Reina del caos

20

Aidén Sullivan

Subo las escaleras con los pasos resonando como si quisiera arrancar cada peldaño.

Que no estaría más lejos de la realidad.

Estoy furioso, y con cada escalón, esa furia solo se hace más intensa.

No puedo entender cómo demonios Lucas ha permitido que Emma acepte ir al baile de graduación con un completo desconocido.

Claro, no es como si pudiera admitirlo en voz alta, pero la simple idea de imaginarla bailando con ese tipo me pone los nervios de punta.

Cuando llego a la puerta de la habitación de Lucas, no me molesto en llamar.

Empujo la puerta con fuerza, haciendo que golpeé contra la pared.

Lucas esta tirado en la cama, relajado como siempre, como si el mundo no estuviera a punto de arder.

Se incorporar al verme entrar, con una mirada de confusión, pero también de alerta.

—¿Qué te pasa? —pregunta,

Que su tono sea calmado no me ayuda en nada.

Cierro la puerta de un portazo, girándome hacia él con la rabia pintada en la cara.

—Soy yo quien debería preguntarte eso a ti —gruño, apretando los puños—. ¿Cómo demonios se te ocurre incitar a Emma a ir a ese estúpido lugar con un tipo que no conoce?

Por un momento, veo cómo la comisura de sus labios se levanta, casi como si estuviera a punto de reírse, lo que solo me enfurece más.

—Voy a estar allí también, Aiden. Y no voy a alejarme mucho de ella —responde, encogiéndose de hombros, como si eso solucionara todo.

Niego lentamente, conteniendo las ganas de lanzarme sobre él.

—Eso no me importa una mierda, Lucas. ¿Cómo has permitido algo así?

Lucas vuelve a encogerse de hombros, su expresión volviéndose más seria.

—¿Y por qué no lo permitiría?

Eso es el detonante.

—¡Porque es una locura! —grito, mis palabras llenando la habitación.

Lucas se levanta, cruzándose de brazos, mirándome como si yo fuera el que estubiera desquiciado y no el.

—No es una locura, Aiden. —Su tono es firme, casi desafiándome—. No es una locura darle la oportunidad de volver a ser una adolescente normal despues de mas de medio año.

Bufo, tratando de no perder lo poco que me queda de paciencia.

—Va a seguir siendo una adolescente normal, no es como si le fueran a salir alas y empezara a volar de repente.

Lucas me mira fijamente, sus ojos serios como el infierno.

—No, no le van a salir alas. Pero en cuanto se gradúe, lo razonable es que les digamos a todos que la hemos encontrado. Y tú sabes perfectamente lo que eso significa.

Trago saliva, negando con la cabeza, tratando de apartar esa idea de mi mente.

No quiero pensar en lo que vendra después, en todo lo que implica que Emma sea presentada frente a las organizaciones.

—Puede ser una adolescente normal yendo a su graduación sin que ese tipo la tenga que acompañar —digo,

Se que no es una de mis mejores réplicas, pero tampoco puedo evitarlo.

Lucas levanta una ceja, como si acabara de atraparme en algo.

—¿Esta conversación es porque no conoces al tipo o porque es Emma la que va con él?

Eso me hace explotar.

—¡Es por ambas cosas! —le grito, sin siquiera intentar contenerme.

Lucas suelta un suspiro, su expresión volviendo a esa molesta calma suya mientras se deja caer de nuevo en la cama.

—Mejor controla tus celos o, al menos, intenta ocultarlos delante de alguien que no sea yo. Así te ahorraras algunos problemas.

—No hables estupideces, Lucas.

Él se gira para mirarme de nuevo, esta vez con una seriedad que pocas veces se le ve.

—No soy ciego, Aiden. Y lo que sea que te traigas entre manos con mi hermana, más te vale que no la haga daño. Porque si lo haces, me olvidare de que mis tíos te consideran como un hijo.

Esa última frase me golpea como una roca en el estómago.

Me quedo quieto, sin saber qué responder, sigo furioso pero no puedo evitar pensar en sus palabras.

Lucas me ha leído como un libro abierto, y eso me hace sentir vulnerable, algo que odio profundamente.

—Solo… cuídala bien en ese baile —murmuro al final, antes de darme la vuelta y salir de la habitación, dejando la puerta cerrarse suavemente detrás de mí.

Bajo las escaleras con una mezcla de emociones que no puedo ni empezar a desentrañar.

No puedo evitar sentirme inquieto, como si una parte de mí supiera que algo en todo esto no es correcto.

Mientras camino por los pasillos de la mansión, trato de controlar los sentimientos que me hierven en las venas.

No es fácil, sobre todo cuando la única imagen que viene a mi mente era la de Emma en ese maldito baile con un tipo que no conoce.

Cuando llego al salón, me detengo en seco al verla.

Emma esta acostada en el sofá, con el pelo mojado y un pijama infantil de Stitch.

El pijama es de esos con la cara del personaje estampada en el pecho y las orejas sobresaliendo en la capucha, las mangas son largas y también se extienden hasta sus pies.

En cualquier otra persona, habría pensado que es algo ridículo e inmaduro, pero en ella...

No se por qué, pero le queda bien.

Demasiado bien, en realidad.

Emma me ve en la entrada y levantó una ceja.

—¿Qué quieres? —pregunta, su voz cargada de esa mezcla de indiferencia y curiosidad que siempre me hace preguntarme qué demonios esta pensando.

Cierro la puerta detrás de mí, asegurándome de que Lucas no nos vea.

La última cosa que necesito es desatar una tercera guerra mundial, una que claramente ganaría, pero que prefiero evitar.

Me cruzo de brazos y la miro fijamente.

—Así que vas a ir al dichoso baile —digo, tratando de mantener la voz neutral.

Emma se encoge de hombros con total despreocupación, como si no entendiera por qué me importa.

—Sí.

Siento una punzada de malestar en el estómago al recordar con quién va, pero me trago el sentimiento, volteando los ojos como si no me importara.




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