5. La invitación.
—¿Has visto a Kat? —la pregunta de Aarón, me obligó a mirarlo.
—¿Pequeña, pelirroja y muy alegre? —pregunté intentado distraerlo.
—Sí.
—No. No la he visto —espere a que se fuera para empezar a reír con soltura.
—Uff —el suspiro de Kat me llamó la atención—. Ya no sé hasta cuando me podré esconder.
Kat había estado parada detrás de mí todo el tiempo y él no sé había dado cuenta, Kat agarró una bufanda mía y se la había colocado cubriéndose el rostro cada vez que veía a Aarón.
—Si hubiese sabido que lo ibas a dejarlo plantada, hubiera ido yo a desayunar con él, él iba a pagar todo ¿no? —agregué después de la mirada extraña que me dio—. Son solo ojeras, Kat, como si nunca hubiera visto una.
Me estaba empezando a aburrir cada vez que se miraba al pequeño espejo, que cargaba en sus bolsillos, no es como si le fuera a salir algo de la cara.
—No son solo ojeras, Victoria, son ojos hinchados y creo que me va a salir un grano —reí—. Nunca más me voy a desvelar de nuevo leyendo.
La miré con incredulidad.
—Ni tú te la crees.
Kat se sacó la bufanda de la cabeza y me la entregó, aproveché y la guardé en mi casillero. Me encogí de hombros al ver la mirada suplicante que me echó, no iba a estar por ahí con la tela en la cabeza.
—Hola, Victoria —giré la cabeza ante el llamado de Matthew, frunció el ceño al ver a Kat taparse en el rostro con las dos manos— y Kat.
—Creo que esto no funciona —murmuró Kat derrotada sacando las manos de su rostro— ¿Tan obvia soy?
—Sí. Y no conozco a nadie más con unas botas rosadas con brillos —los tres dirigimos la mirada y ahí estaba las llamativas botas.
—Te lo dije —alardee con una sonrisa— Esas ridículas botas te van a delatar.
—¡No son ridículas! —exclamó con una mueca de enfado— Es como decir que tus botas negras con cierres son un asco.
La sonrisa en el rostro se me borró y la miré de mala forma.
—Por eso siempre digo que mezclar zapatos y chicas, no es bueno…
Miré a Matthew.
—Cierra la boca.
Estaba dispuesta a decirle algo a Kat pero la bocina en la pared me detuvo al escuchar lo dijo:
—Victoria Harrison, a dirección, Victoria Harrison.
—¿Ahora qué has hecho? —preguntó Kat con curiosidad, olvidando el tema de las botas.
—Nada —respondí, extraña.
Me acomodé el bolso en el hombro y caminé hacia la dirección. ¿Qué había hecho? No le había hecho nada a Miranda, ni tampoco me había metido en problemas estos días para que mi mamá tuviera un respiro.
Toqué la puerta dos veces y giré la manija cuando escuché el “pase” de Verónica, la encontré sentada en su escritorio con unos sobres en las manos, me miraba con una expresión seria que me confundió, siempre que entraba estaba con una sonrisa y se mostraba simpática aunque hubiera hecho algo.
—¿Qué hice ahora? —pregunté confundida mientras tomaba asiento en frente de ella, como me lo había pedido.
—Victoria… —junto las manos sobre el escritorio— te he pasado todas, pero esto es algo que no se puede pasar.
Fruncí el ceño y me acomodé en el asiento de forma recta, estaba completamente confundida y no entendía ni una sola cosa de lo que me estaba diciendo.
—Perdón. Pero no entiendo a que te refieres.
Ella me pasó los sobres y los recibí, arrugue las cejas al ver que tenían escrito mi nombre, giré el sobre y encontré un sello de una corona junto con una hoja de color naranja.
—Son invitaciones a las reuniones del concurso —me explicó al ver seguía sin entender.
—¿Y qué tienen que ver conmigo?
Ella soltó un suspiro y se recostó en la silla.
—Esto no es lo mismo que tirarle pintura a Miranda —sonreí al recordar eso— o cortarle el pelo a Jenna —ah, ese si fue un buen día—. Estamos hablando de una tradición que está desde que se fundó el internado, si te inscribiste no puedes dar un paso atrás y dejar de lado las responsabilidades.
—Pero yo no me inscribí, si alguien tendría que ir sería Kat, no yo, además no me pueden obligar a ir.
Su voz decidida, me interrumpió.
—Te equivocas. Sí podemos obligarte.
Alcé una ceja al escuchar sus palabras.
—¿Qué? —pregunté con una hilo de voz.
—Tu madre firmó un permiso que dice que tienes que asistir a todas las reuniones.
Empecé a negar la cabeza, junto con una sonrisa.
—Eso es imposible. Mi mamá no haría algo así sin consultarme.
Al notar la desconfianza en mis palabras, abrió un cajón y sacó un papel, me lo extendió y lo leí.
“Yo, Olivia Harrison, acepto todos los términos y me comprometo a que mi hija, Victoria Harrison, asista a todas las reuniones de concurso «Reina del Otoño» . Al igual estaré comprometida en que asuma todas las responsabilidades que conlleva el concurso”
Volví a releer el papel dos veces más y lo dejé en la mesa, me llevé las manos al rostro y solté un suspiro. Bajé mis manos agotada de todo este concurso, había venido a estudiar, no a meterme en estas cosas que no llamaban mi atención.
—¿Y qué pasa si no asumo mis responsabilidades y sigo sin ir?
—Se te dará un castigo de dos semanas y tendrás una baja de tres puntos en todas tus materias.
Tuve deseos de reír por lo estúpido que sonaba eso, ¿y el libre albedrío? Al parecer aquí no existían esas palabras, sabía que el concurso era importante aquí y que todo el mundo se volvía loco con eso, pero esto era otro nivel.
—Victoria, sé que todo esto es algo nuevo para ti, pero aquí las cosas son así.
Chasquee la lengua y la miré suplicante.
—Yo no quiero participar en eso, ni siquiera me interesa.
—Te gusta arreglarte, maquillarte y verte bien, ¿por qué no te interesaría?
Me pare de la silla y di vueltas en aquel espacio, me detuve y apoyé mis manos en el respaldar de la silla.
—¡Es distinto! —exclame agitando mis manos—Me arreglo porque me gusta sentirme bien conmigo misma, no para que me juzguen si la ropa combina o no.
Editado: 26.09.2020