Reinado de Dragones

Capítulo 9

Kenji

(Canción: “Valentine" – 5 Seconds of Summer)

El príncipe Ryu y yo llevábamos unas horas entrenando para mejorar nuestra fuerza. Él estaba levantando unos sacos llenos de piedras.

—Ryu, creo que ya fue suficiente entrenamiento por hoy —dije mientras me sentaba en el pasto.

—Tienes razón —dijo, dejando los sacos—. ¿Qué tal si me cuentas por qué aún no te has fijado en alguna muchacha?

—No soy lo que buscan las mujeres —respondí, algo cabizbajo—. Además, si alguna me habla, es para llegar hasta ti.

—Lo lamento —respondió, apoyando su mano en la barbilla mientras pensaba.

—No te preocupes. Me agrada ser tu amigo —le sonreí.

—Pero, si lo pensamos bien, eres todo lo que las mujeres buscan. Eres caballeroso, amable, gracioso, sabes cocinar, eres fuerte, protector, cuidas y prestas atención a los niños cuando se te acercan... e incluso, si hablamos de muchachas que no son dragones, hasta puedes impresionarlas llevándolas a volar —enumeró con los dedos mis virtudes.

—No olvidemos algo de costura —le recordé.

—¡Además! Eres el partido perfecto. La mujer que no lo vea es porque no te merece a su lado —dijo entusiasmado.

Seguimos charlando un poco sobre mi problema con las mujeres, pero un recuerdo golpeó mi mente. Recordé que la reina me comentó que mi madre decía que, en una relación, las virtudes de ambos sacan lo mejor del otro. No recuerdo nada de ella, pues falleció cuando yo tenía tres años. A la reina no le gusta hablar mucho del tema, pues aún le entristece. Los caballeros la asesinaron cuando protegía a la reina durante una exploración. Antes de morir, le pidió que me cuidara. La reina quería mucho a mi madre, por lo que prácticamente me crió como a un hijo, aunque siempre con la conciencia de que debía servir a Ryu. Me contó que mi madre se llamaba Liling Izel, que tenía el cabello rubio, pero que sus ojos eran idénticos a los míos. Mi cabello rojizo lo heredé de mi padre, Sorin Aeron, que murió junto al rey Xanthus en la exploración de las cordilleras del norte.

—Tu nombre te describe. Solo recuerda su significado cada vez que una mujer te rechace —interrumpió mis pensamientos Ryu.

—"Hombre inteligente, hábil y lúcido" —respondí, recordando el significado—. ¿La reina aún no te ha presentado a alguien?

—Para nada, y eso es algo que aún no me preocupa —carcajeó—. Lo principal es que mi decisión sea la más valiosa al final.

—Pero debe ser un dragón —recordé.

—Obviamente —rió.

—¿Qué tal si visitamos a las brujas? —le sugerí—. Hace un tiempo que no las vemos.

—Es una buena idea. Podríamos intercambiar unas escamas por un poco de menta y ungüento —se levantó, entusiasmado.

Nos pusimos en marcha para cruzar el laberinto y salir del pueblo. Una vez fuera de la montaña, Ryu me pidió que me transformara. Cuando se subió a mi lomo, comencé a volar hacia la cabaña. En el cielo no había ni una nube, lo que nos daba una vista muy amplia. Había una ventisca fría, el pasto verde comenzaba a teñirse de hojas marrones, naranjas y amarillas, y el sol, aunque no era temprano, aún brillaba con fuerza.

—Ahí está la cabaña —dijo Ryu, interrumpiendo mi vista del paisaje.

Comencé a descender con mucho cuidado para no causar ningún daño. Una vez en el suelo, Ryu bajó con algunas de mis escamas en la mano y yo pude volver a mi forma humana. Nos acercamos a la puerta y golpeamos. Aideen fue quien la abrió.

—Príncipe Ryu, Kenji, es una sorpresa que estén aquí —dijo mientras se hacía a un lado—. Por favor, pasen.

—Buenas tardes, Aideen. Hacía tiempo que no iban a la montaña, y Kenji sugirió visitarlas —respondió el rubio mientras entraba.

—Además, les trajimos escamas —le sonreí.

—Qué amables —respondió Eira—. ¿Qué les gustaría a cambio?

—Menta y ungüento para rasguños y heridas —soltó Ryu mientras tomaba asiento.

—Hecho, pero tendrán que esperar por la menta. Fueron a buscar más, deberían estar regresando ya —aceptó el trato Ondine.

—¿Fueron? No querrás decir que Xylia fue —la corregí.

—Bueno, verás, tenemos una iniciada. Ya no somos cuatro —respondió Eira.

—No puedo creer que hayamos conseguido mangos —dijo alguien entrando por la puerta trasera.

—Parece que eres un amuleto de la suerte —apareció Xylia, encapuchada, al igual que la muchacha a su lado.

—Hasta que regresaron —interrumpió Aideen.

—Mira, Aideen, conseguimos mangos —se acercó la muchacha misteriosa, enseñando su canasta.

—Luego hablamos de los mangos. Saluda al príncipe Ryu y a su escolta, Kenji —la regañó Aideen.

La albina, al oír eso, posó sus ojos en nosotros y tomó del brazo a la muchacha para acomodarla a su lado. Quitó su capucha, luego la de la muchacha, e hizo una reverencia.

—Muchachos, les presento a Kardelen Yseult. Es iniciada en la brujería —presentó la albina.

—Es un placer y un honor conocerlo, su majestad —sonrió la pelinegra.

Esa sola sonrisa hizo que mi corazón se acelerara. A mi vista, la muchacha era como una muñeca de porcelana, con largo cabello negro decorado por algunos hilos blancos que me recordaban al cielo nocturno estrellado, ojos azules como el océano, piel blanca como la nieve con unas mejillas y nariz rosadas, tal vez por el frío viento otoñal. No solo tenía una bella sonrisa, sino también unos labios redondos y rojizos que la acompañaban. Mis manos comenzaron a sudar, sentí un ardor en las mejillas cada vez más intenso y comencé a ponerme nervioso.

—¿A los dragones puede darles fiebre? —preguntó la azabache.

—Es algo muy raro y ocasional —respondió Ryu.




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