Reina Efímera

Hechicero

Bruno guiaba la marcha, mientras Nigromante nos seguía. Me parecía asombroso haber hallado por obra del destino a alguien tan cercano a Jon. Echaba la vista atrás de vez en cuando, encontrándome con un gesto amigable y una tierna sonrisa de Nigromante.

Nunca había visto a un ser humano convertirse en algo tan discordante con un simple parpadeo. Me pareció un poco descabellado aseverar que ese misterioso caballero podía ser un hechicero, aunque no supiera muy bien que significaba eso realmente.

—¿Jon en verdad le conoce? —Dije tan quedito como pude.

—Sí y muy bien —Respondió amablemente. 

—¿Cómo es eso posible? Parece un hechicero.

En sus labios se dibujó una sonrisa satisfactoria.

—Muchos le dirían brujo, mago o adivino. De todas las maneras posibles de definirlo, me gusta la suya. Yo le digo Nigromante. Es muy bueno en lo que hace, aunque no lo parezca así.

—¿Y qué hace? —Pregunté desconcertada.

—Sabe mucho de la energía que conforma al universo y sus secretos. Él le llama energía oculta. Conoce muchas tradiciones y es un excelente guerrero.

—Jamás imaginé que tenía amigos y menos que fueran tan peculiares —Agregué pensativa, sin ánimo de ofenderle con mis conjeturas.

Su rostro se siguió iluminando con un gesto amable.

—Esto de encontrarnos se dio por casualidad, además su padre estará fascinado. Sé que le gustará contar con él.

—¿Lo llevará ante mi él? —Mascullé con reticencia, recordando bien las opiniones que tenía mi padre.

Él solía decir que una bruja o un hechicero es una persona siniestra que mantiene un pacto con el demonio; sacrificando personas y haciendo perversidades. Estaba convencida de su opinión al respecto, no le aceptaría.

—Sé que parece absurdo, pero al conocerlo mejor comprenderá. Será de mucha ayuda y no sólo para mí ahora, sino para todos —Dijo con soltura, adivinando lo que pasaba por mis pensamientos.

Nuestra conversación se daba en murmullos. En realidad, despotricaba algo que ni siquiera entendía bien. Brinqué al oír una voz masculina hablar en voz alta.

—¿Cuánto tiempo llevan sin comer?

En cuanto dijo comer, mi estómago rugió. Me volví a él cariacontecida. 

—Mucho, quizá desde ayer por la noche —Contestó Jon sin dejar su vigilancia al frente. 

Como él, miré hacia adelante. La amplitud del cielo tenía un hermoso contraste de tonos rosas y naranjas; el sol se escondía tras las crestas de altos pinos.

—Dale de comer Jon, necesita alimentarse. Se ve hambrienta.

Nigromante le pasó una alforja con agua a Jon, quien a su vez me la dio a mí. De la nada aparecieron en sus manos unas mantas pequeñas envolviendo algo, se las pasó a Jon y después las recibí. Incrédula las sostenía apreciando en mis manos que lo cubierto estaba tibio.  

No segura de comer, alcé la vista a Jon. Él asintió en señal positiva. Desdoblé la mantilla y para mi sorpresa: pan de maíz. Sonreí asombrada, me parecía caído como del cielo. ¡Cuánto tiempo de no probarlo! Comí cada trozo con gran regocijo hasta saciarme.

Con inmediación la noche nos rodeó. Seguíamos trepados sobre los caballos, yendo a un trote lento. No comprendía como ambos jinetes los guiaban en la completa oscuridad, (aunque ya me había quedado bastante claro que no eran tan normales). Me adormecía una y otra vez, abría los ojos en cuanto sentía irme al frente. Esperé considerablemente hasta darme cuenta que no nos detendríamos.

—¿Jon no descansaremos? — Pregunté con voz somnolienta.

—No, me temo que no.

—Jon no puedo más, tengo mucho sueño.

—Lo sé, Princesa, pero no podemos detenernos ahora ni toda la noche. Sé que suena raro, pero acomódese. No dejaré que algo malo le pase.

Me sobé los ojos y la cara un par de veces. Quizá dormida lo escuchaba decirme algo así.

—¿Princesa?

Sentía sus brazos extendidos a mi alrededor, pero no me sujetaba, esperaba mi aprobación.

—Sí, está bien —Contesté en un murmullo, permitiéndoselo.

Dejé ir mi espalda, recostándome. Cómodamente sentía su pecho firme como piedra. Moví confianzudamente una pierna quedando de lado. Hasta entonces sentí sus manos y brazos fuertes sujetarme con toda caballerosidad.

Aprecié el calor de su cuerpo sin creer que estuviera pasando; no lo consideré cierto. Tardé un rato para que mi mente lo procesara con calma.

Apenada me acurruqué. Apoyé una de mis mejillas sobre su pecho, mientras el pulso de mi sangre se alborotaba. Su sutil aroma extasió cada uno de mis sentidos. No pasó mucho para que el sueño me venciera y me quedara profundamente dormida.

Abrí los ojos al sentir el sol darme en la cara. Nigromante y Jon conversaban, quería moverme y saludarlos, pero me sentí muy tentada a seguir con los ojos cerrados. Jon me tenía sujetada del mismo modo que cuando me había quedado dormida por la noche.

Me abochornó mucho darme cuenta que mis mejillas estaban secas a causa de mi saliva, había babeado toda la noche; quizá por la posición en la que había pasado por tanto tiempo. Me venció la vergüenza, pero también la tentación, los dos conversaban. Fingí seguir dormida. 




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