Reino de héreoes y dragones

41. Huelo la mentira

La imagen del coliseo vista desde  arriba era colosal. Maya no daba crédito a lo que sus ojos veían. La estructura redonda de piedra era al menos cinco veces más grande que toda la plaza principal de Oguen, podría llevarse al menos unas cinco manzanas, toda hecha de piedra con grandes columnas de madera y mármol. Con vigas superiores que enmarcaban lo que parecía ser una sala de trono con seis asientos en la parte más alta de las gradas, las cuales estaban llenas de espectadores. La arena donde se llevaban a cabo los entretenimientos, parecía desde lo alto un pequeño desierto en medio de una gran ciudad.

Sin embargo, a medida que Iskra iba descendiendo de los cielos y el rugido y clamor de la gente se atascaba en sus oídos, Maya descubrió que no sentía emoción ni felicidad por su llegada triunfante, en esos momentos solo se sentía aturdida. No quería vítores y aplausos. Ni siquiera le parecía correcto la felicidad rebosante que se veía en los rostros de los asistentes, mucho menos cuando sus ojos se dirigieron al cuerpo inerte sobre el lomo del dragón a su lado. Una chispa de rabia fue encendiéndose desde su interior y formando un pequeño incendio a medida que se acercaban a tierra, y por ende a los dioses.

En medio de la arena se hallaban los seis dioses llevando atuendos imponentes y elaborados que los distinguían según su territorio. Entre todos desprendían un brillo descomunal que amenazaba con dejar ciego a quien lo viera por más de tres segundos, lo cual hizo que ella lo mirara fijamente. Aun no dejaba de sorprenderse de la atracción que sentía hacía el mundo mágico. Al lado derecho de Tristan, envuelta en un vestido de gasa color oro se hallaba Aurora. La sonrisa en su rostro era notoria incluso desde la altura. Maya intentó localizar a Theo entre todas las personas en las gradas pero no le fue posible.

Detrás de los dioses estaban los seis entrenadores de cada territorio, ellos también desprendían su propia aura mágica. Más allá se veía a los participantes que habían llegado. Para desagrado de Maya encontró que todos los de Antasis ya estaban allí, Jack Ross encabezando al resto, el solo verlo consiguió revolverle el estómago. Los hermanos mellizos de Erudon, Rina y René también habían llegado junto a otro participante de su territorio, el de tamaño descomunal del que no recordaba el nombre. Habían tres de Atland, entre ellos Urial Feer, al que habían catalogado como un problema  y cuatro de Arentia. Para total sorpresa de Maya, el grupo de Erano se hallaba completo. Lo que los dejaba a ellos como los últimos en llegar. De seguro el resto no tuvo que luchar contra un Wendigo.

El aterrizaje fue rápido, en menos de un parpadeo ya se encontraban a dos metros de distancia de los dioses y siendo asistidos por los mismos héroes que los habían llevado al bosque. Maya nunca pensó que se alegraría tanto de volver a ver el rostro de William como en esos momentos, estaba tentada de darle un abrazo pero sospechaba que a el héroe no le agradaría la idea. Sin embargo,  él también se veía bastante aliviado por su regreso.

—Me alegra saber que obedeciste mi orden, Megalone.

La esquina derecha de su labio tembló al tratar de reprimir la sonrisa que amenazaba con crecer en sus labios. Recordaba muy bien que William le había ordenado que sobreviviera antes de dejarla sola en el bosque y eso era lo que había hecho, aunque si era sincera no había vuelto a pensar en su orden hasta ese momento. 

—Te lo dije, puedo ser obediente.

Desmontó del lomo de Iskra con la misma rapidez que lo había ensillado antes, el animal se revolvió a su lado tratando de llamar su atención, pero ella estaba demasiado concentrada en el dragón a su lado y el cuerpo tendido sobre él: Tobías.  Sintió su espalda tensarse en el momento en que William siguió su mirada. No pasó por alto como el héroe apretaba la mandíbula y se aclaraba al menos dos tonos al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. 

El héroe avanzó hacia el cuerpo inerte del chico y cuando pareció que iba a tomarlo en brazos, Maya se sorprendió gritando en su dirección.

—¡No lo toques!

William dio un respingo al escucharla y el resto de participantes de su territorio se voltearon a verla. Zyan llegó en dos zancadas hasta ella, una sola mirada bastó para que él la entendiera. Ella no quería que nadie más toque el cuerpo de Tobías, se sentía responsable de él y aunque debería ser ella quien lo tomara, fue Zyan quien  con sutileza alejó al héroe del cuerpo y lo tomó en brazos. 

Los murmullos no demoraron en llegar, todo el lugar pareció ponerse en estado de alerta y el clamor antes alegre pasó a convertirse en un estado de angustia. Los demás participantes se inclinaban sobre sus pies o se abrían paso entre los entrenadores para poder ver mejor lo que ocurría. 

Anjana se volatizó  a su lado de repente y de no ser porque ya estaba en shock, hubiese podido gritar de la impresión. La hada estaba tan despampanante como la primera vez que Maya la vio. Su cabello caía en ondas de una cola de caballo y su cuerpo estaba cubierto por un vestido de seda brillante aguamarina que dejaba parte de sus costados y piernas al descubierto. Su rostro estaba tallado con un gesto entre molestia y dolor al ver el cuerpo de Tobías y por la manera en que sus dientes rechinaron, Maya sospechó que sabía qué era lo que lo había matado.

Para confirmar sus sospechas, Anjana le dedicó una larga mirada interrogante, podría estar preguntando cientos de cosas, pero ella creía que su pregunta recaía en sus anteriores encuentros con Etria y la deducción a la que había llegado antes con Zyan en el bosque. Maya era consciente de dónde y frente a quienes estaban así que se limitó a darle un simple  asentimiento de cabeza como respuesta, pero eso pareció suficiente para la hada. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.