Reina Efímera

Con él

Nos alejamos yendo a pie. Imaginaba que habría pasado si Jon se hubiera encontrado con esa chica solo. ¿Habría aceptado tal casamiento? No había mejor forma de saberlo que preguntárselo.

Después de caminar un rato, Bruno apareció a una distancia prudente, nos trepamos al estar cerca de él. Bruno cabalgaba velozmente por el bosque, llegamos al sendero de donde nos habíamos desviado, iba más despacio. El sol iluminaba muy bien los claros abiertos del bosque.

—Nunca pensé, que las personas corrieran tanto peligro, en un lugar donde no se veía nada más que árboles.

Aún recordaba aquel líder siendo golpeado por los soldados de Gladios.

—Para quienes no viven en la realeza y con lujos, cada día exponen su vida para sobrevivir, creo que es una ley natural, el fuerte sobrevive.

—Sí ahora lo entiendo —Respondí muy entristecida. — ¿Jon usted habría aceptado casarse con ella, si hubiera estado solo?

Me echó la mirada, mientras se dibujaba en ella un cierto prejuicio.

—No lo sé, tal vez.

Mi vista se volvió inexpresiva, fue imposible no reflejar en mi cara todo el fastidio que sentí. Sonrió abiertamente al verme.

—Por supuesto que no, bromeaba.

Solté una sonrisita apenada.

—Pero era linda.

Su rostro manifestaba mucha diversión.

—No es mi tipo.

Le clavé la vista, sin creer lo que había oído.

—No me vea así, es verdad, no soy de los que se fijan en la apariencia, quizá se deba a mi edad, no lo sé.

—¿Quién es su tipo?

Inclinó la vista sin dejar de reír.

—No puedo decírselo, me reservo el derecho de ser mal comprendido.

Reí como él. No quise seguir, no aspiraba a incomodarlo o enfadarlo.

—¿Quién le enseñó a combatir así? Nunca había visto a alguien ser tan bueno en eso.

Alzó la vista al frente.

—Las heridas, los golpes y muchas derrotas…

Abrí los ojos a más no poder, al ver mi expresión siguió hablando.

—Como le había dicho, mi padre me instruyó, pero no tuve un combate real, me refiero a que no peleé hasta saber que mi vida corría peligro de verdad. Nada es igual cuando se sabe que la muerte está en la espada del adversario. Me tomó muchos años perfeccionar muchos conocimientos, y muchas heridas para conocerme a mí mismo. Muchos golpes para empuñar la espada fuerte y sin miedo.

Lo escuchaba sin creerle, nada de aquello tenía coherencia al recordarlo combatir.

—¿Entonces, su padre trabajó para la guardia?

Sonrió sutilmente.

—Sí, algo así.

Esa respuesta hizo que mi mente viajara a mis recuerdos, sentí como si mi padre me hubiera respondido.

—Sabe, mi padre, habla como usted, en ciertas ocasiones. Casi siempre que no quiere dar explicaciones.

Mis palabras parecían haberlo dejado muy satisfecho.

— Es la edad, Princesa. Es el paso del tiempo, ya no es lo mismo como cuando se es joven. La madurez puede tenerse, aunque no se tengan muchos años, la experiencia se consigue con los años vividos. Acertó, quizá tengamos algo en común.

Siempre dudé sobre el hecho que Jon tratara a mi padre, o si lo conocía, hasta hacía un momento. No me dejó ni una sola intriga, Jon lo conocía y muy bien.

—¿Algo? Son muy parecidos, ahora entiendo su amistad con él. Mi padre siempre habla de muchas cosas importantes, pero ahora recuerdo muy bien esas palabras, sobre todo esa a la que llaman fe.

Esa hermosa sonrisa seguía en su semblante.

—Sí, es verdad. Su padre es un hombre de fe, aunque sea testarudo de vez en cuando. Su amor por el Creador es genuino, aunque ni él lo sepa.

—¿Dios, nuevamente? —Contesté muy admirada.

Esa sonrisa se volvió tentadoramente dulce y tierna.

—Creo que tienen demasiado en común —Agregué.

—¿Qué hay de usted? 

—¿De mí? —Repetí confundida.

—Si su padre y yo tenemos eso en común. ¿No cree que sería buena influencia nuestra que usted empezará a sentir curiosidad por Él?

Reí abiertamente.

—Me gustaría, y mucho pero no sé cómo hacer para tener la convicción que tiene mi padre y usted.

—No necesita convicción sino duda. Para creer sólo basta eso, pero para la fe se necesita un firme asentimiento, es buscar interiormente en lo íntimo de lo que somos la revelación que sobrepasa la razón, pero que no es ciega sino libre; es una voz viva que yace en lo profundo de la intimidad de nuestro espíritu. Escúchela y un mundo dormido en usted despertará.

A la luz de sus palabras, tuve el valor para confesarle lo que pensaba.

—Tal vez siempre tuve una mala idea y malas experiencias, ya sabe personas creyentes haciendo cosas opuestas a lo que se debe.




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