Reino de héreoes y dragones

32. Aliados

Habían pasado dos días desde que había contado todo a Theo y este era su último día de entrenamiento antes que las pruebas dieran inicio. Si ella había pensado que Aurora y Theo eran demasiado, entonces Anjana era una desquiciada. 

El día siguiente a su entrenamiento con Aurora, William había llegado a su puerta muy temprano en la mañana a decirle que podía bajar a entrenar con su grupo, ella había corrido por toda la habitación para vestirse y había salido dando tumbos para alcanzar a William que ya se encontraba alejándose por el pasillo.

El héroe la llevó por un corredor muy cerca a donde había estado entrenando con Aurora. Incluso llegó a pensar que podían estar yendo a la misma habitación hasta que en un cruce se abrieron paso a una sala inmensa custodiada por varios guardias, que parecía estar incrustada en el palacio. Ninguno de los dos dijo nada en lo que duró el recorrido, pero Maya notó de tanto en tanto como los ojos de William se dirigían a su rostro. Al golpe que aún se marcaba en su piel. Ella no tenía la más mínima intención de ocultarlo, sería ridículo hacerlo cuando todos estuvieron ahí para ver como los dioses se la llevaban.

Pero lo interesante del recorrido estuvo en que mientras el héroe la llevaba por los pasillos del castillo, el resto de guardias y guerreros se dispersaban con rapidez dentro y fuera del lugar; sus rostros más pálidos de lo que era normal. Murmullos parecían provenir desde cada esquina, y aunque ella no logró captar más que palabras sueltas: villa, succionados, muertos, fueron suficientes para hacerse una idea de lo que ocurría. Una sola mirada al rostro duro y los labios apretados de William le comprobaron que nada bueno debía estar pasando.

La respiración se hacía cada vez más pesada con cada bocanada de aire que trataba de llevar a sus pulmones. Todo su cuerpo se sentía dolorido. Anjana los había tenido durante horas en combate cuerpo a cuerpo, y luego por ser el último día antes de dar inicio al torneo, los había hecho probarse contra un guerrero con cada una de las armas que estaban dispuestas en el salón; gracias a los dioses ella entrenó con Aurora con la espada y había podido defenderse. Pero cuando tuvo que apañárselas con nada más que una daga... bueno estaba perdida incluso antes de empezar. 

En el resto de pruebas le había ido relativamente bien. Sentía que había excedido cualquier límite de resistencia que sus músculos pudieran soportar y a la hada parecía no importarle en absoluto cada vez que decía: “de nuevo”. Su único consuelo estaba en que ella no era la única que se encontraba machacada. 

El salón se dividía por estaciones separadas por arcos incrustados en la pared. Cada territorio entrenaba con su mentor y los héroes asignados en una de las estaciones, pero como los espacios estaban abiertos podían ver al resto de los grupos. Ni siquiera se sorprendió al ver que William era uno de los héroes asignados a su territorio. Suponía que era la manera que tenían los dioses de mantenerla controlada.

Entre los suyos todos estaban agotados y se sintió orgullosa al notar que ella tenía mejor resistencia que Tobías y Marla quienes parecían estar a un paso de morir. Zyan y ella estaban exhaustos pero en pie y Brice… bueno él parecía poder seguir unas cuantas horas más. Durante cada momento del entrenamiento estuvo asustada con la idea de que lo que haya pasado en el bosque se pudiera repetir. Pero en los últimos dos días no había vuelto a sentir lo que sea que hubiese en su cuerpo, ni tampoco había conseguido estar más cerca de la adivinanza de Etria. 

Una mano en su hombro la hizo inclinar la cabeza y enderezar la postura. Se encontraba con las manos apoyadas en las rodillas y el rostro fijo en el suelo tratando de respirar. Zyan con las mejillas enrojecidas y el rostro y cuerpo sudado, la miraba con una sonrisa.

—No has estado nada mal, Maya.

Desde que ella se había incorporado a los entrenamientos, habían estado trabajando juntos en cada uno de los ejercicios que Anjana o los héroes les asignaban. Se entendían. Y pese a que había cierta tensión no resuelta entre ellos, y el contacto podía resultar a veces una distracción, disfrutaba trabajando con él. 

Zyan la había abordado apenas entró en el salón la primera vez y le dijo que no se le permitió ir a verla después de la gala, que de hecho le habían prohibido hablarle. Ella se sorprendió más de saber que él había querido ir a buscarla, pero prefirió reservarse el comentario. Le gustaba  de alguna manera saber que lo había intentado.

— Tu no has estado desastroso.

Se sostuvieron la mirada por unos segundos. Y sin darse cuenta ya lo tenía justo a un pie de distancia. Si quería, hubiese podido apoyar su cabeza sobre el pecho de él. Los ojos de Zyan eran curiosos cada vez que la observaban. Ella era consciente de cómo su mirada se detenía en lugares específicos de su cuerpo. Y como ella también lo miraba más de lo que veía al resto. Era algo nuevo y emocionante que no había sentido nunca.

De alguna manera, ambos encontraban siempre alguna forma de tocarse. Ya sea un pequeño roce, un apretón amigable o cualquier contacto sutil. La sonrisa de Maya se hizo más grande en su rostro, al ver como los ojos de Zyan trataban, sin conseguirlo, mantenerse fijos en los suyos. Él lo notó, y sin siquiera mostrar un ápice de vergüenza se encogió de hombros y dejó salir una pequeña carcajada.

—No puedes culparme.

—No lo hago. — Fue lo único que ella le dijo y habría jurado que los ojos verdes de él se oscurecían un poco al escucharla.




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