La adrenalina estaba recorriendo todo el cuerpo de Maya mientras el Iskra planeaba con destreza su aterrizaje hacia el inicio del bosque. El viento se sentía cortante en sus mejillas y el clima estaba empezando a sentirse cada vez más fresco, lo que hizo que un pequeño escalofrío trepara por su espalda y la obligue a aferrarse con más ímpetu al animal.
El suelo estaba abriéndose paso ante ella, y antes de que las pezuñas del dragón pudieran tocarlo, Maya levantó la cabeza y observó a la multitud que se encontraba ahí reunida. Un rostro llamó su atención, resaltando entre todos los presentes, viéndola fijamente con asombro y algo muy similar al orgullo brillando en sus facciones. Theo. El castaño estaba dando empujones tratando de abrirse paso para llegar hasta donde ella estaba realizando el aterrizaje.
Un gruñido salió de las fauces del dragón e hizo que Maya fijara sus ojos en él. Fue allí donde notó que estaban a segundos de tocar el suelo. Ella se aferró con fuerza a su lomo y más rápido de lo que esperaba las pezuñas del animal ya estaban raspando la arena del inicio del bosque. Un silencio colectivo y profundo inundaba el ambiente haciendo que el único sonido audible a sus oídos fuese la respiración mínimamente alterada del animal. Iskra, inclinó un poco el torso hacia abajo invitando a Maya a bajarse. Ella pasó sus piernas por encima del lomo del animal y en un salto estuvo fuera de él.
Todo en el cuerpo de Maya dolía, sus piernas, brazos, manos y rostro estaban gritando por atención. Y con más esfuerzo del que debería, fue caminando con cuidado hasta posicionarse en frente al dragón y de cara a los dioses y habitantes de Égona. En medio segundo el ambiente explotó en gritos y vítores de alegría, lo que hizo que una sonrisa de suficiencia apareciera en el rostro de Maya. Detrás de ella, pudo sentir el leve gruñido del dragón, que se movía inquieto en su lugar.
— Hey, hey — Maya se giró y fijó sus ojos en el animal, a la vez que pasaba la mano por sus escamas tornasol — Tranquilo Iskra — Susurró en voz baja — Hemos ganado, disfrutalo.
Cuando Maya volvió su vista al frente se encontró con Theo a pocos metros de distancia corriendo hacia donde ella se encontraba, como pudo obligó a sus doloridas piernas a moverse para encontrarse con el castaño y cuando estaba lo suficientemente cerca se lanzó a sus brazos.
Las manos grandes y calientes de Theo la sostenían con firmeza de la espalda mientras los brazos de Maya rodeaban su cuello.
— Lo hiciste — Susurró Theo cerca a su oído.
Maya sacó su rostro del pecho del chico y le regaló una gran sonrisa.
— Lo hice, les he pateado el trasero.
Theo dejó salir una carcajada mientras colocaba con cuidado a Maya nuevamente en el suelo y examinaba las magulladuras que tenía en el rostro.
— ¿Dónde está mi madre? — Los ojos de la Maya estaban escrutando con detenimiento toda la multitud reunida frente al bosque.
Theo a su lado dejó salir un suspiro cansado, y separó las manos con lentitud de su rostro.
— Ronald ha tenido que llevarla a que coma algo y se siente por un momento en la plaza — La voz de Theo se escuchaba cansada — Ella se puso muy mal cuando un guerrero ha sacado a uno de los participantes y este… bueno el chico no se movía, Maya.
Toda la sangre del rostro de Maya pareció desaparecer mientras el recuerdo del muchacho atrapado en el Mortiferus Amet se reproducía una y otra vez en su mente. Un temblor involuntario se apoderó de su cuerpo — Su madre. María debía estar alterada, dioses más que eso debía estar a punto de enloquecer.— Pensó Maya dando un paso hacia atrás.
Sin tiempo a pensar las cosas, Maya se separó de Theo y se encaminó hacia donde la multitud se encontraba aglomerada irrumpiendo el camino que llevaba hasta la plaza, podía sentir la voz de Theo a sus espaldas llamando su nombre pero no se volteó, lo único que quería era que su madre viera que ella estaba en una sola pieza.
Sin embargo, todas sus intenciones se vieron desechadas cuando una mano grande y poco amable se enroscó con rudeza en su antebrazo.
— No puede retirarse, los vencedores deben dirigirse hacia el círculo — Un guardia la estaba observando detenidamente y en sus facciones, duras y viejas pudo notar que no iba a cambiar de parecer.
— Mi madre…
— Ya podrá verla después — La cortó de tajo el guardia — Ahora debe dirigirse al círculo.
Maya zafó su brazo con fuerza del agarre del guardia y le dedicó la peor mirada que podría darle, ahora mismo poco le importaba el uniforme que el hombre llevara puesto. Sin embargo, hizo todo lo posible por mantener su lengua quieta y la rabia al margen, porque de lo contrario estaba muy segura que terminaría en el calabozo y ahí si era verdad que no podría ver a su madre.
Dando una última mirada a Theo se encaminó hacia donde le dijeron. Al llegar al círculo se encontró con los cuatro dioses hablando entre sí, mientras señalan intercaladamente el bosque y a Iskra que ahora estaba siendo llevado por uno de los guerreros. El primero de los vencedores también se encuentra de pie en un extremo, y es, como ya Maya suponía, Brice.
Todos los ojos del lugar se posaron sobre ella apenas puso un pie dentro y comenzó a caminar hacia el extremo contrario de donde Brice estaba, pero antes de que pudiera llegar a su destino la voz del dios Tristan hizo que sus pasos se congelaran.