El entrenamiento de esa mañana estaba teñido de un aire festivo, se notaba a leguas que todos estaban ansiosos por la celebración del solsticio de verano. Pero su humor no podía igualarse al del resto. Theo no estaba, su madre no estaba. Iba a pasar este solsticio no sólo lejos de casa, sino también lejos de las personas que amaba. Eso tenía su animo más negro que de costumbre y como si fuera poco llevaba todo el día teniendo estallidos de poder que no podía controlar.
Su piel se calentaba como si estuviese bajo ardientes llamas y el viento a su alrededor se revolvía ansioso igual que sus pensamientos. Zyan, benditos sean los dioses, se encargaba de aplacar cada uno de estos arrebatos. Al parecer, Anjana no mentía cuando dijo que sus poderes se iban a intensificar en este día. Sin embargo, el entrenamiento servía. Dejaba salir un poco la frustración que estaba sintiendo en esos momentos. Frente a ella, Zyan esquivaba cada una de sus estocadas, manteniendo su espada en ristre lista para encontrarse con la suya. Llevaban al menos cuarenta minutos yendo y viendo dentro del círculo de entrenamiento cuando una voz masculina y conocida los interrumpió.
—Sería bueno que entrenes con alguien a quién no le conozcas todos sus movimientos — Brice estaba viendo de ella a Zyan. Y aunque su expresión no era amigable tampoco era hostil. Solo era… Brice.
Maya no sabía cómo debía tomarse aquello. Era obvio que había un toque de malicia detrás de sus palabras, pero también era cierto que estaba empezando a predecir los movimientos de Zyan y que, en este día en particular, su cuerpo parecía estar produciendo más energía que de costumbre. Se sentía tan fresca como una lechuga, como si el entrenamiento sólo llevara minutos de haber iniciado.
Dio una mirada a donde Zyan se encontraba a su lado. El chico parecía que estaba a punto de dar su negativa, pero ella se le adelantó. Bajó su propia espada y encogiéndose de hombros aceptó la sugerencia de Brice.
—Supongo que eso estaría bien.
La cabeza de Zyan bien podría haberse despegado de su cuello cuando se giró para verla. Ella sólo le dio un guiño y volvió a encarar a Brice que miraba la escena divertido. Aún receloso de dejarla sola, Zyan salió del círculo de entrenamiento y el rubio rapado ocupó su lugar. Una sonrisa petulante devoraba ahora sus labios.
—Veamos de qué esta hecha tu especie. —y sin decir más se lanzó contra ella.
Los movimientos de Brice estaban lejos de ser como los de Zyan, donde su amigo era certero pero cuidadoso, Brice era certero y contundente. No tenía contemplaciones. No había ventajas y por supuesto no tenía consideración. Por alguna razón eso le agradó. El hecho de que él la viera como una igual, una oponente lo suficientemente fuerte para querer enfrentarla la hizo atacar con renovado entusiasmo.
Un grupo de participantes se habían agrupado a su alrededor para verlos. Pero ella estaba tan concentrada en el joven frente a ella que no les dedicó una sola mirada. Derecha, izquierda. Ataque, ataque, ataque. Esquiva. Aunque no le había causado gran daño, su defensiva estaba siendo lo suficiente buena para que él tampoco pudiera alcanzarla.
Su cuerpo seguía vibrando con energía cuando se escuchó el silbato de los entrenadores y tuvo, muy a su pesar, que obligarse a detenerse. Anjana tenía los ojos fijos sobre ella, un brillo salvaje se encendía en su mirada.
—El entrenamiento ha terminado, pasen al comedor y luego alistense pasta el Lithia.
Maya intentó relajar su cuerpo mientras salía del círculo de entrenamiento, se disponía a dejar la espada en su lugar cuando Brice caminó a su lado. La mirada al frente y una sonrisa minúscula en su rostro. Cuando ella estaba a punto de girarse hacia dónde Zyan estaba, la voz de Brice la detuvo por un segundo.
—Eres buena para ser una mujer, pero aún te falta entrenamiento para tratarse de una mestiza. — y sin decir más salió de la habitación.
El almuerzo había pasado sin ningún problema. Zyan y ella se habían sentado en la parte más alejada de la mesa y habían estado especulando sobre las peculiaridades que iban a encontrarse durante el festejo, teniendo en cuenta lo que les gustaba despilfarrar a los dioses cualquier cosa se podía esperar. De un momento a otro se encontraron hablando sobre sus familias. Él le contó que sus padres habían muerto durante un incendio cuando él era solo un niño y que desde entonces sus abuelos paternos eran quienes se encargaron de él y su hermana, que en ese entonces era sólo una bebé. Ahora él les ayudaba en todo lo que podía, trabajaba en un bote pesquero, lo cual explicaba lo tostado de su piel.
Por su parte, Maya le habló un poco más de su madre y la madre de Theo. Le contó cómo se habían conocido siendo unos críos y la manera en que ambos llevaban comida a sus casas un poco más a detalle de lo que le había dicho antes. Zyan nunca la juzgó. Escuchó todo lo que ella tuvo para decir y se río de los momentos vergonzosos que pasó de niña. Incluso le habló sobre las cacatúas y le prometió que cuando todo aquello del torneo acabara y el tema de la oscuridad fuera resuelto, lo llevaría a su lugar especial en el bosque.
Para cuando el reloj marcó las tres de la tarde todos estaban regresando a sus habitaciones para alistarse. A las tres y media en punto, Aurora se presentó en su puerta esbozando una enorme sonrisa.
—¡Es hora de alistarnos! — El entusiasmo que mostraba la princesa era un poco perturbador a ojos de Maya.