Reino de héreoes y dragones

44. El secreto de los dioses

La sensación de vacío se extendió lo que dura un parpadeo y aún así el vértigo continuaba presente en su cuerpo para el momento en que aparecieron en medio de su habitación. Maya no tenía ni idea de qué era lo que había hecho Anjana para llevarlos hasta allí, pero sentía que todo a su alrededor estaba dando vueltas. Frente a ella Zyan y Theo tenían el rostro verde y lánguido, parecía que estaban a punto de vomitar. La única que no parecía afectada por lo sucedido era Aurora, aunque sí se veía algo fatigada. Como pudo llevó la mirada hasta la hada y se sorprendió al encontrarla con  los ojos puestos en ella. Había algo en la forma en que Anjana la veía que no le gustaba. Era como si la estuviese viendo por primera vez y lo que sea que hubiese encontrado significaba un reto o un enigma para ella.

La hada siempre le había parecido hermosa, sin embargo, también había algo más. Era como si de alguna manera se sintiera vinculada a la inmortal de alguna forma, cosa que era por demás absurdo. Puede que ella fuese una medio mestiza, ya que ni siquiera podría considerarse una mestiza completa, pero aun así su parte mágica vendría de los elfos, no de las hadas. Entonces ¿qué era lo que tenía Anjana que llamaba tanto su atención? Tal vez todo se deba a la impresión que le causaba el parecido de sus ojos. En sus dieciocho años, ella nunca había conocido a alguien con sus mismos ojos. Si había visto seres mágicos con ojos de distinto color, pero nunca iguales a los suyos y los del hada eran exactos. Aparte de eso estaba el detalle de que había reducido a cenizas a tres horrendas criaturas en menos de cinco segundos. 

A su lado Zyan corrió directo al baño y el sonido de las arcadas llenó la habitación. Theo consiguió reponerse y tomó asiento frente al escritorio, parecía estar recobrando de a poco el color en su rostro. La sorpresa estuvo en Aurora quien de repente pareció perder la fuerza y estuvo a punto de estamparse contra el suelo si no hubiese sido por los reflejos de la hada que la sostuvo de las axilas y la llevó hasta la cama. La princesa se veía pálida y sudorosa. Maya estaba segura que hace unos segundos no se encontraba así.

—¿Qué está mal? — Maya se arrodilló en frente de Aurora y llevó el dorso de la mano a su frente perlada en sudor. Hervía en fiebre.

De un empujón Anjana reemplazó a Maya y tomó el rostro de la chica entre sus manos bajando su rostro hasta el suyo. La princesa parecía estar murmurando algo entre dientes y Maya tuvo que acercarse mucho más para poder entender lo que decía.

— La oscuridad… sol…me afecta.

Nada de eso tenía sentido para Maya, a sus oídos no eran más que palabras sueltas escapando de sus labios y empezó a preocuparle que la chica estuviera desvariando. Sin embargo, cuando la hada se separó no parecía ni un poco alterada por el estado en que la princesa se encontraba. Con absoluta calma la recostó sobre la cama y obligó a sus párpados a cerrarse. Ella no estaba segura de si dormir en ese estado sería lo adecuado, pero después de haberla visto pulverizar a esas bestias no pensaba decirlo.

—¿Qué le sucede? — optó por preguntar, con la mirada fija en la ahora durmiente princesa.

En ese preciso momento Zyan salió del baño llevando el rostro lavado y con algo más de color. Le dedicó una sonrisa tímida antes de caminar hacia ella y lanzar una mirada resentida al hada. El chico frunció el ceño al escuchar la risa baja de Theo, quien le estaba dando una mirada burlona desde el escritorio. Ella esperaba que no decidieran empezar una discusión en ese momento porque su mente no lo soportaría. Anjana ignoró de manera espléndida a los dos chicos y volvió a centrar sus ojos en ella.

— La oscuridad drenó su poder — contestó Anjana a su pregunta — Su poder se alimenta del sol mismo. De la luz. Al luchar bajo la oscuridad debe sacar el poder de ella misma. Hay que ser muy poderoso para resistirlo. A su amiga le falta experiencia y entrenamiento, pero lo ha hecho bien.

Maya paseó la mirada de la chica tendida en la cama, a la hada frente a ella y no pasó por alto la manera en que esta última se refirió como "su amiga", a la princesa. Cómo si ella no la reconociera como nada. Sin embargo, decidió reservarse también esas observaciones. Anjana no parecía muy renuente a la charla. En especial mientras la seguía viendo de esa manera tan…. Peculiar.

—¿Pero ella estará bien? — la pregunta vino de Theo. Tenía el rostro arrugado en una mueca preocupada.

Anjana dejó salir el aire de manera teatral y fue paseando sus ojos por cada uno de ellos hasta acabar en Theo. La hada le dió un repaso de pies a cabeza a su amigo y por increíble que parezca las orejas del chico se pusieron coloradas ante la atención de la mujer.

— Lo estará. Solo necesita descansar. — Theo pareció que iba a preguntar algo más, pero la mano extendida de la hada frente a su rostro lo hizo callar — Nosotros en cambio tenemos mucho por hablar antes que los entrenamientos de la mañana den inicio.

Maya había olvidado por completo los entrenamientos. Miró hacía el reloj que reposaba en su pared y se sorprendió cuando vio allí que casi eran las ocho de la mañana, había estado con Aurora a eso de las cinco, justo al amanecer. No se dió cuenta de lo rápido que había pasado el tiempo. Sin embargo, Anjana llevaba razón, habían muchas cosas que debían ser habladas y esa vez quería la verdad.

—Estoy de acuerdo, tal vez podrías empezar por decirnos qué eran esas criaturas y cómo has podido matarlas tan fácilmente. — Tal vez no debió haber empleado un tono tan amargo al decir lo siguiente, pero su paciencia estaba llegando al límite. — Y agradecería mucho si lo dices sin acertijos.




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