Reina Escarlata I: Guerra de sangre

Capítulo 35: Aefentid

Thierry volvió al amanecer de aquel día. Ya casi se estaba acostumbrando a Lorena, cuando de pronto y justo antes de salir a clases, el vampiro apareció en la puerta. Ella se llevó una sorpresa y acabó lanzando un grito de espanto, el vampiro estaba parado ahí y con una expresión tan tétrica que sintió que se le paró el corazón. Diría que no estaba en su mejor forma, incluso para ser un vampiro lucía pálido.

—No exageres, tú ni siquiera te has hecho una trenza decente —le espetó el vampiro en ese tono lleno de cruel indiferencia que tenía reservado para ella.

—Me asustaste —contestó ella intentando guardar la calma, tenía el corazón a mil. No esperó verlo volver tan pronto, no después de los progresos que hizo gracias a Lorena y sus ganas de soltar información.

—Si, ya me di cuenta —le dijo él sin perder la paciencia—. Vine a verificar que estabas bien.

—Thierry.— La vampiresa salió de su habitación y se paró justo detrás de ella en apenas unos segundos. Riley dio un respingo cuando la sintió tan cerca de pronto. Quizá nunca iba a acostumbrarse a eso de las apariciones de vampiros.

—Hermana Pazzi.

—He colgado el hábito. Por ahora —aclaró ella, y Thierry solo asintió despacio—. No te ves bien, ¿te has alimentado ya?

—Algo.

—No parece. Fuiste herido, necesitas un cuerpo entero ya mismo.— Riley tragó saliva. ¿Era en serio eso? ¿Estaban hablando de desangrar a alguien hasta la muerte delante de ella como si nada?

—Ya lo hice —contestó sin inmutarse—. Pero la mordida de Antonette tiene efecto retardado. Me siento bien, pero no puedo evitar la palidez. Supongo que eso durará un día más, no es nada grave.

—¿Seguro? ¿No quieres que la cuide un día más mientras te recuperas? —le preguntó Lorena. Ni en Dios creía, pero en ese preciso instante Riley se puso a rezar internamente para que Thierry acepte la propuesta.

—No, está bien así. Debo cumplir lo que Ettiene encargó, mi creador está ahora mismo muy ocupado y lo mínimo que puedo hacer es seguir sus órdenes en su ausencia. Tú deberías hacer lo mismo —miró de lado a Lorena, ella había arqueado una ceja.

—Cassian me pidió que la vigile hasta tu regreso, así que ya puedo retirarme. Supongo que no te gusta que duden de tus capacidades para hacerte cargo de algo.

—Ya te lo dije, estoy perfecto. Puedes volver a las órdenes de Cassian.— Por alguna razón Lorena no parecía nada contenta con tener que abandonarla. No creía que le hubiera tomado cariño ni nada, algo se traía. Algo que quizá estaba relacionado con la llamada que recibió la tarde del día anterior.

—Bueno, te dejo —le dijo Lorena posando sus manos en sus hombros—. Ha sido un gusto, Cassandra "dos punto cero" —bromeó ella, cosa que no le hizo nada de gracia—. Bien, bien. Nada de bromas sobre tu origen, entendí. Tienes mi número, estaré dentro del área de la escuela. Puedes llamarme para lo que necesites.

—Gracias —murmuró ella. Lorena pasó por su lado, le hizo una seña de despedida a Thierry para luego desaparecer gracias a su velocidad. Ella suspiró, casi había olvidado lo que era pasar noche y día al lado del tétrico de Thierry, pero verlo ahí parado solo le recordaba que se reanudaba su tormento.

—¿Y bien? —preguntó él—. ¿Cuánta información te soltó Pazzi?

—¿Eh?

—Lorena nunca ha sido buena para guardar secretos, quizá por eso Cassian la asignó para ti. Para tenerte entretenida quizá, o para que te cuente cosas que debes saber.

—Ehhh... pues si, tiene sentido para mí —le dijo pensativa. No creía que Cassian fuera del tipo de persona que hiciera las cosas sin un propósito, y sin duda se lo pensó unos segundos antes de escoger a Lorena como guardia. Siendo así, la vampiresa le había contado justo lo que necesitaba saber. Lo que Cassian quiso que sepa.

—¿Entonces qué fue lo que te dijo?

—Ya debes saberlo. Su origen en la abadía, sobre su familia italiana. Sobre tu fase de sacerdote también.

—¿Mi fase? —le preguntó arqueando una ceja.

—Porque ya no lo eres, ¿verdad? No te veo ninguna sotana.

—También he colgado el hábito de momento —contestó sin mucho interés—. No me es conveniente por ahora. ¿Y te dijo algo más?

—Sobre Santa Alodia Abarca y San Nicolás de Abarca —agregó y lo miró fijo esperando ver su reacción. Pero el desgraciado existencialista ese ni siquiera se inmutó.

—Ah. Bueno, andando. ¿No tienes clase de cálculo?

—De Física.

—Peor. Vamos —dijo él haciéndose a un lado para dejarla pasar.

Thierry le recordaba a Meursault. Había leído "El extranjero" de Camus el año anterior en clase de literatura, y nunca había logrado imaginar realmente a aquel personaje. Pero Thierry tenía toda esa apatía por la vida, nada parecía importarle en verdad, nada le conmovía. Servía a Ettiene porque era su señor, era fiel al clan porque era lo que le tocaba, la cuidaba porque no había de otra. El otro día había mostrado cierto interés por los vampiros jóvenes, parecía despreciar a la juventud y su forma de ver las cosas con alegría y optimismo. Si toleraba a Jazmín era porque la bruja parecía tener poco interés en la existencia y la vida, justo como él. Dramático, trágico. Así le habían dicho. Riley ya le había encontrado un apodo mejor. El cretino existencialista.




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