Año Caxacius, Mes de las Letras, día 25
15:20 horas
Un pesado cuerpo golpeó su hombro y ella se giró para mirar con el ceño fruncido al hombre encapuchado y fornido que había pasado a su lado, golpeándola y siguiendo de largo, perdiéndose entre la multitud del mercado.
—Qué pesado –murmuró ella con fastidio.
Al seguir caminando, con la mirada al frente, descubrió a su mellizo unos pasos más adelante, llamando su atención frente a un puesto de frutas.
Tuvo que maniobrar y convertirse en agua para llegar a Bastian, quien le entregó una manzana roja. Dulce y fresca.
Lo mejor que pudo haber hecho.
Había demasiada gente ese día.
Era casi imposible caminar entre las tiendas; debía evitar ser chocada, pisada y atropellada por las carretas de vez en cuando.
Resultaba sofocante, en realidad.
Por suerte, en el cielo surcaban nubes que evitaban que los intensos rayos del sol cayeran sobre ellos y terminaran el trabajo.
Ella y su mellizo siguieron caminando, comiendo sus manzanas.
Caminaban indiferentes al resto del mundo, dueños del espacio que los rodeaba a pesar de la multitud catastrófica. Pero estaban completamente alertas.
Estaban pasando demasiadas cosas como para permitirse bajar la guardia.
Cada vez que alguien se tropezaba con ella, recordaba los ojos sangrantes de las criaturas que habían intentado secuestrarla y que iban a por su hermano también; unido a esa situación llegaba el misterio de dos metros llamado Norian, el macho de cabello blanco, deslumbrantes ojos y pésimo carácter. Y, en consecuencia de Norian: los rebeldes y traficantes.
Agregando a todo el factor Julian, ella era, oficialmente, un manojo de nervios.
Resistió el impulso de alzar la mirada y buscar a Julian entre la multitud. Eso sería inútil.
Bastian se acercó a un puesto conocido y ella frunció el ceño, caminando tras él.
La tienda de Wolflynn estaba tal cual la recordaba: un agujero oscuro oculto entre dos tiendas mucho más grandes. Solo cuando te acercabas era que podías ver las afiladas y pulidas armas, expuestas en madera oscura, en las paredes, al fondo de la tienda, en el mostrador de la entrada.
No había nadie comprando, y tras el mostrador habían dos figuras masculinas.
El hombre mayor mostró un gesto exagerado de entusiasmo al mirarlos, mientras que el otro, mucho más joven, se apoyó despreocupadamente en el mostrador.
Wolflynn y su hijo –Will, supuso-, mostraban unas sonrisas radiantes.
<<Son prácticamente idénticos>>, pensó ella, detallándolos.
Notó la pesada mirada de Will sobre ella, sus ojos café brillando con picardía y una expresión de reconocimiento cruzando por el anguloso y bronceado rostro del muchacho.
Quiso gruñir por lo bajo justo cuando Bastian lo hizo audiblemente. Su hermano miraba con intensidad fiera a Will por unos segundos antes de convertir su gesto en una perfecta máscara de humor e ingenio despreocupado, dirigiéndose a Wolflynn.
La verdad, a ambos los subestimaban y sacaban conclusiones incorrectas cada vez.
La gente podía confundir Bastian como una persona completamente inofensiva, con sus trajes caros, hermoso rostro y habitual humor. Bromeando, despreocupado y desbordante de ingenio en las conversaciones.
La gente se acercaba a él por inercia, atraídos a su luz. Mientras que a ella la evitaban en la gran mayoría, que no tenía ninguna intención de atraer gente como su hermano sí disfrutaba hacer.
No veían más allá de sus rasgos exteriores, y prefería disfrutar ver desde lo lejos cómo su hermano envolvía a la gente en sus engaños.
Si se ganaban su lado malo, ya era demasiado tarde.
Mientras ella era carismática solo cuando era necesario, saliendo a fiestas y reuniéndose con gente, Bastian disfrutaba hacerlo.
Era cuando se permitía jugar y probar a la gente, retándolos a ir en su contra. A meter la pata con él.
Pensándolo bien, disfrutaba mucho salir con Bastian y jugar con él, aunque no era algo que fuera a decirle alguna vez. No necesitaba inflar su ego.
Desviando la mirada y luchando contra una sonrisa, miró también a Wolflynn.
—Gracias a los Dioses, por fin están aquí. Me alegra mucho –escuchó la sonora voz de Wolflynn en el interior de la tienda.
Bastian se burló.
—Realmente no sé cómo logras que la gente confíe en tí –dijo Bastian con un tinte desagradable en su voz, detalles que los otros ignoraron-. Supongo que la mejor cualidad de un embaucador es mentir.
Wolflynn se hizo el ofendido cuando estuvieron frente a él, y ella se quitó la capucha, ocultando una mueca de desagrado.
Bastian tenía razón, por las cosas que sabía del hombre.
Además, la sonrisa que les mostraba era de todo menos sincera.
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Editado: 13.06.2023