El desayuno para las únicas humanas del Palacio Arzobispal se sirvió a la hora indicada, a las ocho en punto. Había notado que Cassian era bastante puntual con eso, el día anterior pasó lo mismo. Llegó cinco minutos después de las siete y la comida ya se estaba sirviendo, la encontró algo fría y nadie fue a calentarla. Por eso, aquella mañana Riley y su madre llegaron a la hora exacta para el desayuno. Todo se sirvió en orden y sin contratiempos. Los empleados encargados del desayuno solo las saludaron y no dijeron nada más, solo algunas preguntas casuales sobre si querían más café o si quizá preferían edulcorante.
Riley desayunó en silencio, mamá hacía lo mismo. Y Max, que no era humano y nadie lo invitó, igual estaba ahí con ellas. Solo quería hacerles compañía, eso lo sabía. Pero lo que de verdad quería Riley era saber qué rayos iba a pasar con ella. Si, estaba en ese lugar seguro que tenía una escuela y todo, pero no tenía idea de qué sería de su vida y cuáles eran los planes de los Edevane para ella. Sabía también que Max no tomaba las decisiones ahí, el que estaba a cargo de todo era otro. Uno al que, por cierto, besó en el cuello el día anterior. Tenía que hablar con Cassian y le daba miedo pensar en eso porque no tenía alternativa.
El desayuno transcurría con normalidad, cuando de pronto la puerta se abrió de golpe, haciendo que casi se le escape un grito. Si hasta derramó un poco de su café y a mamá se le cayó una cuchara al piso. Era Ettiene.
—Max, muévete. Tenemos que hacer.
—Buenos días, hermano Maximilian, ¿cómo has amanecido? —le dijo Max en un tono de cortesía fingida.
—Mueve el culo y cállate —ordenó Ettiene en ese tono tosco de siempre.
—¿Y por qué debería hacerlo? Ni siquiera has saludado a las damas. Qué falta de respeto —Ettiene soltó un bufido, Riley sabía que la odiaba y que quizá no le gustaba que esté ahí. Bueno, odiar es una palabra muy fuerte, pero de hecho que no le agradaba. Suponía que saludarla estaba en su lista de cosas que le importan una mierda.
—Buenos días —les dijo a ellas sin mirarlas—. ¿Ya te mueves?
—¿Qué vamos a hacer hoy?
—Liberar a Kyle —escuchar eso casi hace que Riley se atragante con el café. Suponía que ya habían sacado de él todo lo necesario para poder defenderse de los vampiros Sallow. Además, Cassian había prometido a esa tal Maxine que dejaría vivo al muchacho. Ah vamos, que ese de muchacho no tenía nada, casi hace que los maten a todos—. Y porque soy un hermano muy considerado pensé que querrías venir a desangrarlo un poco, para que veas que te tengo aprecio y tú solo me señalas los modales. La próxima te mando a la mierda directamente y se acabó.
—Hubieras empezado por ahí —dijo Max poniéndose de pie.
—¿De verdad te vas a ir para eso? —preguntó ella—. Y también buenos días, Ettiene.
—Si, como sea. ¿Vienes o no? —insistió el vampiro.
—Claro, voy de una vez. Tranquila Ri, solo le daré una lección a ese infeliz.
—No puedes estar hablando tan tranquilo de ir a desangrar a alguien y esperar que lo tome como si fueras a recoger el periódico, hazme el favor —le reclamó ella. Nunca le había gustado la violencia, ya era bastante horrible saber que Max se alimentaba de sangre como para que le diga que se iba a poner en plan psicópata con ese Kyle.
—Eso sería válido si Kyle fuera "alguien", pero ese tipejo no lo es. Tú tranquila, no pasa nada. Me encargaré que no vuelva a molestarte.
Max decidió no dar más explicaciones y simplemente se fue siguiendo a su hermano. Riley suspiró, ojalá las cosas no tuvieran que ser así. Había tanto por aclarar, entre esas cosas estaba el beso que se dio con Max y definir qué iba a pasar con ellos. ¿Qué eran? Esa parecía ser la principal pregunta. ¿Novios? ¿Amigo con derechos? ¿Ella en verdad quería eso? Si antes no cedió a las provocaciones de Max era porque pensaba que para él solo sería una más en su colección de mujeres que cayeron en la trampa. Ya no estaba segura que sería así, sabía que ella tenía un lugar especial en su vida. No quería ser alguien pasajero, si iban a ser algo tendría que ser en serio. Él tenía que saber un par de cosas, como lo que pasó con su ex novio. O como el alma de Cassandra se le metió el día anterior para que se lance sobre su hermano. Sobre todo eso. Si Max quería seguir adelante a pesar de todo, entonces estaba bien.
Después de desayunar se despidió de mamá. Ya tuvo tiempo de hablar con ella la noche del día anterior. Le explicó la situación en la que estaban y le pidió calma, le dijo que pronto se resolvería todo eso y que era momentáneo. Por eso, y por más que estuviera nerviosa, tenía que aclararlo con Cassian. Necesitaba saber hasta cuando iba a durar todo aquello y qué sería de su vida. Fue de nuevo hacia los pasillos del palacio arzobispal y le preguntó a un empleado que trabajaba por ahí donde podría encontrar a Cassian.
—El padre Cassian —dijo con toda seriedad el hombre, como corrigiéndola de que lo llame por su nombre y no como lo que era en verdad, un sacerdote.
—Si, él —respondió ella esperando que esa conversación no tarde mucho.
—Lo encontrarás en la oficina principal del arzobispo. En el primer piso, hacia el pasillo principal. Vas directo atravesando el patio de la fuente y ahí encontrarás la enorme puerta. Si está dispuesto a atenderte lo hará de inmediato.
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Editado: 16.02.2021