Narrador omnisciente.
Todos habían quedado en shock en la sala, por suerte el teniente Axel fue capaz de recoger a Jade antes de que esta se desplomara por completo. La sostuvo y se giró hacia el pequeño grupo que seguía completamente congelado.
– ¿Qué no entienden que necesitamos un médico? – poco a poco fueron volviendo en sí, y comenzaron a formar un gran alboroto. Una pena que los allí presentes no supieran utilizar su formación militar en situaciones como aquella, pensó Axel. – Bien, cállense todos – no le hizo falta alzar la voz para que todos se quedaran quietos en sus puestos. – Tú, secretaria – llamó a Amanda. – avisa a Abbygail Hampton y a Adolf y pídeles que se reúnan con nosotros en el hospital; coronel y teniente quiero que alejen a todos los soldados de este edificio, de los caminos y del edificio del hospital, no sé inventaros algo y lleváoslos al campo de entrenamiento, doy permiso para que la prueba de los cuatro equipos se vuelva a realizar de ser necesario…
– Pero, señor ahora no tiene la autoridad para decidirlo. – habló la teniente coronel Prescott.
– Oh, es cierto, ¿Quiere preguntarle a la máxima autoridad? ¡Pues espere a ver si todavía respira! En estos momentos yo soy la máxima autoridad hasta que la capitana Williams despierte y un especialista declare que se encuentra en óptimas condiciones para seguir trabajando. – demandó el teniente general.
Todos asintieron y salieron escopetados de esa sala. Sabían que el teniente general era muy estricto y lo le gustaba que le hicieran perder el tiempo.
El teniente esperó unos minutos y, cuando creyó que ya no quedaría casi nadie se dirigió al ascensor. El descenso se le hizo eterno, realmente se encontraba preocupado por su superior, ver el pánico en sus ojos justo después de ver el color de estos le desequilibró completamente.
Nada más entrar por la puerta del hospital una rubia de ojos azules se les abalanzó lanzando preguntas sin ton ni son.
– ¿Se encuentra bien? ¿Qué ha pasado? ¿Es por el embarazo? ¿Lo sabes? ¿A quién debo matar? – la última pregunta casi hizo reír al teniente.
– Anda calla y dime donde está Adolf. – dijo el teniente mientras miraba a su alrededor.
– Está llegando, ¿no quieres dejarla en una camilla? – preguntó la mujer con preocupación.
– Estoy bien así, gracias.
Abby realmente se encontraba preocupada por su amiga, nunca la había visto tan pálida y eso la asustaba enormemente.
– Ya estoy aquí, ¿qué ha sucedido? – preguntó Adolf mientras entraba por las puertas mecánicas. – la llevaremos a una de las habitaciones de la tercera planta, así si hay que hacerla algún escáner no tenemos que cambiarnos de planta. Ahora cuéntenme, lo que sucedió.
– Yo solo conozco una parte, estaba en mi despacho y oí como la secretaria de Jade empezaba a gritar desquiciada, salí y la seguí hasta la sala de reuniones en la que se encontraba la capitana. Al llegar a la puerta nos quedamos congelados, Jade estaba flotando, literalmente, con la espalda arqueada y los brazos extendidos, el aire a su alrededor era violeta, poco después se reincorporó y se giró hacia nosotros a la vez que abría sus ojos, eran… - la voz del teniente se volvió inestable por primera vez en años. – era violetas, el gris de sus ojos fue sustituido por violeta, la secretaria le tendió un espejo para que se viera y comenzó a temblar negándose a asimilarlo, justo después se desmayó. No sé ni cual fue el detonante, ni cómo es posible que eso sucediera.
Sonó el ascensor anunciando que habían llegado a la tercera planta y rápidamente se dirigieron a una de las habitaciones desocupadas.
– Voy a hacer un pequeño chequeo, medir tensión, comprobar el latido de su corazón…, Abby necesito que bajes a recepción y pidas que suba el doctor Campbell y que traiga a dos enfermeras. Y usted, teniente necesito que me ayude.
Abbygail salió a toda prisa del cuarto, mientras Axel ayudaba al curandero con la toma de tensión.
– Veamos cómo va su corazón. – dijo Adolf sacando un estetoscopio del maletín que siempre llevaba consigo. – Necesito que subas su camiseta en la parte de la espalda.
– Señor, creo que para esto habría sido mejor Abbygail. – comentó con reticencia el teniente.
– No, le aseguro que es usted mejor para esta tarea, ella necesitaba salir de aquí, porque sino nos iba a volver locos a todos, ellas son como unas hijas para mí, y por ello sé que si Abby no salía de aquí inmediatamente nos iba a dificultar el trabajo.
Al sujetar a Jade para que no cayera y subirle la camiseta en la parte de la espalda ambos quedaron boquiabiertos, Jade tenía el comienzo de un árbol en la parte baja de esta, el árbol ya tenía raíces las cuales se perdían por la cinturilla del pantalón y tenía un par de centímetros de un tronco de unos ocho centímetros de ancho. Parecía un tatuaje, pero podías ver que se encontraba en continuo crecimiento, como si de un ser vivo se tratara, la tinta negra iba muy lentamente recorriendo la espalda de la joven.
– ¡Cielo santo! ¡Ya sé que es lo que le está sucediendo! Recuéstala de nuevo en la cama, debo hablar urgentemente con Andrew.
Poco después llegó el doctor Andrew Campbell junto a dos enfermeras.