Reino de héreoes y dragones

42. Un gran problema

La música siempre había sido uno de los placeres preferidos de Maya. Escuchar las notas musicales suponía para ella el mismo efecto que la magia; incluso bailar hacía que su cuerpo se embriagara de una sensación de paz, que la llevaba a pensar que se encontraba en su sitio preferido del bosque. Justo al lado del lago compartiendo con Ciry. Ese momento no fue la excepción. Aurora estaba sumergida en una melodía profunda en el piano y su corazón se arrugaba al reconocer en ella el anhelo y el dolor, pero al mismo tiempo estaba llena de esperanza. No supo en qué momento exacto empezó a cantar, pero sus labios se separaron y entonaron una canción en la que intentó poner en palabras todo lo que la princesa le hacía sentir con su melodía.

Aurora no dejó de tocar y aunque sentía su mirada, ella tampoco se detuvo, continúo cantando sobre el futuro, la desesperanza y el amor. El anhelo. En algún punto ya no hablaba de la princesa, estaba expresando lo que ella sentía. Sobre su futuro incierto, los secretos de María, sus sentimientos hacia Zyan y el temor a la pérdida de Theo. Estaba dividida en tantos sentimientos contradictorios que no sabía cómo sentirse al respecto, así que evitaba hacerlo. Se había propuesto concentrarse en descubrir qué era lo que estaban escondiendo los dioses y así dejar de lado el desastre en que se había convertido su vida.

Habían pasado dos semanas desde la primera prueba. Ya se habían llevado a cabo dos pruebas más y ella seguía estando en el torneo. Para su suerte la segunda prueba había sido más de astucia que de fuerza. Habilidad mental para resolver un problema. Había resultado tan sencillo que por un momento creyó estar cayendo en una trampa, pero no fue así. Por primera vez Ormon fue el primer territorio en ganar una prueba. Reagan se veía genuinamente orgulloso. La pobreza nos vuelve astutos, pensó al ver su expresión y casi quiso gritarle. 

En la tercera prueba no la tuvo tan fácil. Habían tenido que rescatar a un habitante de Atland, un niño para ser exactos, de una trampa hecha por los dioses de cada territorio, para luego llevarlo a cuestas hasta lo alto de una de las columnas del coliseo donde se alzaba una pequeña tarima. Por muy poco los tres participantes de Ormon consiguieron hacerlo. Ella agradeció todos los años de haber escalado junto a Theo. Esa semana, más específicamente el día de mañana se llevaba a cabo la cuarta prueba y sospechaba que no iba a resultar tan fácil.

El piano de Aurora quedó en silencio al mismo tiempo en que ella detuvo su canto. Después de la primera prueba y que Maya le repitiera lo sucedido a la princesa, esta se había comprometido más que nunca en averiguar qué sabía su padre sobre la criatura que estaba causando tantas muertes. Aunque no era más de un mes de haberse conocido, Maya realmente apreciaba a la chica. Se veía reflejada en ella de muchas maneras. Ella también quería más de la vida, también se sentía engañada y definitivamente también quería que su madre le hablara con la verdad. Por su parte ella había estado trabajando con Theo y Zyan en lo mismo. Aunque ninguno de los dos chicos parecía especialmente feliz de estar juntos, parecía que estaban progresando. 

— Creo que ya es la hora. — La voz de Aurora la hizo abrir los ojos para verla. 

La princesa le regaló una de sus sonrisas relucientes desde su lugar frente al piano y ella se la regreso al instante. Así de sencillo era congeniar con ella. Habían quedado en encontrarse en el establo de los dragones para hablar de lo que habían averiguado sin ojos u oídos curiosos a su alrededor. Ese era un lugar bastante sencillo al que entrar. Los guardias que lo custodiaban no hacían gran cosa por vigilarlo. Suponía que era porque no esperaban que hubiese nadie tan estúpido para entrar ahí. 

Con pesar se levantó del diván de gamuza en que había estado recostada y se colocó la túnica de terciopelo azul sobre el conjunto entero que estaba llevando. Dejó salir un suspiro resignado. Esperaba que en esta ocasión Theo y Zyan dejen de lanzarse miradas amenazantes entre ellos. Resultaba agotador ser la intermediaria. Además que ahora que Theo sabía lo que ocurría con Zyan, el aludido hacía todo lo posible por despertar la molestia en Theo.

— Iré primero, espera al menos cuatro minutos antes de salir.

Aurora le dio una sonrisa traviesa y elevó una ceja en una pregunta silenciosa en su dirección, Maya prefirió fingir demencia y sin decir más, salió de la habitación y se escabulló entre los anchos pasillos de piedra y mármol del palacio. Cada salón que pasaba era más opulento que el anterior. Las decoraciones bailaban frente a sus ojos tentándola a tomarlas. Bustos de mármol, esferas de oro pulido, espadas enchapadas en rubíes colgaban de las paredes. Una sola sería suficiente para escapar y empezar una nueva  vida en otro lugar. Sin embargo, Theo tenía razón, robar a los dioses sería un suicidio. Sacudiendo la tentación avanzó hasta llegar a la cocina real, donde entre doncellas, cocineros y ayudantes armaban un movido barullo que la hacía sentir de cierta  manera en el mercadillo de Oguen.

Esa sería la tercera vez que utilizaba aquella salida. La primera vez que la habían visto allí, les había dicho que quería un momento de tranquilidad y ellos le habían permitido salir. Sin embargo, le advirtieron que no debía demorar o podría meterlos en problemas. Ella sospechaba que el problema residía en estarla ayudando a ella en particular y no en dejar salir a un participante. 

No era un secreto para nadie que ella era considerada  persona no grata entre los dioses. Estaba bastante segura que nadie olvidaba su desastrosa intervención el día de la gala, en la que interrumpió al discurso de Tristán y lo dejó en ridículo frente a la audiencia y mucho menos el golpe que llegó a decorar su mejilla luego de su reunión con los dioses. Si, ella era definitivamente una persona no grata en ese palacio.




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