El olor a comida y el aire festivo, se hizo notar desde muy entrada la mañana. Su madre estaba ataviada entre telas, haciendo vestidos y terminando encargos para las mujeres de Oguen. Esa era una buena fecha para ellas, donde siempre conseguían un poco más de dinero.
Las mujeres que podían permitirse mandar a hacer vestidos para la ocasión, pero no tenían el suficiente dinero para comprarlo en una de las tiendas de la plaza comercial, llegaban ahí. María, su madre, era conocida por su habilidad con la máquina, aunque eso no había sido suficiente para conseguirle un trabajo estable en ninguna tienda.
Por alguna razón, las mujeres y hombres de la ciudad siempre se habían sentido incómodos con su presencia — y la suya si era sincera— así que a su madre le había tocado apañarse haciendo algunos remiendos interminables y costuras agotadoras. Todo por una paga miserable.
Égona se encontraba de fiesta, celebrando el día del nacimiento o, como los dioses lo llamaban,el Umare. Un día en que se le recordaba a todos los mortales como el gran rey de los dioses: Tristán dios de luz, llegó a este mundo donde no existía nada y dejó caer las semillas de la creación, que dieron vida a los otros cinco dioses y con ellos, sus creaciones.
En otras palabras, no era más que un recordatorio de su corta y agotadora mortalidad frente a la grandeza de su poder y por supuesto su absoluta inmortalidad.
El Umare era una fiesta para hacer tributo al dios que regía y cuidaba de cada país. En su continente se encontraban: Tristan quien era el autoproclamado rey de los dioses, señor de la luz, los rayos, la sabiduría y la sanación. Se decía que podía ser vengativo y siniestro al igual que sabio. Gobernaba el vasto territorio de Atland, pero su palabra era ley en todo Égona.
Reagan que era el dios de Ormon, nacido de la tierra convirtiéndose en el señor de toda la naturaleza, era considerado por sus atributos como el dios de la suerte y el destino, representaba el placer y lo desconocido, lo cual explicaba mucho sobre su territorio.
Romy emergió de las montañas y cordilleras nevadas del norte. Se le adoraba como señora de la guerra y la gloria heroica. También se le relacionaba con las formalidades, las justicias y los juramentos. Los heraldos decían que era tan fría como la muerte. Gobernaba Antasis.
En el continente vecino del este, se hallaban: la diosa Tays que emergió de la sequía y le dio vida a los mares, lagos y océanos y por alguna razón se le asociaba con la riqueza; Era la diosa de la Isla Arentia y la tierra bajo el agua, así como de de la tierra fértil y de la costa marina, también de la navegación.
El dios Kieran nació de los desiertos, ese era, para Maya, el más enigmático de los dioses. Se le llamaba el dios de las mil caras, se decía que era un embaucador y que podía cambiar de forma, pero a su vez también se decía que en sus territorios estaban ocultas las puertas del Helheim y que era él quien se encargaba de decidir y juzgar el destino de las almas que entraban en su reino. Gobernaba Erar.
Luego estaba Kadir, quien emergió del fuego y los volcanes, era venerado como el dios de la fertilidad, abarcaba tanto el ámbito sexual como el ecológico. En pocas palabras, el dios encarnaba cosechas abundantes, riqueza, paz y posiblemente incluso virilidad.
Por último estaba Hemdall, dios del futuro, las premoniciones y se susurraba que era el guardián de Égona; poseía cualidades como tener conocimiento previo de las cosas y vastas fuentes de energía (que le permiten dormir menos que un pájaro). Gobernaba la isla de Khals.
Según la historia, los dioses se dieron cuenta de que el mundo no era suficiente, y pidieron a Tristán que creara vida para que disfrutara de él. Entonces llegaron los seres mágicos a poblar el mundo. Las razas antiguas: hadas, elfos, ninfas, duendes y dríades.
Luego se crearon a los los dragones, estos se convirtieron en los preferidos de los dioses y los guardianes de Égona, que en la actualidad de la mano de los héroes, humanos bendecidos con una gota de poder, han mantenido a todos a salvo de la llamada oscuridad; nadie sabía exactamente a qué se referían con esto, pero tampoco se le daba mucha importancia. Nadie cuestionaba a los dioses.
Con los terrenos creados y divididos por lo ancho y largo del mundo, cada dios se encargó de ir moldeando distintas criaturas para sus terrenos, bestias que vigilaban sus tierras y capturaban invasores, así como criaturas tanto bellas como aterradoras que mantuvieran a todos al margen de lo que no querían mostrar. Al final, Tristán decidió crear a los humanos, seres similares a ellos en aspecto, pero sin magia.
Sin embargo, a lo largo de la historia han habido excepciones, humanos que se involucraron con criaturas como ninfas, elfos o hadas y que dieron paso a nuevas especies, algunos los llaman mestizos.
En días como ese cada territorio, sin importar sus diferencias, brindaba tributo a los dioses. La gente de Arentia por ejemplo, al ser la mayoría pesqueros, se esmeraba por agradar a la diosa Tays que regía su isla. En Ormon la mayoría son comerciantes, artistas o como en su caso: tramoyeros o estafadores. Se suponía que el dios que veía por esa región era Reagan, sin embargo, hace muchos años que no se sabía nada de él. Incluso desde antes que ella naciera ya el dios había estado ausente.
Por eso la mayoría en todo Ormon aprovechaba las fiestas para sacar el mayor provecho posible. Además, el gobernante de Oguen ofrecía una fiesta en la plaza principal con comida gratis, eso era algo no se podía desaprovechar.