Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 7: Peligro

Se le había hecho un poco tarde con eso de buscar al miserable de Kyle por toda la ciudad, y solo se sentía frustrado de no encontrarlo por ningún lado. También buscó a Jesse y sus tíos, pero estos se habían esfumado. Max aún se sentía extraño después de tener esa daga hechizada clavada en su cuerpo, pero con el pasar de las horas la sensación de sentirse enfermo fue disminuyendo.

Cuando tuvo la daga clavada en el pecho no fue como simplemente dormir, fue una tortura. No estaba despierto, no era consciente de lo que pasaba alrededor, pero podía sentir cosas. Como el dolor que le provocaba esa cosa hundida en su carne, y quizá si la daga estuviera en buen estado, hubiera sentido como el veneno de la sangre de la reina escarlata entraba a su cuerpo para matarlo. Era una suerte que los juguetes de los Dagger estén tan desgastados, porque pudo morir esa tarde.

Había sido un día largo y complicado, hasta acabó con Riley descubriendo su verdadera naturaleza. Le daba rabia tener que hacerse cargo de Kyle y Jesse, perder su tiempo en lugar de estar con ella y explicarle con calma todo. Le daba más rabia que ella lo haya descubierto derrotado en el piso de una forma que jamás debió verlo, si de todas maneras ella se iba a enterar que era un vampiro al menos pudo contarle de otra forma, no así.

Aunque dentro de todo Riley había reaccionado bien. En un principio incrédula, después asustada, y luego había superado el susto, o eso parecía. Por supuesto que seguía desconcertada e incrédula con todo ese asunto. ¿Y quién no? Para un mortal común y corriente eso de los vampiros podía sonar genial cuando veías las películas de moda, pero cuando te das la cara con lo real empiezan los problemas. Por eso le urgía tanto ir donde Riley, mostrarle un poco de él y que lo tome con calma. Pero principalmente, que no le tema y que no crea que va a lastimarla porque jamás haría algo así.

Y justo cuando creyó que al fin se la había ganado, había un retroceso entre ellos. Pero vamos, no va a negar que sintió una cosa rara y fea en el pecho cuando la vio llorar a su lado por él, y que su corazón de pronto empezó a latir con rapidez cuando al despertar ella lo abrazó y besó emocionada por verlo bien. Puede que ella aún esté indecisa o temerosa, pero él sabía que le gustaba. ¿Y él? ¿Qué había del frívolo corazón de Maximilian Edevane? ¿Resumen? Latía alocado cuando Riley Hudson estaba cerca. Listo Max, quizá esto no es sólo un gusto y te has clavado con la chica. Felicitaciones.

Se acercó a la casa de Riley, estaba todo muy oscuro, como si no hubiera nadie. Afuera había dos autos desconocidos, cosa rara. ¿Había visita? Y si era así, ¿por qué estaba todo apagado? Afinó el oído en busca de señales de vida en esa casa. Escuchó que alguien estaba viendo la televisión en el primer piso, en el segundo alguien dormía, y de pronto frunció el ceño cuando lo oyó. Un llanto disimulado, pero lleno de dolor y rabia. Riley estaba llorando. Apretó los puños y sin pensarlo más se metió rápido a la casa.

La puerta de la habitación de Riley estaba entreabierta, así que la empujó suavemente y ahí la encontró. Sentada en su cama, dándole la espalda y llorando amargamente. ¿Por qué estaba llorando? ¿Acaso sería por él? ¿Tenía miedo por lo que había descubierto? Esa idea no le agradó nada y se le hizo un nudo en la garganta. Imaginar que Riley podía estar sufriendo y llorando por él era horrible, no quería eso para nada. Sin perder más el tiempo se acercó a ella, ella sintió su presencia, se giró y se secó las lágrimas de inmediato

—¿Max? ¿Qué haces acá? —preguntó en voz baja.

—Soy un vampiro, ¿recuerdas? Super velocidad y todo eso.

—Si, si... ya recuerdo. Sé que dijimos que íbamos a hablar, pero de verdad no creo que ahora sea el momento. Por favor, vete Max.

—¿Quién te ha hecho eso? —preguntó muy serio. Mientras Riley hablaba, él se fijaba en todos los detalles. Tenía un labio partido y en la parte inferior de su rostro había un moretón.

—¿Qué? No, ¿qué dices? —se puso nerviosa y eso sólo lo molestaba más. ¿Pero quién demonios se había atrevido a hacerle eso a su chica? Y peor aún, ¿por qué ella lo ocultaba?

—Riley, me vas a decir ahora mismo quien te ha hecho esto o si no...

— ¿O si no qué? No eres mi dueño, Max. Ya vete que quiero estar sola —se hacía la dura ahora, pero no señor. Esto no se iba a quedar así. Se acercó a ella y Riley retrocedió. Max tomó su mentón despacio, la chica se quedó quieta. La miró a los ojos, no se iba a ir a ningún lado sin saber la verdad.

—¿Qué pasó contigo, Ri? ¿Quién te ha hecho daño? —preguntó suavemente cuando por dentro moría por moler a golpes a quien quiera que se haya atrevido a tocarla.

—No es nada Max, solo me caí... es todo. Soy una torpe.

—¿Esperas que crea esa tontería?— Ella lo quedó mirando silenciosa y bajó la mirada. De pronto sintió que una lágrima mojó sus dedos, ella se había contenido para no llorar pero ya no pudo evitarlo.

—Vete, ¿quieres? No puedes estar aquí —decía con voz entrecortada.

—No me voy a ir a ningún lado, así que me vas a tener que soportar —Riley suspiró. Entonces lo abrazó con fuerza y empezó a llorar. La sintió tan frágil, tan sensible y destrozada que lo invadió de pronto una especie de pena y culpa, un sentimiento que creía haber dejado atrás hace mucho. Max acarició sus cabellos despacio y la apretó con fuerza a sí, quería consolarla, calmarla, quería que parara de llorar, no soportaba verla sufrir.




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