Año Caxacius, Mes de la Hoguera, día 28
10:10 horas
Dulce Annelisa:
Espero que no sea un gran abuso de mi parte y asustarte con esta carta, pero me he visto en la necesidad de hablar contigo.
No tengo idea de cómo funciona tu mente, un descubrimiento tan extraño que me maravilla, y haz logrado darle una nueva luz a la mía aunque sé que no eran tus intenciones. De igual manera seria muy feliz si accedieras a verme en el mismo lugar donde nos encontramos la primera vez.
Te necesito.
Sé que es mucho pedir y exijo confianza, pero mi corazón es quien dicta mis acciones, y esto es lo que me pide ahora.
Me pide acudir a ti, y yo solo ruego que alguien escuche mi ruego para que sea posible verte.
Tuyo,
Gallen.
Había tenido que leer la carta varias veces, confundida, antes de procesar realmente la carta, y entonces los nervios y el temor le azotaron con fuerza, su mirada fija en la elegante firma del príncipe.
¿Acaso le había seguido hasta su casa?
¿Se estaba burlando de ella y decidía torturarla?
Pero entonces miró un segundo papel, una segunda carta.
Era de Clayton.
Se disculpaba, diciendo que el príncipe le había pedido encontrarla y que, al parecer, desde su primer encuentro había conseguido despertar en Gallen su parte rebelde y audaz.
Podía adivinar que Clayton encontraba eso divertido.
Quería decirle que dejara de insinuar cosas. Ella no tenía nada que ver con las acciones del príncipe.
Tampoco le hacía falta señalar que Clayton era el único en quien Gallen confiaba para haberle pedido encontrarla, así que el príncipe de verdad tenía que estar necesitando algo.
Pero, con un gran suspiro de alivio, pensó en lo mucho que le alegraba que Clayton fuera el único amigo de Gallen. Aun cuando la molestia crecía en su interior.
Si hubiera sido un desconocido habría estado volviéndose loca con la carta.
El hecho de que alguien husmeara en su vida y le siguiera los pasos por puro capricho de un príncipe…
Cuando se lo contó a Bastian, su única reacción fue decirle que tenía una jodida flor en el trasero.
Ella no podía tomarlo tan a la ligera.
Por eso fue que, al entrar en la biblioteca ese día y acercarse a una de las mesas que rodeaban la gran esfera de los continentes, su rostro era una helada y calmada máscara, pero tal vez en sus ojos brillaba la molestia que bullía en su interior.
Al sentarse frente al príncipe, él inmediatamente pareció alarmado.
—¿Qué sucede? –preguntó Galle, arrastrando su asiento hacia atrás con algo parecido al miedo asomándose en su voz.
—¿A qué estás jugando? –preguntó ella de vuelta, su mirada fría sobre él, quien parecía genuinamente confundido a la vez que sorprendido por su actitud, sus ojos verdes muy abiertos.
—¿Qué es lo que en verdad quiere, Alteza? –repuso ella, sin dar tregua ni quitarle firmeza a su voz.
Ella había marcado claramente la línea entre ellos, esta vez, y él pareció entender a lo que se refería.
El príncipe se enderezó en su asiento, sin dejar de mirarla.
—Annelisa, sé que para obtener poder y posicionarnos por encima de otros recurrimos a artimañas, pero todas esas cosas quedan fuera una vez que entro en esta habitación. Pensé que antes lo había dejado claro –respondió Gallen, y ella alzó levemente una ceja, haciendo que él suspirara, inclinándose sobre la mesa-. Aquí solo soy una persona que desea desvincularse de su realidad, y no voy a hacerle daño a la única persona que conoce esta parte tan real de mí.
Ambos se miraron con fijeza, y ella escudriñó su rostro, considerando.
Palabras.
Palabras de Gallen. Una explicación convincente y aparentemente sincera.
Aun así, palabras.
Si veía los hechos…
Desde un principio Gallen había mostrado ser un muchacho encantador y con una malicia tan oculta que dudaba seriamente que existiera, y en definitiva tenía conocimiento de ese lugar secreto desde hace mucho tiempo. Así que, si hubiera deseado destruirlo, no estarían parados allí, rodeados de libros prohibidos.
Y si hubiera sido un egoísta que deseara mantener ese secreto únicamente para él, posiblemente ella hubiera dejado de ver la luz del sol desde el primer día.
Aún más importante, ¿qué conocía el príncipe de ella?
Más allá de su nombre y ahora el lugar donde vivía, absolutamente nada.
Objetivamente, ¿qué podría tener ella de interés para que el príncipe quisiera tomarse tal molestia e imponerse?
Según su carta, solo mostró interés en sus opiniones.
#7273 en Fantasía
#2813 en Joven Adulto
amor amistad dolor humor drama, romance accion suspenso drama, fantasia mitologa dioses
Editado: 13.06.2023