Fueron pasando los días, cada día hacíamos tareas distintas. Mi padre se las arreglaba para mantenerme ocupada todo el tiempo, por las noches caía rendida, y no tenía cabeza para nada más, hasta que notaba aquella presencia.
Definitivamente convertirme en Reina se había vuelto algo agotador.
Esteban siempre trataba de estar a mi lado. Pasaron varias semanas antes que lograran estabilizar el reino, las comarcas, las razones legales, las divisiones de territorio, el pueblo, los campos, la economía y la religión. Todo poco a poco, regresaba a la normalidad y en toda esa conversión había aprendido mucho, había estado tan al tanto de todos los cambios, que en cuanto mi padre me habló de la boda sentí que me había caído una roca muy pesada y un balde de agua fría de repente sobre la cabeza.
Tenía ya varios días de no ver a Esteban, se la pasaba muy ocupado sustituyéndome en el pueblo, le había encomendado con todo el corazón que luchara porque no se abusara del trabajo de nadie y que recibieran lo justo. Encantada habría ido personalmente, pero mi padre siempre impedía que fuera sola al pueblo, aunque hubiera cruzado durante medio año tantos lugares. Se lo reclamaba, pero mi padre siempre ha sido imposible de persuadir en cuanto a todo lo que trate de mi seguridad.
Mi padre y yo estábamos sentados en una de las bancas de madera al lado de uno de los jardines más hermosos del castillo, ya había regresado la belleza de la naturaleza, gracias a los cuidados de los sirvientes. Veía tulipanes amarillos y rosas.
—Debes encargarte de los preparativos se hará en la misma capilla del castillo, ve pensando que te gustaría hacer.
Abrí los ojos como platos sin saber que decirle.
—He pensado en unos arreglos con flores y pienso que Sarbelia podría confeccionar tu vestido de boda, ella ayudó a tu madre con el suyo —Susurró sin darme la vista.
—Bien, padre, estoy de acuerdo hablaré con ella. Déjamelo a mí. Sabes, he pensado en algo, y creo que deberíamos de invitar a todo el pueblo para la celebración y al ser así ¿porque casarme aquí? Sería perfecto en la iglesia del pueblo.
Se volvió a mi estupefacto.
—Me parece muy raro y salido de costumbre, pero en verdad debes darte prisa. Alexia, tienes cinco días para eso, no más. Esteban volverá en dos días. Para ese entonces casi todo debe estar listo. No te diré que no, porque sé que Esteban apoyará tus deseos. Cuando converse con él se le avisará a todo el pueblo.
Sonreí.
—Sí padre, así será.
Mi padre me dio un beso en la frente y luego mostró una tierna sonrisa, a grandes pasos se dirigió a la torre de homenaje. Como cosa rara, tenía ganas de comer algo, quizá uno de aquellos frutos que Jon solía darme.
Todo me recordaba a él, de día la naturaleza y el viento; en la comida aquellos frutos, en mi pueblo, la estadía con mi gente, y en la noche el cielo repleto de estrellas y no digamos la luna.
Me dirigí al salón capitular, una de las mozas me traía una bandeja con comida y casi al llegar frente a mi derramó todo a mis pies. Antes del viaje todas las mozas del castillo me tenían miedo, había sido una persona grosera y consentida. Definitivamente no quedaba ni un rasgo de aquella princesa.
Para mi sorpresa, la chica era una de las antiguas mozas. Me alegró mucho verla. Me vio con espanto, estaba paralizada ante mí, la pobre no sabía qué hacer.
—Por favor despreocúpate, fue un accidente, te ayudo a levantar las cosas.
Abrió la boca a más no poder, le di una sonrisa amable. En seguida estaba Sarbelia a mi lado.
—Sarbelia ¿sabes dónde puedo conseguir arreglos de flores? Quiero que todo sea muy lindo, ya sabes, en unos días tendremos una boda— Mencioné entregándole la bandeja con todo lo que se había caído.
—Conozco a varias personas que en sus campos tienen las flores más bellas del reino.
—Bien no perdamos tiempo, vamos.
La horrorizada muchacha me la recibió, al verle las caras a ambas no tenía idea de quién de las dos estaba más asustada o sorprendida. Me hice la desentendida yendo hacia la entrada.
Sarbelia iba como flecha detrás de mí.
—Hija, no podremos ir sin que su padre lo sepa, ya lo conoce; a él no le gusta que salga del castillo y menos sola.
Me volví a ella sonriéndole.
—Tengo todo su permiso, él fue quien me pidió ir. Prepara el carruaje, avísale al cochero y que algunos guardias nos acompañen.
Al ver su rostro mortificado, no tuve más que pedirle con amabilidad algo que nos haría tardar más, ansiaba salir del castillo.
—De acuerdo, ve con mi padre y cerciórate.
Tardó un rato. Llegó en compañía de mi padre, discutimos y nos costó ponernos de acuerdo si llevar a ocho guardias a caballo o seis. Al final accedió a que cuatro nos acompañaran, fue una batalla campal, y nos llevó más tiempo convencerlo de lo que tardamos en dejar el castillo.
Había visto tanta necesidad en las personas, lo necesario que resultaba que tuvieran un líder que los guiara y apoyara. Quizá Jon había tenido razón, me había dejado llevar por el momento, tal vez había sido un capricho. Mi reino me necesitaba y no había mejor esposo que Esteban. Ya me estaba entusiasmando la boda o quizá el hecho que al ser una Reina podría ir a donde quisiera cuando quisiera.
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Editado: 22.07.2021