Emma Bennett
Bajo del coche con una sonrisa de oreja a oreja, seguida de Lucas y Samuel.
Él cual se ha ofrecido a acompañarme, lo cual me sorprende un poco, pero no voy a rechazar su compañía.
Mientras camino por el aeropuerto, mis ojos buscan frenéticamente a Lily, escaneando cada rincón hasta que la veo en una tienda de recuerdos junto con Blake.
Unos metros más atrás, Jake esta de brazos cruzados, con una expresión de enfado que me hace sonreír aún más. Tan típico de Jake.
Lucas y Samuel se quedan atrás mientras yo me adelanto, acelerando el paso hacia Lily.
En cuanto me ve, ella suelta lo que tiene en las manos y corre hacia mí, saltando literalmente encima de mí.
Nos caemos al suelo, pero ni siquiera siento el golpe porque ambas estamos riendo demasiado para que nos importe.
—¡Te extrañé tanto! —grita, mientras intentámos levantarnos torpemente del suelo.
Antes de que pueda responder, Blake me atrapa en uno de sus abrazos de oso, levantándome del suelo como si no pesara nada.
—¡Emma, qué alegría verte! —dice con su sonrisa habitual.
Cuando finalmente me suelta, miro a Jake, que sigue enfadado con el mundo a unos metros de distancia.
Blake me susurra al oído.
—Es mejor que no te acerques a él por ahora, está en modo bomba de tiempo.
Pero yo no voy a dejar que eso me detenga.
Ignoro la advertencia de Blake y me acerco a Jake con una sonrisa.
Cuando me ve, su expresión cambia de sorpresa a algo más cálido.
Se levanta de su asiento y me pasa un brazo por los hombros, arrastrándome hacia donde estan Lucas y Samuel.
—Mira quién se digna a venir a saludarnos —murmura, con un tono que intenta ser indiferente pero no del todo convincente.
Una vez que estamos todos reunidos, tomo aire y les presento a Samuel.
—Chicos, él es Samuel, mi… padre.
Todavía me cuesta decirlo
Los tres se quedan en silencio, procesando la información.
Blake es el primero en reaccionar, como siempre, extendiendo la mano con una sonrisa.
—Mucho gusto, señor. Soy Blake, el amigo más guapo de Emma.
Jake lo sigue, aunque con menos entusiasmo.
—Jake, el que suele mantener a estos dos en línea —dice, estrechando la mano de Samuel con un apretón firme.
Por un momento parece que ninguno de los presentes pertenece a una organización ni a nada por el estilo.
Por último, Lily da un paso adelante, con su típica expresión de amabilidad.
—Soy Lily, la hermana de esos dos—dijo con una sonrisa dulce.
Samuel asiente, respondiendo a cada presentación con la misma seriedad que aparentemente siempre lleva consigo, pero puedo notar que esta un poco más relajado de lo normal.
Empezamos a caminar hacia la salida del aeropuerto cuando recuerdo la maleta de Jake.
—Oye, Jake, ¿qué pasó con tu maleta? —pregunto, recordando el drama del que Lily me había hablado.
Jake gira los ojos, claramente molesto.
—Me dijeron que llega mañana. Y estoy seguro de que cuando llegue estará destrozada o faltará algo. Es como si estuvieran empeñados en arruinarme el día.
Lily, como de costumbre, agarra mi brazo mientras Jake sigue refunfuñando.
—Emma, cuando termine de desempacar en mi casa, tenemos que hablar —me dice en un tono que indica que lo que quiere decir no es precisamente trivial.
Fruncí el ceño, un poco sorprendida.
—Pensé que se quedarían en la casa conmigo —le respondo, confundida.
Lily hace una mueca extraña.
—Tengo una casa en Viena. Era de mi abuela. Nos quedaremos ahí por ahora —explica, pero añade rápidamente—. Pero en cuanto termine de acomodarme, me paso por tu casa para hablar, ¿de acuerdo?
Asiento lentamente, todavía procesando la idea de que Lily tenga una casa en Viena de la que nunca ha hablado antes.
Estoy a punto de preguntar más cuando escucho a Jake quejándose de nuevo, pero esta vez sobre algo completamente diferente.
—Y además, ¿has visto el café de este aeropuerto? ¡Es una broma! Me dieron un vaso de agua marrón, ni siquiera sabía a café. ¿Cómo esperan que sobreviva después de un vuelo de tantas horas?
—Oh, claro, Jake, lo más trágico del día es el café —comenté sarcásticamente, dándole una palmada en la espalda.
Jake resopla.
—Es que es básico, Emma. Básico.
No puedo evitar reírme mientras salímos del aeropuerto, con Jake refunfuñando sobre la falta de café decente y el servicio de maletas, y Lily colgada de mi brazo, prometiéndome que pronto tendríamos tiempo para ponernos al día.
...
Estoy en el salón de la mansión, cómodamente sentada en el sofá, mirando mi teléfono sin mucho interés.
El día ha sido raro, y me alegraba tener un momento para mí misma.
Pero esa paz se interrumpe cuando Aidén entra en la habitación con la misma tranquilidad que lo caracterizaba.
Levanto la mirada del teléfono apenas un segundo, lo suficiente para captarlo con detalle.
Aidén, con su cabello oscuro ligeramente despeinado, lleva una camiseta negra que se ajusta perfectamente a su torso, mostrando los músculos que suele ocultar bajo los trajes de chaqueta que siempre usa.
Sus ojos azules, intensos y fríos, escanean la habitación como si estuviera buscando algo... o a alguien.
Tiene esa expresión que mezclaba arrogancia y desinterés, como si todo en su entorno fuera irrelevante hasta que decida lo contrario.
—¿Dónde están tus dichosos amigos? —pregunta, sin preámbulos y con una pizca de fastidio.
Le respondo sin levantarme del sofá ni apartar mucho la vista de mi teléfono, tratando de no darle más importancia de la que merece.
—Están en su propia casa, Aidén.
Justo en ese momento, el timbre de la mansión suena.
Me levanto con una sensación de alivio, ya que probablemente sea Lily.