Reina Efímera

Navegando

No pude seguir en cuanto el agua llegó a mi pecho. No podía ver a Jon por ningún lado. Una que otra ola daba con fuerza contra mí, en momentos lograba evadirles al dar un saltito. Me encontraba muy lejos todavía del navío.

Se formó una ola mucho más grande de las que en todo mi avance había visto. Di media vuelta, con verdadera intención de huir.

Iba a toda marcha de regreso, pero el agua con fuerza me tumbó por la espalda. En mi intento de salir a la superficie, busqué el suelo para impulsarme. Bajo el agua el movimiento de las olas y su fuerza jugueteaban con la arena, de modo que cuando quise apoyarme, había un agujero que desnivelaba el suelo. Casi uno de mis pies alcanzó el lecho marino, pero se me torció de un modo raro al no pararme debidamente.

El dolor emergió y aturdida no pude llegar a la superficie. La marea fácilmente me impedía luchar contra ella, sentía la cabeza casi reventar; quería respirar cuanto antes. Algo me empujó con fuerza y lo siguiente que vi fue la superficie, inhalé profundo al sentir que podía respirar.

Al recobrar el aliento, fácilmente solté gritos, dando manotazos y moviéndome descontroladamente. Sin duda, me aturdí más que de costumbre.

—¡Princesa cálmese! Estoy aquí.

En mi turbación a duras penas reconocí su rostro impávido. Me ardían los ojos como nunca antes, ni siquiera podía mover los párpados sin sentir dolor, seguía agitada aun escuchando su voz serena. Seguramente me sostenía si no de que otro modo flotaba.

—¡Jon no me suelte, se lo ruego!

—¡Por favor, tranquilícese! Está conmigo, ya pasó. Sé que no puede abrir sus ojos, tomaré sus manos. 

Percibí sus manos fuertes tomar mis brazos, los colocó alrededor de su cuello.

—¡Sujétese fuerte!

Me aferré a él mucho antes que me lo dijera. Lo sujetaba con todas mis fuerzas; de modo que estaba casi segura que lo estrangulaba, mientras mis piernas se enganchaban a su cintura envolviéndola. Su cuerpo se movía ágilmente sobre la marea.

En momentos, percibía el agua asomarse cerca de mi cara, me ponía frenética, pero sin soltarme. Apretaba los ojos aterrada como nunca en mi vida.

De repente, sentí que el agua se había evaporado; su cuerpo se movía de modo distinto. Me pareció que andaba como si caminara.

Abrí mis ojos, parpadeando un par de veces. Sin soltarme, seguía como un ácaro pegada a él. Miré que efectivamente nos hallábamos en la cubierta del navío. Jon carraspeó un par de veces, confirmándomelo.

Me desacomodé de un salto, dando gracias al cielo. En cuanto mis pies tocaron el suelo me sentí completamente aliviada, incluso cuando mi tobillo me hizo recordar un cierto dolor.

—¿Se siente bien? —Preguntó con voz ronca.

Asentí con la cabeza, fascinada en su figura. El dolor en el tobillo me parecía tolerable.  Se dio la vuelta poniendo la plancha sobre la cubierta.

—Jon, ¡gracias, gracias!

—Tranquila, Princesa. Lo peor ya pasó.

Su voz me pareció completamente seductora con ese deje de intensa amabilidad. Sonreí como boba.

Pronto me arrepentí de no haber disfrutado sujetarme a él mientras nadaba. Pasó a mi lado mostrándose amigable. A grandes pasos se dirigió a la parte alta de la cubierta.

Lo seguí, subiendo una escalinata, pero me detuve en seco al mirarlo ceñudo con la vista dirigida hacia un inmenso timón. Su rostro se tensó y la incomodidad fue visible en su mirada. Percibí un delicioso aroma floral. Con curiosidad mi vista se fijó en donde estaba un ancho remo redondo de madera, junto a eso, descansaba un hermoso ramo de rosas.

Me aproximé mirando una nota al lado del maravilloso buqué. Para mi suerte pude entender y leer lo que se hallaba escrito: Para la doncella que brilla como una estrella, su belleza podría incomodar hasta la más encantadora rosa. Sin duda, lo más hermoso que mis ojos han podido mirar. Para ti, Princesa Alexia. Has que Jon no rompa la nota. Sinceramente tuyo: Nigromante.

Jon estaba serio, incluso parecía irritado. Miraba el escrito con fastidio. Se apartó de inmediato, pero a mí se me escapó una risotada. Me alegró de tal modo el detalle que se me olvidó el incidente en el mar o el leve dolor del tobillo.

Completamente dichosa y emocionada tomé el ramo acercándolo a mi nariz. Las hermosas rosas tenían diferentes colores, pero a mi gusto resaltaban las rojas. Busqué con la vista a Jon, pero no lo miré por ningún lado. Preferí devolverlas.

Me paseé por todos lados, con intención de encontrarlo. En mi búsqueda di con un pequeño acceso que resultó ser la entrada a un camarote con una escalinata. Bajé los escalones vislumbrando una habitación pequeña. Hallé también ropa seca sobre la cama, y al lado una mesa ancha; sobre sí comida servida recién preparada. Me quité la ropa mojada.

No dudé en primero satisfacer mi hambre y vestirme con ropa seca antes de seguir buscando a Jon. Volví a la cubierta, usando un hermoso vestido blanco de algodón.

El navío atravesaba velozmente el mar, el viento cálido y el aroma salado me pareció agradable. No pasó mucho para que las náuseas arruinaran la bonanza.




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