Reino de héreoes y dragones

4. Una visita inesperada

Habían bailando al menos tres canciones completas y los pies de Theo estaban a punto de llorar y mejor sería no hablar de su estómago. Ni siquiera los violines, piano o panderetas podían apaciguar el rugir de sus tripas. Cuando Maya decidió apiadarse de él y decir que era hora de ir por la comida. Theo pudo haberla besado en ese momento si no hubiese estado demasiado ansioso por llegar. La tomó de la mano y tiró de ella con fuerza mientras prácticamente corrían hacia la mesa de la comida esquivando los cuerpos de las personas que se interpongan a su paso. Detrás de él, podía escuchar la risa y las maldiciones que Maya iba soltando en el camino.

Ya había llenado dos veces el plato con comida,  y estaba a punto de colocarse otra ración de carne, cuando María apareció junto a ellos.

—  Van a enfermar si siguen comiendo así —  La mujer estaba viendo a ambos con el ceño fruncido y Maya se quedó con el cubierto a medio camino de su boca al escucharla.

—  ¡Madre! —  Maya prácticamente se lanzó sobre ella apenas la vio. —  Debes probar la comida, está deliciosa.

Decía, mientras le ponía un poco de todo lo que había en las bandejas sobre el plato a María, quien solo se limitaba a sonreír.

Maya no podía ocultar su asombro al ver a su madre llegar, algo dentro de ella había pensado que no iría; que pasaba algo, pero al parecer eran solo ocurrencias suyas y si era sincera, agradece que así fuera. La relación entre ellas, al ser solo las dos,  siempre había sido buena, y estos dos últimos días había tenido la sensación de que su madre le evitaba hablar. Estaba por arrastrar a Theo nuevamente al centro de la plaza para bailar, cuando el estrepitoso sonido de aleteos inundó el lugar. 

Al comienzo los cuchicheos y los gritos no se hicieron esperar, pero cuando los sonidos tomaron forma, y desde lo alto en el cielo se vislumbró una caravana de dragones bien equipados, un absoluto silencio se apoderó de la plaza, incluso se aventuraria a decir que de la ciudad entera. Nadie se movía, nadie quería respirar lo suficientemente alto para ser escuchado y no era para menos, esos dragones significaban que a Oguen estaba llegando  la guardia real del dios Tristán, eso era toda una novedad. Ormon no era el destino favorito de los dioses, en especial el del dios Tristan. 

El gobernador, un hombre no muy alto y demasiado fornido, pero más amable de lo que su cargo debería permitirle, se apresuró a colocarse en frente del tumulto de personas y por lo blanco que tenía el rostro, se podía decir que él tampoco tenía idea de tan inesperada visita. Sin embargo, logró recomponerse bastante rápido y en medio del parpadeo ya se encontraba dando órdenes a sus guardias y vigilantes e indicando a las personas que despejaran un poco la plaza para abrirle paso a Tristán y la guardia real. 

Como piezas en un tablero todos fueron moviéndose y obedeciendo cada una de las indicaciones. En otro momento, Maya habría estado decidida a irse a su casa y dejar de lado las pleitesías a los dioses, pero esa vez la curiosidad le ganó la partida. Ella nunca había vista a ninguno de los dioses en persona, aun cuando Oguen es la capital de Ormon, en todos sus dieciocho años ninguno de ellos había hecho una aparición en público; así que  solo los conocía por las estatuas o las pinturas de las escuelas y los templos, por lo que ahora quería contemplarlo con sus propios ojos y averiguar el ¿por qué? de esa visita inesperada.

Un agarre en su brazo la hizo alejar la mirada de los dragones que ahora se encontraban en descenso. Su madre jaló de ella con la intención de salir de la plaza. Sin poder evitarlo su ceño se frunció y sus pies se anclaron con más ahínco en el suelo, haciendo que los ojos azules de su madre se posaran en ella.

—  ¿Madre, qué estás haciendo? —  Los ojos de María viajaron de su hija, hacia la caravana que estaba a punto de aterrizar en la plaza, su rostro blanco como el alabastro.

—  Debemos salir de aquí, Maya. —  Su madre no dejaba de zarandear su brazo, y sus ojos reflejaban que estaba a punto de entrar en pánico. No entendía nada.

—  ¿Por qué? Madre, ¿qué está pasando contigo? —  De una sacudida logró liberarse del agarre y retrocedió un paso para demostrar que no pensaba ir a ningún lado.

María abrió la boca y se acercó de nuevo para llevarla lejos, pero el sonido de un cuerno reverberó en el ambiente y paralizó a todos en su lugar. El suelo bajo sus pies vibró con el peso de los dragones, y cuando Maya inclinó la cabeza y vio al hombre que estaba de pie, causando todo este estupor, no pudo hacer más que contener la respiración.

Su cuerpo era grande y muy bien formado, si de eso dependiera, podría pasar fácilmente por humano, uno muy, pero muy apuesto claro. Pero aquellos  bordes de su contorno brillaban como si la luz del sol se  alojara en su cuerpo y se introdujera dentro de su piel, recorriendola como la sangre en sus venas. Su piel era de un dorado intenso y su cabello uno o dos tonos más oscuro. Pero lo que en realidad impactó a Maya y dejó fuera de toda duda su divinidad, eran los ojos. Ella estaba lo suficiente cerca para apreciar el azul de sus ojos  mezclado con un intenso tono amarillo parecía moverse tal como lo hacía el agua en un arroyo. No podría decir de qué edad se veía, pues parecía joven y a la vez mayor, era como si el tiempo no lo alterara en absoluto.

Toda la guardia se había desmontado ya, eran al menos diez hombres fornidos y bien equipados con armadura roja y dorada llevando el logo de un dragón dorado, característico de la casa de Tristan en sus hombros y pechos.  Al lado del dios, se encontraba una chica que a simple vista podría tener tal vez la misma edad que Maya o tal vez un poco menos, sin embargo, ella también desprendía esa misma aura y divinidad que el dios. Incluso su piel brillaba casi tanto como la de él. Maya había pensado que podía tratarse de alguna de sus amantes, pero ahora que detallaba sus rasgos, ya no lo creía tan acertado, junto a la chica como una pared humana se hallaba uno de los héroes de Tristan, sus pies posicionados en defensa y su cuerpo listo para reaccionar ante cualquier amenaza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.