Cerré el casillero con brusquedad provocando que Katherine diera un brinco.
—¡¿Qué tú hiciste qué?!
Katherine trago grueso y me miró con una pizca de temor, no estaba segura de hablar, mordí mi lengua para no empezar a decir palabrotas. Pero Katherine no me la dejaba muy fácil que digamos.
—Bueno, puede ser que tal vez te haya inscrito en el concurso. —su voz fue un susurro apenas audible.
Alcé mi mano y la hice un puño con tal de no agarrar su delgado cuello y estrangularlo. Ella soltó un pequeño gemido.
Respiré profundo tratando de alejar aquellos pensamientos.
—Dime, Katherine, ¿Qué te pasó por la cabeza para agarrar un lápiz y escribir mi maldito nombre en aquella hoja?
Ella me miró con una pequeña sonrisa y miró para todos lados antes de contestar.
—Victoria, no puedes seguir siendo una amargada de por vida.
—¿Por qué no?
Alcé mis cejas, mi tono molesto le borró la sonrisa del rostro, Katherine había hecho muchas cosas que conseguían enfadarme, pero esta había rebasado todo los límites.
—No puedes permitir que la gente piense que eres una amargada que no tiene color en la vida.
—Siempre me ha valido lo que la gente piense de mí —aclaré—. Yo sé lo que soy y con eso es suficiente.
—Sí. Lo sé —rodó los ojos—, lo repites cada segundo.
Me llevé las manos al rostro tratando de olvidar lo que ha hecho Katherine. Solté mis manos derrotadas, examiné el rostro de Kat, sus labios formaban un pequeño puchero y sus ojos me miraban a apenados.
—Aún me sigo preguntando porqué somos mejores amigas —me crucé de brazos viéndola directo a los ojos.
Katherine abrió la boca y sonrió. Vino hasta a mí, me dio un abrazo que me dejó aturdida y luego se separó.
—¡Eso es muy fácil! —chilló alegre— Yo soy la parte alegre, bondadosa, amable y gentil que tú no eres. Y tú eres todo lo perverso, malo, grosero y retorcido que yo carezco. Nos complementamos muy bien de cierta forma.
—Tienes razón —Asentí viendo como la sonrisa en el rostro de Kat crecía—, no por algo te he aguantado todos estos años.
—¿Quién aguanta a quién? —bromeó sacando la lengua.
Unos brazos rodearon a Kat por detrás, Kat se asustó pero luego volvió a la normalidad al ver de quien se trataba. Rodé los ojos fastidiada al ver a Aarón, el estúpido novio de Kat.
—Amor —saludó Aarón dándole un beso en la mejilla a mi amiga—, Victoria —su tono aburrido no pasó desapercibido.
—Imbécil —mi voz aguda imitando a Kat.
—¿En serio ustedes no pueden llevarse bien? —preguntó Kat al mismo tiempo que alzaba las cejas.
—No —respondimos a la vez.
—¿Puedo hacer algo para que estés feliz y te lleves bien con Aarón?
Sonreí ante la pregunta de Kat.
—Si hay algo que puedes hacer —vi la esperanza en los ojos de Kat, Aarón me miró extraño—. ¡Termina con él!
—Ya te he dicho que no voy hacer eso.
—Entonces no —avancé los pasos que me distanciaban de Kat y la agarré por los hombros—. Ya te lo repetí, termina con él, se le nota lo patán hasta por los poros, Kat.
—¿Eres consciente de que aún sigo aquí?
Solté a Kat y vi la expresión “¿Qué mierda” de Aarón, tuve deseos de reír pero me contuve.
—Siempre te ignoro, así que no.
Kat estaba a punto de hablar pero fue interrumpida por la campana. Aarón era un año mayor que nosotras, por lo tanto y para mi buena suerte, no compartíamos ninguna clase.
Miré el techo y empecé a contar cuando vi que Kat y Aarón iban a empezar hacerse cariñitos. ¡Por Dios vivían en el mismo lugar a unos cuantos pasos de distancia!
Sonreí falsa y agite mis dedos en señal de despedida hacia Aarón, me lanzó una mueca de asco y le saqué el dedo medio en defensa.
—¿Ya saliste de idiotalandia? Tenemos clases.
Arrastré a Kat por los pasillos, en su rostro estaba una sonrisa que parecía no borrarse, aunque abriera la boca y empezara hablar. Pare de caminar para ver si aunque sea sabia donde estaba parada, pero seguía caminando como si fuera un fantasma en pena.
«Esto debe ser una broma». Rodé los ojos y acelere el paso hasta llegar junto con Kat, decidida agarré un mechón de su cabello rojo y lo jale logrando que saliera de su estado de idiotez.
—¡Victoria!
Me eché a reír al escuchar su grito, se acarició la zona de su cabello. Apreté mis labios para no reír.
—Es tu culpa, y anda camina vamos a llegar tarde a clase solo tenemos diez minutos de tolerancia —recordé. En cierta forma ya me había cobrado lo que Katherine había hecho.
Kat me miró con el ceño fruncido y empezó a caminar más rápido pasándome y caminando adelante mío. Miré el reloj en mi muñeca, faltaban ocho minutos.
—Por aquí, mejor ya no —escuché el susurro de Kat y volví mi vista adelante.
Magnus estaba apoyado en una pared, tenía un cigarro en su mano izquierda, la ventana abierta encima de él le ayudaba a esparcir el aroma con mayor facilidad, Kat arrugó la nariz al percibir el olor, igual yo.
Y entonces como si sintiera nuestra mirada, volteó a vernos.
Sentí a Kat congelarse a mi costado.
—Será mejor que te vayas a clase, sino quieres morir de un paro cardíaco, Kat. —susurré solo para Kat. Ella asintió y sin mayor preámbulo me abandonó.
¡Esa fue Kat, también apodada la valiente, señoras y señores!
Magnus miró el camino de una despavorida Kat y luego a mí, elevó las comisuras de sus labios en una sonrisa torcida, le dio una calada a su cigarrillo.
Me quedé en el mismo lugar estudiando cada uno de sus movimientos, solo estaba ahí, disfrutando en silencio su cigarrillo mientras me miraba.
Pasó su lengua por su labio inferior lentamente, consiguiendo que tragara grueso. Me inquietaba la intensidad de su mirada pero al mismo tiempo no podía dejar de admirarla.
Después de varios segundos sosteniendo mi mirada rompió el contacto para arrojar el cigarro al suelo y pisarlo, se iba acercar pero le advertí con la mirada que no lo hiciera.
Editado: 26.09.2020