Reina Mía

Capítulo 2.

Kasch vivía por y para el trabajo, amaba cada cosa que como rey debía hacer, para muchos la obsesión que él tenía por la perfección era una enfermedad. Después de aquella terrible y bochornosa situación a la que fue sometido por quien más confiaba Kasch decidió no volver a tocar el tema de matrimonio, al final volvía a darse cuenta de que era solo un desperdicio, y que en todo el ancho mundo sobrenatural jamás habría quien mereciera casarse con el rey de los leones, todos en las manadas ya habían entendido eso, así que por la cabeza no les pasaba ni siquiera la idea de mencionárselo. 

Ya habían pasado dos años desde eso, al parecer todos habían olvidado aquel suceso, a pesar de haber sido el chisme más caliente por mucho tiempo, ahora parecía que eso nunca había sucedido, y para Kasch eso ya no tenía la más mínima importancia en su vida.  

Como rey de numerosas manadas, la principal prioridad de este pelinegro era su gente, mantenerlos a salvo y siempre procurar ser mejor que todas las demás especies, pero, este año en particular no era de los mejores, en los últimos meses se habían presentado muchas bajas en cuanto a sus guerreros, algo que no pintaba para nada bien, pues eso significaría una perdida bastante grande a sus territorios.  

Charcos de sangre y plata, era todo lo que encontraba en los lugares de los hechos, una masacre total, algo en todo no le provocaba un buen presentimiento, aquellas muertes tan seguidas y crueles, solo eran señal de que algo malo pasaba, solo la diosa sabría quién era aquel que amenazaba a su raza. 

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Aquella noche, una de las más oscuras y de tormenta una carta llegó hasta su manada, si, en pleno siglo veintiuno Kasch aún usaba las cartas, odiaba tener que usar el móvil, así que cualquiera que quisiese comunicarse con él, debía enviar una carta. 

El sobre era fino, parecía enviada por algún alto mando, claro, con esto nos referimos a alguien como el, otro líder, aunque desconocía, si era un Alfa o un rey como él. Con poco interés abrió el sobre, lo primero que leyó fue su nombre, escrito con una magnifica caligrafía, claramente el desconfiado Kasch se mantenía curiosos y alerta, ya que bien podría ser una declaración de guerra, ya que él no se encontraba en muy buenos términos con los demás lideres. 

Daba igual lo que dijera, miedo no tenía y que pasara lo que tuviera que pasar, él estaba dispuesto a todo, pero, a diferencia de lo que creía que diría, solo era un anuncio, o más bien, una petición, una reunión en la que la sede sería su manada. Claramente la idea de tener a todos los lideres de cada raza le parecía una estupidez, pero, parecía ser algo muy importante, así que a regañadientes envió una respuesta positiva, diciendo que se llevaría a cabo en tres días, dejando siempre en claro que quien lo retara no saldría vivo de sus tierras. 

Pediría a la diosa que le regalara paciencia, porque él odiaba tener invitados no deseados en su mansión, pisando sus tierras, pero, obvio su deseo no fue concedido y no pudo evitar demostrarlo cuando los vio llegar a todos destilando superioridad frente a su gente, imagino que sería un día largo o eso pensó hasta que la vio llegar a ella y supo inmediatamente que el día sería eterno... 




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