Los túneles estaban llenos de soldados que regresaban del exterior. Los gritos de lamento de cualquiera que haya sido la criatura capturada esa vez resonaban con fuerza en las paredes de piedra. El ejército estaba ansioso por ser liberado. Según le habían contado, llevaban demasiado tiempo esperando su momento, preparándose para cuando volvieran a tener de frente a los dioses y terminar lo que hace mil años había empezado.
Un arco de piedra se abrió frente a sus ojos y una criatura de oscuridad, torcida y demacrada, lo miraba desde el otro lado del umbral.
—Mi ssssseño lo essstá essperando.
Arrugando el gesto en una mueca de asco, cortó el espacio que los separaba hasta ingresar a una habitación que simulaba ser un salón de trono. Dos enormes asientos coronaban el centro de la misma y sobre estás estaba la criatura más grande y perturbadora que había visto jamás. Tenía la piel del mismo tono gris desgastado, pero donde los inferiores eran hueso este tenía músculo. Debía medir poco más de dos metros, con un agujero en lugar de boca y colmillos en lugar de dientes.
El dios de la oscuridad se parecía a nada que él haya visto antes.
Caminó hasta el centro del salón y se hincó en una rodilla antes de llevar su mirada hacía el dios frente a él.
— Mi dios, he venido tan pronto como he podido.
El ser de oscuridad tenía los brazos apoyados en el asiento y a su lado, en el trono contiguo, se hallaba la princesa. Una figura con curvas y colmillos que le sonreía con perversidad.
—¿Qué ha pasado con la mestiza?
El azote de poder lo sintió en cada poro de su cuerpo. La exigencia, disfrazada de pregunta, erizó cada vello de su piel y pudo sentir como la temperatura había descendido, incluso para alguien para él.
— Se la han llevado mi señor. No sabemos si fue el hada o alguno de los dioses, pero ya estoy investigando al respecto.
— Te dije que era importante. Te lo advertí y dijiste que lo tenías controlado,
Las manos le habían empezado a sudar. Capturar a la mestiza debió haber sido una tarea sencilla, en especial teniendo en cuenta que se encontraba encerrada en el calabozo. Pero las sombras nunca regresaron con ella y para cuando él llegó, ya no había rastro de la chica por ninguna parte.
— Lo sé mi Dios, pero parece que alguien sabe que la estamos cazando. La próxima vez no fallare. No lo voy a decepcionar.
El dios se limitó a recostarse en su asiento. Sus ojos como cuencas vacías fijos en él. A su lado la princesa dejó salir una risita cantarina que consiguió que un escalofrío le recorriera el cuerpo, antes de levantarse del trono junto a su padre y caminar en su dirección.
—No, Jack Ross, estamos seguros que no lo harás.—Entonces se lanzó contra él.
Intentó escapar aun cuando sabía que era imposible. Se lanzó con todas sus fuerzas hacia el marco de piedra de la entrada, solo para encontrar a la criatura huesuda de antes custodiando la misma. Una sonrisa satisfecha curvaba el agujero que llevaba por boca.
En menos de un segundo se encontró tendido en el suelo. La princesa posicionada arriba de su cuerpo lo miraba con deleite. Y en el momento en que esa boca llena de colmillos se posó sobre la suya, pudo sentir el momento exacto en que la vida abandonaba su cuerpo.