La prueba de vestuario resultó más extraña de lo que Maya esperaba. La hada los hizo salir de aquel salón lleno de espejos y los dirigió hacia uno de los laterales donde se encontraba el ala este del castillo hasta que estuvieron frente a una puerta mucho más pequeña que la anterior donde la criatura les indicó, sería la prueba.
En un principio creyó que tendría que probarse decenas de vestidos, soportar tirones de cabello y apretados corsés, pero nada de eso ocurrió. La hada fue llamando uno a uno a los participantes para tomar medidas y examinar lo que ella denominó como “atributos” de cada uno. Maya no estaba segura de qué tipo de atributos podía encontrar en ella. Si bien siempre se había sentido como una joven atractiva, sabía que estaba varios kilos por debajo de su peso adecuado, debido a la poca comida que tenían en casa, lo que generó que sus huesos estén un poco más marcados de lo debido, dejándole un aspecto aniñado que no le favorecía. Tal vez el único atractivo destacable sean sus ojos al ser de distintos colores.
Tobías y Brice fueron los primeros en pasar dejando a Maya junto a Zyan y Marla. La chica tenía mucho mejor aspecto que la primera vez que Maya la vio cuando terminaron la prueba de selección. Al parecer la habían atendido en el palacio y su pierna parecía estar recuperándose mucho más rápido de lo normal. A ella nadie le atendió las heridas. Puede que no estuviese grave, pero una ayuda no le habría caído nada mal. Maya intentó mantener una conversación cordial con ella, pero al parecer no era solo su aspecto lo que había cambiado.
La chica la miró como si ella fuera el barro bajo sus zapatos y luego volvió a dirigir su mirada a la puerta cerrada frente a ellos.
Toda cortesía desapareció del cuerpo de Maya para ser reemplazada por una rabia primitiva. Esta chica acababa de entrar en la misma categoría de las cacatúas para ella. A su lado, escuchó a alguien toser para disimular una risa baja y de inmediato sus ojos volaron al joven a su lado. Zyan se atragantaba para no reírse y eso solo hizo que su rabia fuera en ascenso y saliera disparada en su dirección.
—¿Y tú de qué te estás riendo?
La sonrisa, antes discreta en el rostro de Zyan, se hizo más amplia al escucharla. Sus manos se dirigieron a su pecho y elevando ambas cejas le una muy bien elaborada mueca ofendida.
—Me duele tu tono, Maya. —La aludida lo estaba viendo con intenciones agresivas y Zyan no pudo evitar reírse con ganas al notar su expresión— Lo lamento, solo que al parecer no eres muy dada a tener amigas ¿eh?
Un resoplido escapó de los labios de Maya quien volvió a mirar brevemente a la chica que continuaba imperturbable en su asiento. Apretando los dientes regresó su vista hacía donde Zyan se encontraba.
—No, en realidad repelo a los idiotas en general.
Esta vez él no hizo nada por contenerse y permitió que una estruendosa carcajada saliera de sus labios. Su risa contagió poco a poco a Maya que fue liberando la tensión y al final terminó riendo también.
Maya volvió a mirar al joven a su lado y se topó con los ojos verdes y risueños de Zyan fijos en ella, una sonrisa floja continuaba sobre sus labios y Maya se sorprendió al encontrarse detallando su rostro nuevamente. Era condenadamente atractivo, con su piel bronceada y esos lindos hoyuelos en sus mejillas que se veían cada vez que sonreía. Entonces quiso tocarlo y no entendía cómo es que eso era siquiera posible.
Él continuaba con su mirada fija en ella, el verde de sus ojos haciéndose más oscuro y por un segundo creyó que él podía intuir lo que ella estaba pensando y se sintió aterrada; el sonido de la puerta siendo abierta hizo que ambos apartaran la mirada para dirigirla hacia el sonido.
Brice y Tobías estaban saliendo de la habitación, cada uno se retiró del salón sin dirigir una sola mirada en su dirección. La voz del hada se escuchó armoniosa desde el interior del salón en el momento en que llamó a Marla y Zyan a pasar dentro de la habitación.
Con una última sonrisa el aludido se levantó de su lugar y se perdió tras la puerta.
Maya no pudo evitar notar que a ella le tocaría entrar sola a reunirse con la hembra y la seguridad de que eso era justo lo que la hada quería se instaló en su pecho, hasta el momento en que la puerta fue nuevamente abierta y su turno de entrar llegó.
La habitación era mucho más pequeña que la anterior pero no por eso menos lujosa. Los pisos en mármol oscuro brillaban fuertemente y las paredes estaban forradas por un precioso papel tapiz blanco que daba mucha más luz al lugar, sin hablar de la enorme ventana con vista a la fuente que anteriormente había visto en la entrada del palacio. Un precioso mueble tallado en madera y con tapicería finísima estaba instalado en el lateral derecho del salón y sobre este, con piernas largas y cruzadas se encontraba sentada la hada.
En ese instante Maya se percató que en ningún momento ella les había dicho su nombre. Esos ojos tan iguales a los suyos se fijaron en su presencia y como si de un animal curioso se tratara, su cabeza fue inclinándose levemente hacia la izquierda mientras una minúscula, casi imperceptible sonrisa nacía en sus labios.
Maya sintió a su cuerpo vibrar desde adentro como si de alguna manera reconociera a la mujer frente a ella. Sus pies la mantenian anclada en su puesto y sus ojos absorbieron cada vez más la imagen de la hermosa criatura en el sofá.