Reino de héreoes y dragones

36. Un bosque maldito

Más de cerca pudo ver el cuerpo del hombre dando leves sacudidas y escuchaba como la criatura parecía deleitarse con lo que hacía. La bilis empezó a subir por su garganta y el dolor en su pecho la hizo soltar un gemido. Solo eso bastó para que la orejas puntiagudas de la bestia se movieran hacia arriba, y su cabeza se girara a donde ella se encontraba. Ojos blancos y lechosos se clavaron en los suyos. 

Por una fracción de segundo solo se observaron. La bestia con mirada hambrienta y ella pequeña y frágil ante ella; una breve mirada al hombre le hizo saber que se trataba de Tobías, pero no se permitió reaccionar, tenía que alejar a la criatura de él, hacer que se fijara solo en ella. Ni siquiera estaba pensando con claridad cuando se inclinó, tomó la piedra a sus pies y la arrojó con  fuerza. Chocó contra el rostro grisáceo de la criatura haciendo que soltara un siseo bajo, que supo era más de rabia que de dolor.

No tenía tiempo de pensar en un plan. Lo único que sabía era que tenía que alejarla de ahí, el resto lo iría pensando en el momento. Volvió a inclinarse y tomó otra piedra con la mano libre. Los ojos lechosos de la bestia seguian sus movimientos en un silencio aterrador. Todo su cuerpo listo para atacar.

—Ven por mi.— Fue lo último que dijo antes de lanzar la siguiente piedra.

Un gruñido bajo y aterrador salió de la boca podrida de la criatura antes que se levantara sobre las patas traseras, irguiendo toda su estatura frente a ella. Maya corrió. Movió sus piernas lo más rápido que pudo hacia el camino conocido de la pendiente, no sabía que le esperaba más adelante y no quería arriesgarse en terreno desconocido. Escuchaba el sonido de su corazón golpear con fuerza en sus oídos y las garras de la bestia rasgar la arena detrás de ella, el siseo era cada vez más cercano. Podía jurar que palabras arrastradas en su idioma llegaban hasta ella de la boca de la criatura.

Se atrevió a mirar hacia atrás y el impacto de verlo justo detrás la hizo tropezar con sus pies. Cayó al suelo al instante que la bestia se lanzaba sobre ella. Tuvo el tiempo justo para rodar sobre el suelo y evitar ser atravesada por sus garras. Estaba poniéndose en pie cuando se vio agarrada del cabello y tirada con violencia nuevamente sobre el suelo. El crujido del  hueso al romperse hizo eco en su cabeza y la hizo soltar un alarido de dolor. Las extremidades largas y deformes de la bestia yacían a cada lado de su cuerpo, aprisionando con fuerza,  impidiendo que pudiera moverse.

La lengua morada y viperina de la criatura salió de su boca maltrecha y se paseó por el contorno de su rostro. Un grito volvió a salir de sus labios. La saliva era caliente, tal como la cera de una vela al contacto con la piel. Sentía como  se iba irritando y enrojeciendo en cada parte que la tocaba. En su mano derecha continuaba sosteniendo la daga, necesitaba poder moverse para clavarla en alguna parte de su cuerpo.

—Eress una cossssita deliciiiossssa— La criatura siseaba contra su rostro, su aliento olía a sangre y podredumbre.— Tan llena de maagiaa.

Forcejeó una vez más aguantando el dolor de su brazo lastimado, intentando llevar la daga al cuerpo de la bestia, pero aunque sus huesos se marcaban, la criatura tenía una fuerza descomunal.

—Voy a devorarte, te sssacare toda la viiida.

Los ojos lechosos la veían con hambre. La boca se le fue abriendo dejando al descubierto la hilera de dientes puntiagudos, aún manchados por la sangre de Tobías. Volvió a forcejear, retorciendo su cuerpo debajo de la criatura, poniendo más fuerza en los movimientos. Ignorando el dolor. Pero la criatura con un siseo la clavó más firme sobre la tierra, su boca a centímetros de la suya. Ya podía sentir los dientes filosos raspando sus labios.

—¡Maya!— El grito de Zyan fue como un salvavidas en el mar violento.

La bestia soltó un gruñido de rabia al volver a ser interrumpida y llevó su cabeza hacía atrás a donde Zyan se encontraba. Esa fue toda la distracción que necesitó para poder liberar el brazo y llevar la daga al costado áspero y huesudo de la criatura. El alarido que salió de su boca reverberó en cada parte del bosque. Maya hundió más la daga en la carne aprovechando el momento para salir de su encierro.

Zyan ya se encontraba ahí sosteniendo sus hombros. El rostro pálido, los ojos muy abiertos y en su manos la empuñadura de una daga idéntica a la de ella. Ambos estaban detallandose con la mirada, cerciorándose que se encontraban enteros, y eso fue lo que les impidió notar que la criatura ya no rugía. Cuando miraron hacia atrás fue demasiado tarde. La bestia se había lanzado sobre Zyan, escuchó su grito de dolor antes incluso que impactaran sobre el suelo. Los dientes filosos y amarillos estaban bañados de sangre. 

Zyan forcejeaba en el suelo con la criatura. Su hombro derramaba sangre a borbotones, tenía la camisa rasgada y las marcas de los dientes rojas y profundas pintadas en la piel. Maya estaba buscando la daga, Tenía que haber quedado en alguna parte cuando la criatura se la sacó.

—¡Corre!—Maya fijó su mirada en Zyan, él no podía estar hablando en serio, no podía creer que lo abandonaría—Maya vete de aquí. ¡Corre!

Entonces, tal como ocurrió la vez anterior, la desesperación fue llenando su interior. La rabia y la impotencia se fueron apoderando de sus sentidos. Todo a su alrededor desapareció, todo menos la criatura lastimando a Zyan. Sus instintos se afilaron, fue como ver con otros ojos. Más claro. Mejor. Volvió a sentir la oleada de magia, de poder. Pero esa vez no era nauseabunda, ni helada. Esa vez, el poder era suyo.




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