No podía creer lo que estaba haciendo, no imaginó que estaría en esa situación. Su familia nunca fue religiosa, y ella jamás puso un pie en una iglesia, menos una católica. Pero ese día la jornada escolar empezaba con una misa, presidida nada más y nada menos que por Cassian. Riley no tenía idea de qué hacer. Ni bien llegó a la escuela la condujeron a la iglesia junto con los demás del salón, para variar nadie le hablaba y nadie tuvo la delicadeza de explicarle nada. A pesar de que la situación no fuera de su agrado, la chica miró con interés las pinturas que decoraban las paredes de la iglesia y la cúpula. Era increíble, definitivamente obras de arte que no tenían igual. Riley no dudaba de que todo fuera original, los Edevane tenían los medios para conseguirlo.
Se sentó lo más lejos que pudo del altar, por suerte nadie le reprendió por eso. Se quedó ahí mientras intentaba seguir con el ritual. Pararse, sentarse, repetir algunas palabras y cantos. Riley buscó con la mirada a Max, no lo vio por ahí y empezó a inquietarse. Tampoco estaba Antonette o Ettiene, nadie conocido. Ni siquiera Howard, él siquiera era alguien de confianza considerando que estaba ahí ayudando a Jesse. La chica no tenía idea de qué conmemoraban ese día, pero llegó un momento en que Cassian pasó adelante y empezó a hablar. Un sermón, suponía.
Casi no lo escuchaba, solo lo miraba a lo lejos en silencio. No podía dejar de observarlo, en ese momento hasta sintió deseos de acercarse para verlo mejor. ¿Por qué se sentía de esa manera? Cuando Cassian hablaba tenía una especie de magia atrayente que hipnotizaba al público. Todos guardaban silencio y lo miraban fijamente, nadie escapaba de su atracción. Era un excelente orador, aunque fuera un discurso religioso, Riley se sentía fascinada. Era su tono de voz quizá, o quizá la firmeza con la que hablaba. O su mirada, sus labios. Él mismo. No podía quitar los ojos de Cassian, una parte de ella deseaba intensamente estar con él en ese momento. Incluso ideó esperar a que terminara la misa y buscarlo. Hablar de algo, cualquier cosa. Sabía que no iba a evitarla, Riley tenía claro que él tampoco podía apartarla de su mente.
—Amiga, trapea tu baba por favor.— Aquella voz la despertó y la trajo de vuelta a la realidad. Riley se enderezó de inmediato, miró a un lado y vio que Jazmín fue la que habló. Las dos estaban solas en esa banca de la iglesia.
—Hola —saludó en voz baja. Enrojeció, qué vergüenza. Era demasiado obvia. Lo peor es que Riley también estaba segura que todo eso era cosa del vínculo que tenía con el vampiro. Solo era su parte Cassandra en ataque. Ella no podía y no quería sentir nada por Cassian. Eso no era real, sus sentimientos verdaderos eran para Max.
—Ya veo que estabas muy entretenida. Lo entiendo, el padre Cass sí que está bueno. Aunque lo tuyo es otra cosa.
—Supongo que ya lo sabes.— Jazmín asintió, hasta le sonrió de lado.
—Lo sé muy bien —contestó la bruja—. Qué cosas tiene la vida, ¿no? La magia, la vida, los deseos ajenos. Hay tantas cosas que no podemos evitar —Riley iba a responder, pero entonces las dos tuvieron que ponerse de pie imitando a los demás. Ni idea de la parte que iban de la misa, se distrajo mucho.
—Jazmín, ¿puedo preguntarte algo?— La iglesia ya no estaba en silencio, el coro cantaba una hermosa melodía, los demás estudiantes la seguían.
—Suéltalo.
—¿Por qué estás aquí? —la bruja no contestó por varios segundos, eso la puso un poco ansiosa—. Jazmín...
—Si, ya te escuché —le dijo sin mirarla. Quizá no quería contarle, solo podía ser eso—. ¿Te han explicado sobre el poder de los Relish?— Con que si quería hablar, después de todo. Riley asintió, entendía un poco de eso, pero le faltaban más detalles.
—Básicamente puedes entrar en la cabeza de las personas y ver todo lo que ha pasado.
—Si, eso lo hacemos todos los Relish. Es un poder propio nuestro, se llama hechizo de origen. A través de una persona podemos ver sus raíces. Sus padres, abuelos, tatarabuelos, y así. Eso es normal, de esa manera averiguamos muchas cosas, es algo que todas las brujas y brujos de mi aquelarre aprenden de dominar desde pequeños.
—Ajá... entiendo. Pero, ¿qué hiciste tú entonces?
—Yo puedo hacer algo más.— Todos en la iglesia se sentaron. En realidad se pusieron de rodillas, Riley miró hacia el altar y vio que Cassian estaba consagrando la hostia. Sabía que ese era un momento sagrado, todos estaban en absoluto silencio, pero ella necesitaba respuestas—. Soy la única que además puede ver escenarios futuros.
—¿Qué?— Eso la sorprendió de sobremanera. Incluso una persona de la otra banca giró a verla pues su voz se escuchó fuerte en ese lado de la iglesia.
—Ven, te cuento —le dijo Jazmín hablando muy bajo, pero gracias al silencio del ritual logró escucharla. Sin importarle nada, o que todo el mundo la viera, Jazmín se puso de pie y empezó a caminar a un lado de la iglesia. Riley dudó, pero finalmente la siguió. Se escabulleron hacia otra parte del santuario, ese lugar era enorme. Desde ahí casi no se escuchaba la ceremonia, podían hablar con calma.
—¿En serio? ¿Puedes ver el futuro? —preguntó Riley con curiosidad. Más que eso, estaba impactada.
—El futuro no es solo uno, Riley. Cada paso que damos puede cambiar el destino, y yo puedo ver muchas posibilidades. Una vez que entro en la cabeza de alguien para hacer un hechizo de origen, también sé las cosas que podrán suceder. Como imaginas, mi poder es algo que muchos ambicionan, pero también es algo que prefieren que no se divulgue. Si yo fuera una zorra ambiciosa podría vender información a ciertos enemigos, ¿no crees?
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Editado: 16.02.2021