Reino de Sombras y Esmeraldas

Capítulo 28: Elíxires

 

Año Caxacius, Mes de las Letras, día 29

21:38 horas

Los cuerpos de las personas a su alrededor vibraban con una energía excitada que era contagiosa, pero él se mantuvo alejado, recostado en una columna a los costados del salón.

Tenía su mente en otro tema, atento a los rostros en la multitud, vigilando y buscando.

Se había vestido con uno de sus habituales trajes elegantes azul oscuro, prácticamente negro, y se cruzó de brazos mientras Nion, uno de sus compañeros del grupo rebelde, revoloteaba al otro lado de la habitación con una hermosa rubia colgada del brazo.

En diferentes momentos de la noche, más temprano, había escuchados susurros fuera de la fiesta. La gente había estado nerviosa cuando llegaron rumores de que en Fharin –una ciudad cercana a la frontera con la nación de hielo-, para desgracia de sus habitantes, había temblado.

El temblor había hecho un pequeño desastre con las casas de las zonas pobres de la ciudad, pero al menos no habían hablado de muertes. Y la gente en Castatis lo mencionaban porque temían que llegara un temblor más potente y lo que podía suceder con ellos.

Por una vez en la vida, los habitantes de esa ciudad mostraban algo de preocupación en lugar de mostrarse indiferentes. Por una vez, se detenían a pensar.

Pero, más allá de eso, los temblores seguían sucediendo y ellos seguían viviendo. No se detenía el tiempo nunca, y si la gente no moría por los temblores, cosa que no podía controlar, podía controlar a aquellos humanos que sí empuñaban armas.

Nion bebía directamente de la botella junto a Luther y la rubia, y le sorprendió ver a Luther –el serio Luther-, sonriendo y riendo tan libremente.

Supuso que el alcohol tenía ese efecto.

De todas maneras, ellos habían asegurado tener una gran tolerancia al alcohol, y que usaban sus apariencias para hacer mejor sus trabajos de vigilancia en esos casos, y podía ver que aun mientras se divertían, mantenían un ojo más allá, en los hombres sentados en la zona exclusiva de la sala, con sillones dispuestos en forma de círculo.

La verdad, no tenía una real necesidad de vigilarlos, pero mientras más los tuvieran seguros bajo sus narices, era mejor.

Por eso allí estaban, aunque los demás disfrutaban de la fiesta.

Incluso Annelisa lo hacía, quien había raptado a Julian de su casa y lo había arrastrado con ellos. Julian no se quejó ni un poco.

Felizmente había llegado a la fiesta tomando la mano de Annelisa, complaciéndola en todo, incluso cuando a su hermana le dio el repentino arranque de bailar entre la multitud.

Él se divirtió con la expresión torturada de Julian, pero fue de todas maneras. No porque no le gustara bailar.

De hecho, Julian bailaba solo con Annelisa desde que llegaron a Castatis, y bailaban a cada fiesta que iban. Solo lo suficiente para que no fuera un escándalo a la sociedad, aunque Annelisa siempre se quejaba de esa estupidez y él la apoyaba.

Incluso Asher la apoyaba, pero era mejor no insistir en el tema porque de igual manera no iban a cambiar nada. Así que Annelisa solo bailaba con Julian y con él.

Pero si conocía bien a su amigo, podía decir que lo que le angustiaba de allí era el ambiente.

La fiesta era desenfreno total. Bebidas se repartían a diestra y siniestra, al igual que la comida. Los cuerpos parecían multiplicarse, y los rostros enloquecidos de las personas seguramente asustarían a cualquier aristócrata.

Aunque reconoció a muchos de ellos entre la multitud.

Hipócritas de mierda.

Usaban ese ambiente para mezclarse y doblar un poco ese palo que tenían metido por el culo, aunque sea solo un poco. Un palo ficticio pero que mantenían allí para encajar.

Habían tenido el cuidado de no beber ni comer nada en esa fiesta, si las pupilas dilatadas y sobreexcitación de las personas a su alrededor era un indicio de que le ponían algo a lo que se consumía allí.

Incluso se preocupó un poco por Luther y Nion, pero seguían en pie.

Annelisa y Julian, bailando en medio de la gente.

Annelisa sonreía y reía, prácticamente resplandeciendo de una manera que sobresalía entre la multitud, y su corazón se calentó ante la visión, alegre de ver a su hermana así y deseando que siempre estuviera así.

No podía estar molesto con Julian cuando lograba hacer feliz a Annelisa. Aunque la felicidad de Annelisa siempre venía con una capa de melancolía y oscuridad que nunca lograba quitarse, pero era algo.

Su hermana y su mejor amigo parecían encerrados en su propia burbuja entre la multitud, ajenos al resto de las personas y únicamente conscientes el uno del otro.

La música cambió a algo mucho más calmado, y los ánimos de la gente se aplacaron. La música tenía un tono oscuro, lento y sensual, hablándole a sus huesos y calentando su piel.

Vio a Julian acercar a Annelisa hacia él por la cintura, hundiendo su cara en el cuello de ella, y él alejó su atención de ellos en un segundo.




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