Ninguno de los dos estaba moviendo un solo músculo del cuerpo. Toda su concentración puesta en mantenerse ocultos detrás de la enorme columna que se abría en arco hacia el pasillo contiguo donde el resto de participantes se encontraban. Zyan parecía que estaba a punto de echar a correr hacia el comedor por lo que Maya lo tomó con fuerza del brazo por y se aseguró de que no hiciera ruido a medida que la voz del dios se iba haciendo más clara.
En un comienzo las palabras llegaban amortiguadas, como si solo pudieran escuchar el eco de lo que se estaba hablando. Con mucho cuidado Maya se inclinó tan solo un poco fuera de la columna para ver si tal vez habían desviado su rumbo, pero no era así. Tristan se encontraba hablando con otros dos dioses en esos momentos: Reagan y Kadir.
No entendía porque las voces se escuchaban tan distorsionadas teniéndolos tan cerca. Pero entonces la mano del dios de luz se levantó y los sonidos pasaron limpios y claros por el aire. Como si una puerta acabara de ser abierta frente a ella. Fue entonces que recordó el muro de aire que Aurora había hecho aquella vez. Seguramente el dios había puesto alguna y ellos habían quedado en medio. A su lado Zyan dejo salir una maldición y ella apretó más fuerte su brazo para que hiciera silencio.
En ese momento la conversación llegaba fuerte y clara hasta sus oídos.
—Él no está contento con esta situación, Tristan.— Ese era Kadir. Ella nunca antes lo había escuchado hablar. Su voz parecía brasas ardiendo, salía arrastrada pero letal de sus labios. Justo como la lava de un volcán que ha hecho erupción.
El gruñido en respuesta de Tristan hizo que su cuerpo se tensara; los vellos de sus brazos se erizaron y el recuerdo de su ira la noche de la gala invadió su mente como un rayo. La manera en que la había visto, la rabia brillando en sus pupilas, la intensidad de su poder ahogando la habitación. Lo bloqueó. Bloqueó el recuerdo de la misma manera que lo hacía con todas aquellas preguntas para las que no tenía respuesta.
No tenía que voltear para saber que Zyan estaba tan tenso como ella. Siempre les han hablado del poder de los dioses, de cómo han sido ellos los que han creado todo lo existe en el mundo. Han llenado los ríos de su magia. Dotado las tierras de los bosques con ella para que criaturas fantásticas nacieran. Siempre les hablan de lo bondadosos que son. Pero también les cuentan sobre cómo su poder se levanta contra los enemigos.
Una de las historias que se cuenta a todo niño cuando va a la escuela, es la de los inmortales que quisieron tomar el poder de Egona. La historia habla sobre un grupo de hadas, ninfas y demás seres mágicos que quisieron reclamar las tierras como suyas e intentaron destruir las ciudades. Acabar con los humanos para llegar a los dioses. Estos últimos fueron implacables al destruirlos. Se dice que el enfrentamiento no duró más de dos días y eso porque fue el tiempo que los dioses les dieron para retroceder. No lo hicieron.
Sin embargo, ellos nunca habían presenciado esa parte de los dioses. En especial cuando vienen de Ormon donde no existe dios presente. Pero ahora, justo allí, ellos estaban conociendo una parte de ese poder y si eso era solo un gruñido, no quería ni imaginar de lo que podían llegar a ser capaces de hacer a un humano.
—Nadie está contento con la situación, Kadir. Así que te sugiero que hagas que se controle.
Las preguntas estaban arremolinándose en la punta de su lengua a medida que los escuchaba. Formándose con demasiada rapidez.
—Me halaga que pienses que yo puedo controlarlo, querido hermano. Pero tú deberías saber que no es posible. A menos que estés considerando matarlo, claro.
Esa vez el golpe de poder no estuvo acompañado de ningún sonido, sin embargo, fue mucho peor que el anterior. El frío se metió entre las hebras de su cabello, congeló su columna vertebral y un sabor entre metálico y dulzón se atascó en su garganta secando su boca. Fue horrible. Podía sentirlo como si estuviera vivo y tuviera garras arañando sobre su piel.
No supo en qué momento empezó a temblar, ni cuando el brazo de Zyan había rodeado su cintura. Acercandola mucho más a él. Preparándose para correr hacia el pasillo si era necesario. Ella sentía como el cuerpo de él también temblaba, sus músculos tensos, la mandíbula apretada y aún así todos sus sentidos parecían alertas para sacarlos de allí en cualquier momento.
—Debemos calmarnos Tristan, aunque no fue la manera correcta de decirlo, creo que Kadir tiene un punto. — La voz de Reagan era como un bálsamo contra el dolor que le producía el poder de Tristan. Era melodiosa justo como el bosque cuando está calmo. No entendía a qué se debía esa cercanía que el dios le transmitía — Kieran no es de acatar las órdenes y ahora con todo lo que está pasando… La historia parece repetirse Tris, y ya sabes lo que ocurrió en el pasado, él..
—Él nada.— La voz de Tristan era filosa. Una navaja lanzada para matar— Si está teniendo problemas para controlar su temperamento, entonces tendré una charla con él. Nadie va a matar a nadie — Agregó lanzando una mirada de odio a Kadir que se limitó a encogerse de hombros— Y que quede claro que la situación no se está repitiendo, está bajo control.
—¿Lo está?—La pregunta de Kadir fue lo último que se escuchó.
Tristan siguió su camino ignorando a su hermano y, sin percatarse de su presencia, los otros dos dioses regresaron por donde habían llegado. Maya dio una breve ojeada por donde se alejaban. Hablaban en voz muy baja y parecía que estaban a punto de entrar en una discusión, o al menos Kadir parecía que iba a estallar, Regan movía las manos con tranquilidad. Como tratando de calmar a un animal salvaje.