Las jaulas se encontraban a unos veinte metros de distancia de la entrada del servicio. Maya había aprendido de memoria el camino desde la primera vez que lo había encontrado. Cómo cada día los guardias se hallaban tendidos en sus puestos de control, lo suficiente distraídos entre ellos para no notar a la chica que se colaba dentro del establo de los dragones. Sus pies recorrieron solos el camino hasta llegar a la jaula de Iskra. El animal debió de haber sentido su presencia, porque sus gruñidos ansiosos llegaban a sus oídos antes de incluso dar la vuelta en el pasillo para poder llegar a su jaula. Iskra era tan impresionante como la primera vez que lo vio. Escamas blancas tornasol cubrían cada parte de su cuerpo. Los ojos como dos esferas azules y los enormes dientes que sobresalía de su boca lo hacían ver peligroso y hermoso a la vez. Tal como cada animal salvaje su belleza se encontraba dentro del peligro que este significaba.
El animal se agitó con su presencia y sobre su enorme cola las escamas se erizan y contraen mientras que con gruñidos la instaba a acercarse. No lo dudo ni un segundo. En tres pasos se encontró frente a la jaula acariciando el lomo de un ansioso dragón. El temor se había convertido en algo del pasado entre ellos. Ella sentía a Iskra como suyo, había sido así desde la primera vez que subió a su lomo en la prueba de selección. De sus labios empezó a salir un balbuceo de palabras mimosas que solo lo ponían más agitado, estaba por abrir la jaula cuando un carraspeo la hizo separar sus ojos de la criatura.
Zyan se hallaba recostado de la baranda de hierro de la jaula contigua, donde una dragona roja se estiraba perezosa en su interior. Sus ojos verdes la veían divertido y sus labios se estiraron en una sonrisa torcida al notar el rubor que empezaba a cubrir sus mejillas. Presionó un dedo sobre sus labios en lo que Maya supuso era un gesto para mantener la risa a raya. Se quiso golpear por no haberse fijado antes de su presencia. Al final esa fue una de las razones por las que llegó más temprano. Sintió su rostro calentarse mucho más con ese pensamiento, pero trató de ignorarlo. Estaba demasiado concentrada en la manera en que él se separaba de la jaula y empezaba a caminar en su dirección.
Hace dos semanas que las cosas entre ellos no habían hecho más que volverse intensas. Incluso luego que le explicara lo poco que sabía sobre el poder que había en su interior, Zyan no había mostrado ninguna señal de querer alejarse de ella, lo que llevaba a que sus encuentros fueran… intensos. Además, tal como se lo había prometido en la primera prueba, le había preguntado por su familia y su vida en Ormon. Fue así cómo se enteró que vivía con sus abuelos y hermana pequeña, pues sus padres habían muerto hace mucho. Ella no preguntó cómo y él tampoco lo dijo. Fue entonces que ella le contó de María y su vida en Oguen, lo que hacía para sobrevivir. Tampoco ahí la había juzgado.
En el momento en que Zyan se detuvo frente a ella estaban tan cerca que las puntas de sus zapatos se rozaban. Él inclinó su rostro hacia abajo hasta dejarlo a centímetros del suyo, la sonrisa torcida continuaba en sus labios y cuando ella elevó un poco más la mirada se topó con sus ojos verdes y risueños viéndola con fijeza. Sintió el cuerpo temblar cuando con dos dedos, Zyan elevó su mentón y cubrió sus labios con sus suyos.
El contacto se había vuelto tan familiar que no demoró en seguir el ritmo de sus labios. Nunca había besado a un hombre antes, y desde que llegó al torneo se había pasado las últimas dos semanas haciéndolo.
Los labios de Zyan se movían con maestría sobre los suyos, despertando su cuerpo y cubriéndolo con una calidez que no había conocido antes. Sus labios eran suaves y se movían de tal manera que la hacían estremecer. Sus manos fueron bajando desde su rostro hasta sostenerla de la espalda dejando un rastro de fuego en cada lugar que la tocaba. Para el momento en que él rozó su labio inferior con su lengua, sintió que iba a desfallecer. Fue como si las sensaciones se mezclaran e intensificaran en cada parte de su cuerpo. Sintió un pequeño gemido escapar de sus labios y podría jurar que su temperatura estaba subiendo.
Muy a su pesar se separó, y tomó un profundo respiro para compensar la falta de aire en sus pulmones. Se alegró al notar que ella no era la única afectada. Zyan tenía los labios hinchados y las mejillas sonrojadas. Su respiración parecía tan alterada como la de ella. Aún así se las arregló para darle una sonrisa atrevida antes de presionar nuevamente sus labios contra los suyos en un beso corto.
— Te ves hermosa cuando te sonrojas.— La voz de Zyan estaba más grave de lo normal y sus ojos brillaban incluso bajo el sol de la mañana.
Quiso encontrar algo inteligente para decir, tal vez solo darle un bufido para desarmar lo cursi de su comentario, pero muy a su pesar se encontró esbozando una sonrisa bobalicona en su dirección, estaba a punto de besarlo nuevamente cuando él, siendo como era, se encargó de arruinar el momento.
—Y te ves todavía más hermosa cuando haces sonidos infantiles para Iskra. Estoy celoso de toda la atención que le das al dragón.
Zyan hizo un puchero ridículo con sus labios y ella esa vez sí bufó. Alto y claro dejó salir un bufido al mismo tiempo que ponía los ojos en blanco y la risa de Zyan llenaba los establos.
— Serás idiota.—La sonrisa y los labios hinchados quitaban cualquier seriedad en sus palabras.
Parecía que él estaba por decir algo más cuando los dragones a su alrededor empezaron a alterarse y el sonido de pisadas se hizo más claro. Habían descuidado por completo su entorno, si los guardias llegaban a descubrirlos ahí se verían metidos en buen lío. Iban a buscar un lugar donde ocultarse cuando la risa suave y musical de Aurora llegó hasta ellos y lo próximo que vieron fue a la princesa aparecer frente a ellos junto a Theo, quien estaba esbozando una linda sonrisa en su dirección. Sonrisa que se borró de sus labios al notar al chico a su lado. Maya pudo gritar de frustración.