El resto del recorrido lo hizo sin prestar demasiada atención, vió la cocina, patio trasero y otras cosas más, pero su mente estaba trabajando en descifrar quien era la tal princesa y en cómo podría contactar a Etria, así que sin darse cuenta se encontró de frente a una puerta y sin ninguno de los participantes a su alrededor. Solo Theo y el ya conocido guerrero se encontraban a su lado.
— Esta será tu habitación — El guerrero le hablaba de manera formal, ya no se veía tan molesto como hacía un rato — El desayuno se sirve a las 7:30 a.m. Debes ser puntual, o no comerás y los entrenamientos comienzan a las ocho en punto. Te recomiendo que descanses, mañana será un día largo.
Dicho aquello el hombre prosiguió a abrir la puerta para ella y con un gesto de la cabeza la invitó a entrar. Maya miró la habitación y luego al guerrero, para finalmente tomar a Theo del brazo e ingresar juntos, pero antes de dar siquiera un paso, la mano del guerrero se posó con firmeza en el umbral impidiendoles el paso.
— Él estará en otra habitación — Maya estaba a menos de un segundo de refutar, pero la palma extendida frente a su rostro lo impidió — Es una regla del torneo.
— Esta bien, Maya — La voz de Theo era pura calma — ¿Dónde estará mi habitación? — preguntó Theo finalmente.
El guerrero miró alternativamente del uno al otro y dejó salir un suspiro de cansancio, antes de negar con la cabeza.
— En la esquina a una puerta de esta. — Dijo señalando la puerta que estaba tal como el hombre dijo a una puerta de la de ella — Se supone que esta es la parte sencilla. — Refunfuño el guerrero antes de tomar a Theo del brazo y guiarlo a su habitación.
El chico le lanzó el bolso con sus pertenencias y le dió un guiño mientras seguía al guerrero de cerca, Maya tomó la mochila al vuelo y con una sonrisa decorando sus labios ingresó en la habitación.
Si el barco la había impresionado entonces esto la dejó estupefacta. La habitación en que se encontraba era probablemente del tamaño de su casa completa. Una hermosa cama con dosel, de dos plazas, cubierta con sábanas de hilo blanco. Decorada con bellos cojines en tonos rosa y blanco se encontraba en el centro del lugar. El dosel blanco cubría los lados de la misma y un mueble reposaba a los pies de esta.
Además había una mesilla de madera a cada lado de la cama en la que se veían hermosas veladoras y gavetas. En la esquina de la habitación, justo debajo de la inmensa ventana cubierta por una cortina de velo, se encontraba un escritorio de madera pulida y sobre éste un único cuaderno con lomo de cuero, una pluma y un tintero adornaban la superficie.
En la pared de frente a la cama se encontraba un hermoso tocador con múltiples gavetas, que contenían peinetas, cepillos, lazos y cintas en todos los colores posibles, Maya nunca había tenido tantos lazos en su vida y se sorprendió al ver que los habían puesto allí para ella.
De inmediato sus ojos se dirigieron al lado opuesto de la habitación donde un armario cubría toda una pared y con pasos cautelosos fue acercándose al lugar, sus manos dudaron antes de tocar la manija y con la curiosidad picando en su interior abrió las puertas.
Un enérgico grito salió de sus labios al ver las filas de atuendos que estaban dispuestos para ella dentro del inmenso armario y se sorprendió inmensamente al notarlos justo de su talla. Todo en ese lugar la sorprendía, sus ojos observaron con minuciosidad cada rincón de la habitación, donde los espacios entre una cosa y la otra eran inmensos, para nada como los escasos dos pasos que dividían todo en su casita de Oguen.
Luego de haber revisado minuciosamente cada espacio de la habitación, incluido el majestuoso baño que se encontraba adherido, se dejó caer sobre el esponjoso colchón y permitió que su mente viajara nuevamente a lo que la había estado atormentando. Necesitaba hablar con Etria. Maya se estaba devanando los sesos en busca de una manera de contactarla cuando el recuerdo de aquella melodía invadió su mente.
Tal vez no pueda hablar con Etria, pero en ese momento nada le impedía ir al salón de música. El guerrero en ningún momento dijo que no podía salir de la habitación, así que colocando nuevamente la túnica sobre sus hombros se dispuso a salir para buscar aquel salón y de paso descubrir quién era la princesa Aurora.
Un pequeño detalle que Maya no tuvo en cuenta al salir de la habitación, fue que no tenía la más mínima idea de por dónde debía andar para llegar al salón. Cada pasillo era igual al anterior y los retratos, esculturas y cuadros postrados en las paredes la estaban mareando. Además, no había comido bocado desde el desayuno. Estaba hambrienta.
Sus pies seguian caminando ansiosos sobre el suelo de piedra y sus ojos trataron de detectar algo que se le hiciera remotamente familiar para poder ubicarse y cuando estuvo a punto de doblar en la esquina, una voz conocida llegó hasta sus oídos. Era la voz del dios Tristan; y aún sabiendo que lo más sensato por hacer era dar media vuelta y regresar a su habitación, su curiosidad siempre había sido más fuerte que su sensatez. Por lo que levantando su túnica para evitar el sonido, se fue acercando hacia una de las columnas para poder escuchar mejor lo que se hablaba en el pasillo contiguo.
— ¿Hablaron o tuvieron contacto con alguien al llegar? — Esa era indiscutiblemente la voz de Tristan, y para sorpresa de Maya el dios se escuchaba preocupado.