Reino de héreoes y dragones

30. Aurora

Maya se puso de pie de un salto. Se había olvidado por completo de lo que Theo estaba haciendo. Tropezando con sus propios pies,  rodeó la cama hasta quedar de pie frente a él. Theo se limitaba a verla con el rastro de una sonrisa asomada en sus labios, pero ella lo conocía lo suficiente para saber que solamente quería hacerla desesperar. Estaba llevando el peso de una pierna a la otra, tratando de controlar la ansiedad que sentía. La sonrisa que el chico traía en el rostro, se amplió y eso solo podía significar que la excursión había valido la pena.

Sin embargo, la sonrisa se fue haciendo cada vez más pequeña cuando los ojos de Theo se quedaron fijos en punto a su espalda. En ese momento Maya fue muy consciente sobre a quién estaba viendo su amigo.

Sintió, antes de ver, como la princesa caminaba en su dirección hasta quedar de pie a su lado. De inmediato el ceño de su amigo se frunció y todo su rostro se transformó en una mueca de reproche. A él no le agradaba la princesa.

—Theo, te presento a la princesa Aurora. Princesa, él es mi amigo y acompañante en el torneo, Theodore.

La princesa le regaló a Theo una sonrisa nerviosa antes de dar una pequeña inclinación de cabeza, más que todo en reconocimiento. Una muestra de respeto, quizá empatía de su parte. Pero él se había limitado a observarla. Los ojos que Maya acostumbraba a ver cálidos y risueños eran duros e inquisidores. Fijos sobre la figura de la princesa.

A su lado, notó la incomodidad de la chica. Como se removía cada vez en su puesto y la sonrisa se borraba de a poco de sus labios. Unas ganas inmensas de golpear a Theo como nunca antes se formó en su cuerpo, antes de poner su brazo sobre el hombro de la princesa.

—Debes disculpar sus modales, hoy está actuando como una bestia. Pero te garantizo que la mayor parte del tiempo suele ser encantador.

La voz de Maya salió filosa y su mirada fija sobre los ojos de su amigo eran la fiel imagen del reproche. Eso pareció haber sido suficiente para conseguir que Theo reaccionara y muy a su pesar, le diera una inclinación, más pronunciada que la que ella había hecho, hacía la princesa Aurora.

—Me disculpo, no esperaba encontrarla aquí, princesa. — Las palabras de Theo salían igual de filosas que las suyas— Más aún teniendo en cuenta que la última vez que estuvieron juntas solo le causó problemas.

—¡Theodore!

Maya no sabía bien si había sido su grito o las palabras de su amigo, pero fue muy consciente de cómo el cuerpo de la princesa se encogió a su lado. Fue un movimiento rápido y breve pero estuvo ahí. Ella estaba dispuesta a decirle unas cuantas cosas a Theodore, cuando la voz de Aurora resonó en la habitación.

—Supongo que me merecía ese comentario. — La postura de Aurora había vuelto a ser la de la primera vez que la vió. Una princesa en toda su gloria. Espalda recta, barbilla levantada y mirada penetrante. Maya casi se rió al ver la expresión de Theo— Sin embargo, he venido aquí a disculparme. Mis disculpas se las debo solo a ella, así que no tengo porque aguantar desplantes o groserías de parte de un desconocido.

Con la gracia propia de los inmortales, Aurora giró sobre sus pies y dejó un beso en cada mejilla de Maya. A pesar del mal rato que acababa de pasar, se veía mucho más rozagante que cuando había entrado en su habitación. Luego sin dar una sola mirada más a Theo caminó directo hacia la salida. 

En el afán de apartarse de su camino, Theo, terminó chocando de bruces con el tocador. La libreta, idéntica a la que reposaba en el escritorio de ella,  que traía en las manos, terminó tendida en el suelo, abierta de par en par justo a los pies de la princesa.

Los ojos de Aurora pasaban de la libreta que ahora estaba en sus manos a los ojos  de Maya que seguían viéndola expectante. La princesa no había dicho una sola palabra desde que levantó del suelo el cuaderno forrado en cuero y sin esperar autorización fue pasando una a una las hojas apergaminadas con las anotaciones de Theo. Maya solo podía rezar porque su amigo no haya escrito nada demasiado comprometedor.

De la nada una media sonrisa, muy distinta a todas las que le había visto hasta el momento, se fue formando en los labios de la princesa en el momento en que su mirada quedó fija sobre ella.

—Creo que he encontrado la manera de compensarte por el castigo de mi padre.—Tanto Theo como ella, miraban a la princesa sin entender nada de lo que decía. Entonces esta puso los ojos en blanco y levanto el cuaderno— Aquí dice que estás en desventaja frente al resto porque, según las palabras de tu amigo, eres un desastre en cualquier forma de defensa que no sea correr o esquivar. — La mirada furibunda de Maya voló de inmediato a donde Theo se encontraba; él se limitó a sonreír y encogerse de hombros— Yo voy ayudarte a solucionar eso.

Maya seguía sin entender las palabras de Aurora y por el ceño fruncido de Theo imaginaba que se encontraba igual. La princesa arrojó la libreta sobre la cama y se cruzó de brazos. Sus ojos recorrieron la anatomía de Maya como si la inspeccionara. Cuando llegó a su rostro, dijo con voz triunfante.

—Voy a enseñarte a usar la espada. No creerás que siendo la hija de un dios, y estando rodeada de guerreros, las únicas clases que tomé fueron de piano. ¿O si?

 




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