Reino de Sombras y Esmeraldas

Capítulo 23: Entre máscaras

 

Año Caxacius, Mes de las Letras, día 19

20:00 horas

La Plaza del Aire, una inmensa redoma bordeada de antiguos edificios. Una carretera de dos sentidos pavimentada y una fuente justo en el medio, el gran halcón resaltando en la superficie por encima de la multitud.

El lugar estaba casi irreconocible, con tanta actividad esa noche.

Los gritos de las personas, el traqueteo de los carruajes y los cascos de los caballos inundaban sus oídos. El halcón había sido bombardeado con serpentinas multicolores desde el pico, extendiéndolas hasta los faros de luz más cercanos y al resto que se dispersaban por toda la plaza.

Caminaba tomada del brazo de Asher, escuchando a las personas reírse a carcajadas y burlarse entre sí por sus vestimentas.

Pero todos iban vestidos igual de ridículos para la ocasión.

En el Festival del Arcoíris que se celebraba en Castatis todos los años, los ciudadanos sacaban a relucir sus ropas más despampanantes, llamativas y coloridas para reunirse en la Plaza del Aire para celebrar.

Era una noche para divertirse, portarse de la manera más ridícula posible y salir de la rutina, sacarse las máscaras de perfección.

En realidad, el origen de esa celebración era realmente ridículo y sin sentido. Pero la población de Castatis armaba alboroto con el mínimo de los motivos.

Parecía que con las risas, los colores llamativos y las luces se pudieran ocultar las sombras, las líneas de expresiones crueles en los rostros. Pero era solo una ilusión, un día para engañarse y liberarse al mismo tiempo.

Las sombras jamás desaparecían, solo se volvían menos visibles.

Podía vislumbrar detalles de las sombras, hilos cruzándose y entretejiéndose, volviéndose más oscuras en los nudos.

Figuras se formaban en las sombras, luego se ponían máscaras y trajes llamativos y brillantes y salían, fundiéndose en el bullicio y luces de la ciudad.

Para ella, que había crecido rodeada de esa oscuridad y que normalmente bailaba en sus huesos, encantándola y arrullándola, era fácil notar que esa noche los nudos estaban concentrados en un edificio al lado este de la plaza, cuya fachada parecía envejecida y poco llamativa pero que bullía de vida.

Al acercarse, notó que los carruajes de ese lado eran mucho más finos. Y las personas que rondaban la entrada iban vestidos con trajes adecuados para el Festival del Arcoíris, solo que la calidad de sus telas y confección era simplemente superior.

Saludaban a Asher cuando pasaban a su lado, y él la miró a los ojos con preocupación, una silenciosa pregunta.

Ella asintió con confianza.

<<No tienes que preocuparte, Ash>>, esperó que pudiera leer en su mirada.

Con un suspiro, Asher los condujo adentro del edificio, dejando atrás el bullicioso Festival del Arcoíris y adentrándose en otro tipo de bullicio, uno más selectivo y refinado.

Caminaron por un angosto pasillo, sorteando a algunas personas que se quedaron allí y conversaban… O no conversaban.

Al final del pasillo, un gran arco daba a un balcón en el interior del edificio, desde el cual una escalinata del mismo mármol que predominaba en todo el lugar, descendía hasta el amplio salón.

La música, proveniente de los músicos al final del salón, era agradable. Seducía sus oídos mientras observaba el mar multicolor que se extendía bajo ella, haciéndole querer unirse a las personas que bailaban en medio del salón y eliminar los nervios que tenía.

No era que fuera un día de especial importancia, solo iba de observadora. Nada del otro mundo.

Ya tenía los nombres de todos aquellos sentados alrededor de la mesa en la cual Sawlorn la había amenazado.

Era un grupo que se había formado a lo largo de los años en Castatis, pero el trío que le había llamado la atención eran los que más tiempo tenían de conocerse.

Brighsoth, Reid y su silencioso líder, Sawlorn.

Se movían con extrema cautela, evitando ser descubiertos en sus movidas. Pero, junto a Asher, ella y Bastian habían conectado todos los puntos y ahora sabían mucho más de todos ellos.

Eran astutos, pero sus pequeñas fugas les habían hecho caer en sus manos.

Caminar entre las sombras, bajo falsas identidades e intenciones, máscaras, para lograr estar en todos los lugares y en ninguno a la vez, era una cualidad adquirida por quienes eran obligados a apagar su luz.

Para ellos, apagar esa luz se volvió cuestión de vida o muerte y fueron adoptados por las sombras.

En el sentido literal y figurativo del concepto.

Tras chequear el lugar, miró a Asher, quien señaló al pie de las escaleras.

Allí estaban Bastian y Julian, conversando despreocupadamente; no habían notado que habían llegado.

—Vamos con ellos –dijo Asher en voz baja.

Ella alzó la cabeza, aun tomada de su brazo.

—Sí, vamos.




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