Reino de héreoes y dragones

21. Mentores

—¡No entiendo cual es el problema!— Aurora se encontraba de frente a su padre con el ceño fruncido y el rostro enrojecido a causa de la rabia— Todos serán presentados, no veo por qué no puedes presentarme a mi también en la estúpida gala.

Tristan tenía la mandíbula apretada y la mirada fija sobre su hija, la cual en esos momentos se encontraba haciendo una rabieta como si fuera una niña de cinco años.

— La presentación es para los participantes, Aurora, y tú no lo eres.

Las facciones de la chica se endurecieron y su mirada llena de rabia se posó con determinación sobre su padre, mientras que una sonrisa sarcástica tiraba de la comisura de sus labios.

—No, no lo soy. Soy tu hija, pero claro que eso es algo de lo que nadie puede enterarse ¿no es así?

Algo pareció cambiar en las facciones del dios, pero antes de que pudiese siquiera abrir la boca la princesa ya se encontraba atravesando el estudio para salir de la habitación dando un portazo a sus espaldas. La rabia y la impotencia que sentía eran tan grandes que ni siquiera puso cuidado a donde sus pies la llevaban, hasta que escucho las risas que venían del pasillo siguiente.

Con mucho cuidado llevó sus pies hacia el lugar de donde las voces provenían y cuánta fue su sorpresa al encontrarse con la visión de la chica de la noche anterior riendo abiertamente con un joven. Aurora se dejó llevar por la visión. Por la frescura en las facciones de ella y la naturalidad con la que él le hablaba. Ella nunca había experimentado algo como eso, nunca había experimentado absolutamente nada fuera de las paredes de aquel palacio. Sin embargo, algo revoloteaba  en su pecho al imaginarse siendo ella la que riera y la determinación de querer descubrir y sentir más de lo que le habían mostrado se hizo mayor en su interior.

****

Las horas habían pasado más rápido de lo previsto, y ahora Maya se encontraba prácticamente corriendo hacía el salón principal para poder llegar a la prueba de vestuario. Al parecer esto aplicaba únicamente para los participantes, por lo que Theo no la había acompañado y por ende no lo había tenido al lado para recordarle que era la hora de asistir.

Sus pies prácticamente volaban sobre el suelo de piedra y su respiración se atascaba en su pecho mientras veía la entrada al salón cada vez más cerca. De pie, sosteniendo la puerta, se encontraba William con la vista clavada en el reloj que colgaba de la pared lateral, al sentir sus pasos giró la mirada hacia donde ella llegaba corriendo y una sonrisa satisfecha se abrió paso en los labios del guerrero.

Al llegar junto a él, Maya dejó reposar sus manos en las rodillas y permitió que el aire volviera a entrar con normalidad en sus pulmones. Frente a ella pudo escuchar la risa baja proveniente de William, lo que hizo que elevará su rostro para darle una mirada de enojo, o el intento de una, al héroe.

— Me alegra comprobar que si puedes llegar puntual, Megalone— La voz del guerrero estaba teñida de diversión.

Maya se levantó con gracia y posó una sonrisa de suficiencia en su rostro, tratando de disimular el hecho de que aún continuaba agitada.

— Por supuesto que puedo, William. No deberías juzgar por las primeras impresiones.

Y sin dar chance a que el guerrero se defendiera, ingresó con la frente en alto al salón donde ya la mayoría de los participantes se encontraban. Lo primero que notó al entrar fue que todos se encontraban agrupados según el territorio al que pertenecían y lo segundo, fue que a pesar de ser el inicio del torneo, el ambiente se sentía mucho menos tenso que en la mañana.

Maya se dispuso a caminar por el salón, el lugar se encontraba prácticamente desnudo, con las paredes de un blanco impoluto que parecían absorber la intensidad de los rayos del sol que se colaban por las ventanas; lo único de lo que disponía el lugar eran unos elegantes sillones ubicados en las esquinas y un enorme espejo que ocupaba una pared entera. Siguió caminando en dirección al espejo cuando sintió la desagradable sensación de tener a alguien observándola, sus ojos se movieron por la pared  hasta que se toparon con la mirada fría e inexpresiva de Brice viéndola desde la esquina opuesta. 

El muchacho la estaba observando tan fija y descaradamente que logró ponerle los vellos de punta y al parecer, él lo notó, pues una minúscula y aterradora sonrisa tiró de sus labios. Justo antes de que Maya decidiera apartar la mirada, sintió una mano presionar su cintura y sin poder evitarlo un grito agudo salió de su garganta y su mano impactó contra un torso firme y formado.

Un gruñido fue emitido a su lado y cuando sus ojos se desviaron hacia el lugar, se encontró con el rostro de Zyan contorsionado en una mueca más de disgusto que de dolor.

— ¿Qué rayos ha sido eso? —  Zyan la miraba con el ceño fruncido, mientras continuaba sosteniendo su estómago.

Maya no pudo evitar que una risa boba la asaltara, antes de elevar las manos al cielo.

—  Me has asustado, lo siento. 

El ceño de Zyan se relajó, y con una sonrisa traviesa negó lentamente con la cabeza. Los rizos oscuros se volaban al compás del movimiento y le rozaban los pómulos pronunciados. Maya se permitió detallarlo algunos segundos de más antes de elevar la vista hacía sus ojos. Para su sorpresa él también parecía estar absorbiendo cada detalle de ella, su mirada más oscura que curiosa le generó que un cosquilleo se plantara en su nuca y se sorprendió al sentirse nerviosa. 




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