Reino de héreoes y dragones

61. El comienzo del fin

Los gritos habían empezado a escucharse fuera de la celda. Maya podía sentir sus dientes castañear debido al frío que se había apoderado del ambiente y cómo sus ojos se esforzaban por conseguir enfocar algo dentro del pequeño espacio en que se encontraba. La tenue luz que entraba debajo de la puerta había desaparecido. Ella ya había vivido algo similar cuando fueron atacados en el establo, hace varias semanas. El mismo día en que Anjana le había contado la verdad sobre los dioses. Pero aunque la sensación era la misma, nada en la situación se parecía. En aquellos momentos era libre, Zyan no había muerto Theo y Aurora la acompañaban y ella tenía control sobre su poder.

—¿Qué demonios está pasando ahí afuera?— Brice estaba gritando del otro lado de la pared. Maya suponía que en otros momentos ella estaría haciendo lo mismo. 

—La oscuridad está aquí.

Maya estaba intentando ponerse en pie. Veía toda la situación como el momento perfecto para tener su venganza. Una calma fiera se había apoderado de su cuerpo. Sin embargo, era consciente que en el estado en que se encontraba no lograría hacer demasiado. Había conseguido mantenerse erguida sobre sus piernas cuando un impacto contra la puerta de su celda la hizo dar un traspié y aterrizar de lleno sobre el colchón en que había despertado. 

El golpe volvió a escucharse, esa vez con mayor intensidad,  tanto en su puerta como en la de Brice. Un gruñido bajo y una luz arrolladora se apoderaron del espacio, segundos antes de que su puerta fuera sacada del marco y la imagen de Anjana apareciera frente a sus ojos.

La hada estaba vestida para la batalla. Toda su postura denotaba peligro y cuando sus ojos se encontraron, Maya vio la resolución en la mirada de la hembra.

—Levántate. Voy a sacarte de aquí.

Maya quería estar enojada con la hada. Deseaba con todas sus fuerzas sentir hacia la hembra el mismo desprecio que estaba sintiendo hacia los dioses y Etria, pero no podía. Dentro de todo el desastre, había sido Anjana la única que le había dado algo de luz en el camino. Ella le había contado cosas que nadie más se había atrevido, y aunque sabía que aún guardaba muchos secretos que la involucraban, era, en esos momentos, la única persona en que se atrevía a confiar.

—¡Maya! ¿Qué demonios está pasando?

Anjana giró el rostro de inmediato hacia el lugar de donde provenía la voz de su compañero de celda y todo su cuerpo adquirió una postura de ataque. Maya, colocandose nuevamente en pie, empezó a caminar hacía la salida.

—Tenemos que liberar a Brice.

En menos de un minuto la puerta de la celda de Brice fue arrancada de los goznes y el rubio luciendo su natural ceño fruncido salió por el portal. Él al igual que ella, tenía los ojos fijos en los cuerpos que estaban tendidos a lo largo del calabozo. La mayoría eran prisioneros. Todos se encontraban diseccionados. Maya sintió como un escalofrío le subió por la espalda al recordar el cuerpo de Zyan. Ella no podía dejar de mirar a donde los cadáveres estaban.

—Apresurense, debemos salir de aq…

Anjana no pudo terminar de hablar, porque una ola de poder la lanzó por los aires haciendo que se estrellara contra la pared más cercana. Al mismo tiempo cuatro sombras aparecieron desde el inicio de los calabozos serpenteando hacía donde ellos estaban. 

Maya volvió a intentar convocar su poder y, en esa ocasión, pudo sentir como una chispa se encendía en su interior y se apagaba al instante.

A sus espaldas escuchaba a la hada gruñir mientras se ponía en pie y respondía el ataque de las sombras con su propio poder. Brice había tomado una de las espadas de los guardias caídos y se encontraba en posición defensiva. La única que parecía incapaz de coordinar su cuerpo era ella. Estaba demasiado dolorida para pararse erguida. Entonces lo sintió. Antes de mirar ya sabía lo que se iba a encontrar frente a sus ojos. 

Muy lentamente, Maya se atrevió a elevar el rostro y ver de frente a Kieran adentrándose en los calabozos. La capa negra ondeando a sus espaldas. La ropa de combate del mismo color adhiriéndose a su cuerpo; cuando el dios fijó sus ojos color plomo en las figuras oscuras todo en su rostro se oscureció, algo muy parecido al humo salió de sus manos y un segundo después no había más que aire en el espacio donde antes habían estado las criaturas. 

Maya sintió como la carne se le puso de gallina al presenciar el poder que el dios emanaba y cuándo él la miró pudo haberse dejado caer de no ser porque Anjana apareció a su lado.

Kieran no podía despegar la mirada de la mestiza. La chica ya no se notaba tan delgada ni pequeña como la primera vez que la había visto, pero seguía siendo una niña. Una que en esos momentos estaba herida. Él aún no entendía qué era lo que ella significaba en todo lo que estaba pasando, pero estaba seguro que jugaba un papel importante. 

Hace unos momentos mientras cazaba a las criaturas de oscuridad, se dio cuenta que estas no tenían intención de volver a atacar. No habían hecho un solo amago de lastimarlos, se habían limitado a escurrirse lejos del palacio, haciendo que ellos se alejaran cada vez más del castillo yendo directo a la entrada del bosque, en lo que solo parecía ser una trampa o una distracción. Un presentimiento se formó en su cabeza y cuando Reagan frenó a su lado para ver con preocupación hacia el castillo, supo que no era el único que estaba sospechando. 




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