Reina Efímera

Al precipicio

Mirando por el hombro, no repuse objeción, a toda prisa me dirigí a la entrada de la casa. Desanduve un par de pasos abrazando el saco con fuerza, miré de pronto la puerta abrirse.

Una silueta oscura, flacucha y no muy alta se alargó por delante del umbral. Con sutileza, dejó caer la negra capucha que cubría su cabeza. Reconocí un rostro femenino altivo, mirada desdeñosa y ojos tan oscuros como la misma noche.

Las palabras de Jon tomaron todo su sentido para mí. Tamira me había engañado con sus intenciones malévolas. ¡Qué mujer tan insidiosa y peligrosa!

—¡Eres tan estúpida! Estás en serios problemas, supongo que ya lo sabes.

No mostré temor al mirarla fijamente. Me hice la desentendida.

—No sé de qué hablas. ¿Por qué me persigues?

Mostró una sonrisa macabra más cercana al sarcasmo que a la diversión.

—Soy tu peor pesadilla, tu sombra. No podrás escapar hasta que me entregues lo que quiero.

Sacudí la cabeza, deteniendo en seco mis pensamientos.

—¿Querer? ¡Qué absurdo! No soy nadie. ¿Qué podría darte una simple campesina? Soy una peregrina, no poseo nada de valor, Tamira. Y si eso no fuera suficiente estoy sola.

Me fulminó con la mirada, sincopando sus gestos de disgusto. Sacó las manos de la capa, sosteniendo una daga. Un diamante resaltaba en la empuñadura de color verde.

— No podrás huir, ni esconderte.

Se agazapó sobre mí. Logré escabullirme, corriendo a la puerta. Apenas crucé el umbral y percibí un zumbido. Muy aprisa todo giró a mí alrededor, de súbito me estrellé violentamente contra el suelo. Sacudí la cabeza al intentar tomar consciencia de lo ocurrido.

—¡No te preocupes! Ésta imbécil no se escapa otra vez.    Su forma de hablar corroboró la antipatía y el odio que siempre había reconocido en ella. Me tomó de la cabeza, halando bruscamente el cabello; de la coronilla de mi cabeza. No sentía los labios, ni siquiera podía moverme. Parpadeé un par de veces hasta reconocer un bastón en las manos de Inés. Sonreía satisfecha.

—¿Alguien más te ayuda a huir? —Cuestionó jugueteando con el bordón en sus dedos.

Me negué a decir una palabra. La gran sonrisa desapareció de su faz. Una mirada sombría tomó lugar en sus ojos claros. 

—Te cortaré la lengua si no hablas, Ana…

El corazón me latía a prisa. Respiraba profundamente. Incluso con el ardor que me quemaba en el cuero cabelludo, logré sosegar el vértigo.

Un golpe por detrás de las piernas, me forzó a quedar de rodillas. Ambos de mis brazos fueron aferrados con fuerza hacia atrás. Inés volvió a tomarme con fuerza del cabello, me ardía con mayor intensidad. Apretaba la mandíbula, sin poder ocultar con gestos cuanto me dolía.

—Son unas desequilibradas. No sé porque me hacen esto.

—¡Cállate! Mal agradecida, te largaste sin dar las gracias. Te enseñaré a tener mejores modales.

Me moví bruscamente, con intensión de soltarme.

—¿Gratitud, Inés? Mandaste a varios tipos a hacerme daño. No tengo idea de qué le hiciste a Joaquín. Lo único que lamento en verdad es que tenga una hermana con un corazón podrido por dentro.

Tensó la mano que sostenía el bastón. Sabía que volvería a pegarme. Apreté los ojos para retomar energía, no estaba dispuesta a permitir otro golpe.

Al mirarla fijamente, por detrás de ella Jon apareció, caminó lentamente hasta quedar a mi lado. Le clavó la vista a Inés intensamente enfadado.

—Inés, ¿qué significa esto?

Inés se quedó petrificada. Pude ver el horror revolotear en su mirada, me soltó. Tamira hizo lo mismo, pasándose al lado de Inés. 

Mis palmas chocaron bruscamente contra el frío suelo. Jon se inclinó, sus dedos se hundieron en mis hombros para ayudarme a ponerme de pie.

—¿Intentaba matarla por suposiciones?

Tamira mantenía toda su atención en Jon. Inés palidecía, temblando de pies a cabeza.

—No, Jon, por supuesto que no. ¡Qué agradable sorpresa verlo con vida!

—Así es. Tengo otra oportunidad.

A duras penas podía mantenerme en pie con mis propias fuerzas, aun sentía la cara de cuatro veces su tamaño. Jon curvó uno de sus brazos para sostenerme de la cintura.

—Fue revelado que ella es muy valiosa, ¿por qué es tan importante para usted? 

Jon se volvió a mí. Enfado e incomodidad se dibujaron en su profunda mirada. Mortificada, sólo pude ver para otro lado.

—Inés usted lo ha dicho. Se reveló la verdad. Ella es muy importante para mí porque comparte mi sangre, mis padres, lo que soy. Simplemente usted interpretó todo de una manera muy equivocada. Si es capaz de matar por malos entendidos, Inés usted es capaz de cualquier cosa. 

Las palabras de Jon la habían afectado pude ver sus ojos cristalizados por las lágrimas. Jon asomó en una de sus manos el talismán roto.

—¿Usted, sabe que es esto?




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