranca, y mientras nos dirigíamos al instituto, aún puedo sentir su mirada pegada a mí, como si estuviera esperando que diga algo.

Cuando finalmente llegamos, bajo del coche con más rapidez de la necesaria.

Lucas me sigue a un par de pasos de distancia.

No puedo aguantar más esta tensión.

—¿Qué te pasa? —le pregunto, tratando de mantener la voz firme, aunque siento que las palabras me tiemblan en la boca.

Lucas levanta una ceja, como si estuviera a punto de decir algo obvio.

—Estás rara desde que hemos salido de la mansión —responde, sin dejar de observarme.

Frunzo el ceño, tratando de parecer indignada, aunque una pequeña parte de mí sabe que no lo esta logrando del todo.

—Todo son imaginaciones tuyas —le replico, intentando sonar más segura de lo que me siento.

Lucas deja escapar una risa corta, que me hace sentir como si estuviera viendo a través de mi fachada.

—No creo que sean imaginaciones mías, Emma. Te conozco lo suficiente como para saber cuándo te pasa algo.

Suspiro, acelerando el paso, como si caminar más rápido pudiera sacudirme la conversación de encima.

Pero Lucas no se da por vencido tan fácil, y me sigue, insistente.

—Escucha, no tienes que decirme qué te pasa si no quieres, pero no puedes esperar que no me dé cuenta cuando algo te afecta.

Sus palabras me llegan más profundo de lo que quiero admitir, pero no estoy lista para hablar de lo que ha pasado, ni con Lucas ni con nadie.

Hay demasiadas emociones enredadas, y no estoy segura de poder explicarlas, ni siquiera a mí misma.

—Lucas, en serio, estoy bien. Solo he tenido una semana complicada, nada más.

Nos quedamos en silencio unos segundos.

Lucas me observa, buscando algo en mi mirada que, al parecer, no encuentra.

Al final, asiente, aunque no parece del todo convencido.

—Si tú lo dices...

No respondo, solo sigo caminando hacia la entrada del instituto.

Por más que intente evitarlo, algo dentro de mí sabe que no puedo seguir evadiendo la realidad.

...

Estoy tirada en mi cama, con el ordenador apoyado en mis rodillas, haciendo scroll sin fin por tiendas de ropa al azar.

La idea de ir a la graduación no se me había pasado por mi cabeza hasta que Adam, un compañero de equipo de Lucas, ha decidido invitarme.

De todos los chicos que conozco, jamás pensé que Adam tendría el valor de hacerlo.

Es más, ni siquiera estaba segura de que me conociera más allá de un "hola" o "adiós".

Pero aquí estoy, con la invitación sorpresa y Lucas prácticamente arrastrándome a decir que sí.

Según Lucas, Adam lleva un tiempo observándome, y no estaba dispuesto a que lo rechazara, así que aquí estoy, buscando un maldito vestido para una noche que hace apenas unos días ni siquiera quería vivir.

Me paso un buen rato mirando vestidos que no me convencen en absoluto.

Demasiado brillantes, demasiado cortos, demasiado... todo.

Al final, cierro el ordenador de golpe, soltando un resoplido de pura frustración.

—Esto es imposible —digo en voz alta, siento que cada fibra de mi ser se resiste a la idea de ir a esa graduación.

Decido salir de la habitación para despejarme un poco.

Necesito un respiro, aunque sea solo para recordar por qué he accedido a todo esto en primer lugar.

Pero apenas cruzo la puerta, casi me caigo del susto.

Aiden esta parado justo ahí, mirándome como si hubiera estado esperando a que saliera.

—¡Por Dios, Aiden! ¿Quieres matarme de un infarto? —le suelto, mi corazón todavía golpeando en mi pecho como un tambor.

Intento escabullirme rápidamente, pero él, con su típica manía de interferir en mi vida, me detiene sujetándome de la muñeca y prácticamente me empuja de vuelta a la habitación.

Suelto un bufido de exasperación, dándole mi mejor mirada de ¿Qué demonios quieres ahora?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.