Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 23: Nunca

Cuando Max entró al comedor la sonrisa se le borró al instante. Riley estaba en su sitio, la señora Margaret también, y frente a ambas el plato de entrada de la cena. Lo que no esperó fue ver a su hermano ahí, sentado en la mesa con ellas.

El vampiro se retrasó un poco en llegar pues estuvo alimentándose con un poco de sangre fresca. La cena para los vampiros del palacio arzobispal se servía en una hora, pero él se la saltaría para pasar el rato con su chica y la suegra. Lo único que agradecía de estar en ese maldito lugar es que era más fácil conseguir alimento, podía beber la sangre que quisiera hasta quedar satisfecho, sin temor a que lo descubrieran. Así que una vez se alimentó como corresponde, fue rápido al comedor en busca de Riley, hasta que se dio con la desagradable sorpresa de la visita de Cassian.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó molesto. No pudo evitarlo, aquello era demasiado. Por más que intentara no sentir celos de Cassian y Riley, pensar que esos dos compartían un vínculo ancestral le rompía los nervios.

—Esta es mi casa, Maximilian. Puedo estar aquí si deseo —contestó su hermano con calma. Riley lo miró fijamente mientras hablaba, la señora Margaret cortaba algo en su plato—. Si vas a estar aquí, entonces siéntate y guarda silencio. No hagas una escena —le pidió Cassian, cosa que solo lo irritó más.

—¿Y si hago una escena qué?

—Si perturbas la tranquilidad de este lugar, entonces tendré que echarte. Siéntate —ordenó el sacerdote.

—Max, relájate —le pidió Riley—. No pasa nada, solo es una cena.

—Bien —contestó él irritado. Caminó molesto hasta sentarse al lado de la chica. Era difícil hacerle entender que no confiaba para nada en las intenciones de su hermano, que para él esa amabilidad y el cuento de que la cuidaba como su hija eran puras patrañas. Max sabía de la pasión que llevó a Cassian a hacer lo impensado, que rompió esquemas, que lo hizo cambiar por completo. Si la mujer que provocó todo eso en su hermano estaba ahí presente en otro cuerpo, entonces él no tenía ningún motivo para sentirse tranquilo. Segundos después, una camarera dejó el plato de entrada frente a él, y sin ganas tomó el tenedor. No quería comer, pero al menos fingiría para quedarse ahí y vigilar a Cassian.

—Estaba conversando con la señora Margaret antes que interrumpieras —dijo Cassian. Él no dijo nada, solo miró a la mujer de lado—, le explicaba que lamento mucho la terrible situación por la que están pasando ella y su hija, pero que estamos haciendo todo lo posible para que su estancia aquí sea cómoda. Riley empezó hoy a estudiar en la escuela, y si usted está de acuerdo, podrá trabajar en la clínica de la escuela. Nos hace falta una buena odontóloga.

—También me parece una buena idea —contestó la madre de Riley—. Ya que no podemos salir de aquí, no va a quedar de otra que adaptarnos. Preferiría tener mi propio consultorio como antes, pero ya entendí como son las cosas.— Max sabía que no era exactamente ahí. La mente de la mujer estaba manipulada por los vampiros, él le había ordenado que guardara la calma, y de seguro Cassian le ordenó que acepte sus propuestas sin oponerse. Y también suponía que todo ese teatro delante de la madre era para convencer a Riley de que todo estaba bien, que podía confiar en ellos.

—Desde luego, señora Margaret. Cuando todo esto acabe, me encargaré que le devuelvan el consultorio perdido. Depositaremos sus honorarios sin falta, los estudios de Riley son por nuestra cuenta, de eso ni se preocupe.

—Me parece perfecto —contestó la mujer. Tampoco es que tuviera muchas opciones, era lo que tenía que aceptar por el bien de Riley.

—Gracias —murmuró la muchacha. En ese momento entraron dos camareras, quitaron los platos de entrada y sirvieron los de fondo.

Todos empezaron a comer en silencio, y aún así Max notaba cierta tensión. Quizá Cassian no quería que estuviera ahí, quiso aprovechar su ausencia para hacer algo. Apenas hablaron durante la cena, todos comían en silencio y de rato en rato soltaban algún comentario sobre la comida. Hasta el postre todo transcurrió con normalidad, pero apenas recogieron los pequeños platos, el semblante de Cassian cambió. Lo conocía bien, era porque tenía un tema importante que tratar.

—Señora Margaret, ¿le importaría dejarnos a solas un momento? Necesito hablar con Riley —le pidió Cassian a la madre.

—Está bien —contestó ella tranquila mientras se ponía de pie.

—Descansa, mamá —le pidió Riley. La señora solo sonrió y asintió, él miró de lado a su chica. Se veía algo nerviosa.

—¿Y bien, Max? —preguntó Cassian cuando la señora Margaret salió del comedor—. ¿Demorarás mucho en salir?

—¿Perdón? —dijo él molesto. Incluso dio un golpe en la mesa sin querer, pero ese estaba muy idiota si creía que lo iba a dejar a solas con su chica.

—Dije que quería hablar con Riley, no tienes que estar aquí. El asunto no te incumbe —contestó su hermano con tranquilidad. Max sintió tanta rabia en ese momento que era capaz de arrojarse encima de él. Aunque en ocasiones admirara la capacidad de Cassian para mantenerse sereno en situaciones de tensión, ese momento odiaba que esté tan tranquilo y usara un tono tan condescendiente al hablarle.

—No iré a ningún lado, lo que tengas que decir lo harás conmigo presente —declaró muy firme.




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