Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 17: Detrás del vínculo - Parte 2

Un fuerte grito de dolor estuvo a punto de dejarlo sordo. Y lejos de molestarlo lo hizo sonreír. Porque eso era lo que se merecía esa sucia alimaña, ese maldito lacayo que no merecía estar vivo. Pero claro, valía la pena mantenerlo vivo un rato más si era solo para que sufra. Max estaba presente en la tortura de Kyle, no quiso perderse el espectáculo de sangre. Riley aún dormía en el palacio, y aunque pudieron despertarla para que Helena investigue sobre la magia de su sangre, Cassian decidió que mejor la dejen descansar porque debía de estar agotada. Helena estuvo de acuerdo, dijo que aprovecharía el tiempo para preparar algunas pócimas y hablar con Jazmín.

Mientras, Max se entretenía con Kyle al lado de sus hermanos.

—Última uña —dijo Antonette con una sonrisa mientras echaba la pinza a un lado. Le habían arrancado de un tiró todas las uñas, hasta las de los pies. Aunque claro, eso se podía considerar un descanso después de todo lo que le habían hecho. Azotes, golpes, cortes, quemaduras y demás. Pero el muy desgraciado aparte de resistente era testarudo, no torcía el brazo por nada del mundo y de momento no había podido sacarle mucho, a menos que en realidad eso sea todo lo que sabía.

Según contó, su único encargo era ir por Jesse Dagger y llevarlo ante su madre. El hechizo que les permitió usar las dagas del aquelarre Dagger y que además les dio fuerza fue cosa de Philippa. Y nada más, eso de ir a secuestrar a Max y Antonette fue algo bastante improvisado. Él decidió sacar del camino a dos vampiros Edevane aprovechando que tenía las armas para lograrlo. Y no, nunca tuvo idea de la existencia de Riley, apenas se dio cuenta de ella esa misma noche. Como llevaban buen rato en tortura y no soltaba más que lo mismo, no les quedaba más que deducir que si, ya había dicho todo lo que tenía que decir. Pero ahí no iba a acabar el asunto.

—Por favor....—suplicó Kyle—. Ya les he dicho todo, ¿qué más quieren?

—Si, quizá ya hayas hablado lo suficiente para Cassian —dijo Ettiene dándole la espalda mientras buscaba en la mesa dos fierros del mismo tamaño. Sonrió, eran justo lo que quería—, pero no lo suficiente para mí —se giró con rapidez y en menos de un pestañear le clavó los dos fierros en las piernas a la altura de la rodilla. Kyle volvió a gritar desesperado de dolor, estaba sentado a una silla y bien sujeto por unas cadenas—. ¿Quién te crees que eres, pedazo de mierda? ¿Crees que puedes enfrentarnos y salir impune? ¿Qué puedes clavarle una daga a mi hermana? ¿Que puedes humillarnos? ¿Creíste que podías hacernos pasar un mal rato? —decía Ettiene mientras removía en sus piernas esos fierros para causarle mayor daño.

—Vas a tener que decir toda la verdad y suplicar perdón —agregó Max—. ¡Vamos! No estoy escuchando los ruegos.

—Lo siento...—dijo Kyle rendido—. Siento haberme puesto del lado de Philippa. Y juro que digo la verdad. No sé más, Marcus no nos reveló mucho....lo juro...—Ettiene sonrió. No señor, ahí no acababa todo.

—La verdad es que no estoy nada conforme con esta tortura, no nos ha llevado a nada —dijo Ettiene.

—Ya dije todo lo que sabía —rogaba Kyle. Ni pensar que al principio de la tortura se mostraba altanero y asegurando que resistiría, que no diría ni una sola palabra. Por supuesto, nada que dos hijos de ancestrales expertos en tortura no pudieran solucionar. Ahora estaba ahí, lloriqueando como un bebé, suplicando por su vida.

—Yo no soy Cassian, a mí me importa una mierda si vives o mueres. Pero como no tengo ganas de ver como se destroza la basura, te dejaré en tus manos de Jordan.

—Al fin, creí que nunca se iban a aburrir —dijo el brujo. Llevaba buen rato sentado en un rincón mientras los vampiros se dedicaban a torturar a Kyle. Ya habían intentado sacarle toda la verdad a Kyle y no dijo nada que valiera la pena, así que Jordan usaría su poder para entrar en su mente y averiguar más. Lamentablemente para eso se necesitaba que esté consciente y vivo, sobre todo eso. Una pena, de verdad. Con lo bien que la pasaron torturándolo.

—Y así es como se acaba la parte divertida del día —dijo Antonette—. ¿Vas a tardar mucho, querido? —le preguntó a Jordan, incluso se acercó a él y le dio un beso. Max arqueó una ceja, ¿en qué momento su hermana se metió con el brujo?

—No lo creo, pero cuando acabe sabremos todo lo que se pueda sobre los planes del clan Sallow, descuida. Y luego ya nos divertiremos tú y yo —dijo Jordan sonriendo a Anto, le devolvió el beso también. Max apartó la mirada, siempre era extraño ver a la pequeña Anto con cualquier tipo. Y Ettiene que la trataba como la niña de sus ojos terminó soltando un bufido.

—Bueno, yo me largo. Ustedes terminen con este esperpento —dijo Ettiene. Se limpió las manos ensangrentadas con un paño y luego salió rápido, en cuestión de segundos.

—También me voy, creo que ya es hora de volver —les dijo Max—. Nos vemos luego, no tarden mucho —el brujo y su hermana asintieron, esperaba que el hechizo de Jordan no tarde mucho, él también necesitaba saber qué había en la mente de Kyle.

Max salió del sótano, ya había hecho suficiente. Subió por las escaleras, ya eran más de las 11 de la mañana. Riley debía de estar despierta, o al menos eso esperaba. Dio unos toques a la puerta de la habitación, y al no encontrar respuesta la abrió. No es que desconfiara, pero era mejor asegurarse que estuviera bien.

Abrió la puerta de la habitación despacio, Riley aún dormía. No se dio cuenta exactamente cuánto tiempo estuvo ahí, quieto, observándola. Se veía preciosa. Caminó a paso lento hacia ella, acomodó sus rojizos y bellos cabellos para poder ver su rostro. La mano fue hacia su mejilla y la acarició con ternura. No era solo lo mucho que deseaba hacerlo con ella, era lo mucho que lo enternecía, como lo hacía sentir. Quizá se estaba enamorando de ella, quizá ya lo estaba y aún no lo sabía. Solo importaba disfrutar de ese momento a solas con ella, de contemplarla dormida. Riley empezó a moverse un poco, sus ojos se abrieron despacio aún con flojera y lo miraron a los ojos, al cabo de unos segundos una sonrisa se formó en su rostro.




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