Reinado de Dragones

Capítulo 8

Kardelen

(Canción: AURORA & Pomme - Everything Matters)

– ¡Asquerosa rata cobarde, hipócrita, rastrera, traicionera y basura! – murmuraba mientras salía al jardín trasero.

– ¿Está todo bien? Se oyeron gritos – habló Ondine.

– ¿Le dijiste que querías unirte a nosotras? Tal vez, si aún quiere que lo acompañes, podamos enseñarte más durante el camino – dijo Eira, apareciendo con una canasta de hierbas y frutas.

– Exacto, podríamos empacar algunas cosas importantes en esos días y prepararnos – Xylia dejó de leer una carta.

– No iremos con ese traidor, y apenas se recupere, lo sacaremos de aquí – les respondí de manera un poco calmada, pero creo que mi rostro no demostraba eso.

– ¿Por qué dices eso? – preguntó la albina.

– Él no es lo que creí que era – dije, decepcionada.

Comencé a explicarles todo, lo muy arrepentida que estaba de lo que sucedía, y que realmente lamentaba haberlas expuesto, pero que realmente me interesaba estar junto a ellas.

– No te preocupes, oí todo lo que él dijo y cómo tú nos defendiste – apareció Aideen por la puerta por la que hacía rato había salido. – Imagino que hechizarlo o algo por el estilo nos convertiría en lo que él dice.

– Él se irá hoy mismo, no lo quiero aquí – dijo la albina, levantándose molesta.

– ¿Tú te quedarás o regresarás? – habló la castaña, provocando que las demás me miraran.

– Creo que es obvio que me quedaré – dije, mostrándoles el cuarzo verde que me habían dado como collar.

Las muchachas sonrieron y comenzaron a entrar, por lo que las seguí. Aideen tomó el equipaje de Hiro y se dirigió hacia su habitación.

– Quiero que te largues ahora mismo – dijo, lanzándole el equipaje sobre él.

– No planeaba quedarme tampoco – Hiro tomó sus cosas.

Cuando cerré la puerta tras Hiro, un nudo se instaló en mi garganta. ¿Cómo no vi antes sus verdaderas intenciones? ¿Qué tan ciega estuve por la esperanza de que alguien creyera en mí? Me senté en el suelo, respirando hondo, con las manos temblorosas. Tenía miedo. Miedo de que las chicas me vieran con los mismos ojos que él. Pero cuando levanté la mirada, vi sus rostros. Firmes. Presentes. Y supe que, si alguna vez tuve una familia fuera de mis padres, estaba frente a mí ahora. Luego de que pasaron algunas horas desde que Hiro se fue, me dijeron que dejara de sentirme culpable, pues a todos nos engañan. Después de que él se fue, Xylia comenzó a preparar el almuerzo, mientras Aideen encendía una vela rodeada de sal y me explicaba que pediría protección y Odine molestaba alrededor a su hermana Eira, mientras ella intentaba que los platos que traía en mano no se le cayeran.

– ¿Por qué no nos cuentas tu historia, Kardelen? – dijo Eira, apoyando dos platos con el almuerzo.

Bajé mi mirada al plato frente a mí. Este tenía papas horneadas con un bello color dorado y hongos con especias. Su aroma era delicioso.

– Mi padre se llama Harold Yseult, es doctor en la aldea, y mi madre, Silvia, es ayudante de él – comencé a contarles. – Vivimos en una cabaña alejada de la aldea, por lo que mi curiosidad por el mundo no me fue prohibida jamás, a pesar del miedo de mis padres.

– Es muy sano conocer los entornos que nos rodean – dijo Aideen, mientras llevaba un trozo de comida a su boca.

– Sí, bueno, tuve una muy buena infancia, a pesar de algunos tiempos en los que sentí la ausencia de mis padres, luego de los 14 años – reí. – Ya no podían llevarme con ellos y debía quedarme en casa. Saben, una vez vi una criatura que creí que era mi imaginación.

– ¿Qué fue lo que viste? – preguntó curiosa la albina.

– Era como un caballo, pero mucho más grande y no se parecía en nada a uno – comenté, recordando. – Tenía alas muy grandes, pico y garras, pero no recuerdo qué más.

– ¡Viste un grifo! – se exaltaron todas.

– Tal vez – les sonreí.

– Espera, espera – habló la castaña mientras se paraba a buscar un libro en los estantes y revisaba sus páginas. – ¡Aquí!

Miré la página y ahí estaba esa criatura que creí imaginar en el pequeño bosque cuando era niña. Revisé la información que decía. Es una criatura mitad león y águila, por eso las garras, pico y alas.

– Sí, es esta – señalé la criatura de la página.

– Qué suertuda eres – me miró asombrada Xylia.

– Recuerdo que al principio lo vi de lejos, en el claro detrás de la cabaña. Me quedé paralizada. Era enorme.… creí que era un monstruo.

– ¿Y no huiste? – preguntó Ondine, sorprendida.

– Lo hice. Corrí tan rápido como pude. Pero al día siguiente, volví. No sabía por qué. Algo me empujaba a mirar de nuevo, aunque me temblaran las piernas.

– ¿Volviste sola? – dijo Xylia

– Siempre. Me escondía entre los arbustos y lo observaba en silencio. A veces me parecía que me miraba, pero nunca se acercaba. Yo tampoco podía hacerlo. Una parte de mí quería tocarlo, pero la otra sentía que si lo intentaba, desaparecería.

Me callé un momento, recordando esa mezcla de emoción y miedo.

– Un día le pedí a mi padre que me comprara carne porque había “encontrado un animal herido”, aunque no me animé a decir qué era. Dejé la carne en el claro y me escondí. Lo vi comer. Majestuoso. Nunca imaginé que una criatura pudiera dar tanto miedo y tanta paz al mismo tiempo.

– Eso no fue un encuentro cualquiera – dijo Eira con una sonrisa enigmática.

– No sé si decirte cobarde o que amable – carcajeó Ondine.

– Realmente era una criatura muy bella – metí un bocado de la comida. – Esto está delicioso, chicas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.