Reino equivocado

Celebración

Kallias desprende una aura tan autoritaria cuando pasa justo al lado mío, mis piernas dejan de temblar cuando el voltea a verme de reojo. Como si el bajara todo su poder solo para mi, golpeo mis mejillas y volteo a ver a otro lado. «No deberías estar imaginando esas fantasías William».

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Empezó la fiesta de celebración, todas las hadas empezaban a conglomerarse en el gran salón. César mando a Alfred a comunicar que dejaríamos el lugar en un aproximado de media hora mientras el terminaba de firmar papeleo de nuestra asistencia. Tomo esto como una señal para poder explorar el lugar y sus rincones sin que me llamen la atención.

Permanezco en las esquinas del enorme lugar para no ser visto, pierdo la cuenta de cuantas hadas se me acercan para ofrecerme bebidas de lo mas llamativas pero, al olerlas son alcohol de lo mas puro, César me mataría si huele una pizca de eso en mi. Camino con tranquilidad viendo como disfruta cada hada oscura de la celebración, bailan hasta crear un circulo donde acorralan a Kallias que baila al mismo tiempo de la pegadiza canción que amenaza a mi cuerpo moverse.

Detengo mis pies cuando veo que estoy bailando con ellos sin darme cuenta, me muevo a una jardinera donde se encuentra una mesita de caoba con algunos postres de degustación: galletas con crema de vainilla y como si no fuera demasiado flores «Keynea» de decoración. Las favoritas de Kallias y las cuales están por todo el lugar.

Me meto varias galletas a la boca para aprovechar todo el tiempo que me queda legalmente en este lugar, me totalmente inmerso en los bocadillo, saboreándolos como puedo. Siento un escalofrío cuando mi nariz se inunda de una feromona posesiva que acompaña una mano pasa por mi cintura. Me detengo al escuchar una voz profunda en mi oído:

—¿Qué haces, bonito? —susurra aquella voz tan familiar.

¡Kallias! ¡Casi me da algo! —respondo un poco alterado.

—¿Tan guapo me veo? —responde con picardía mientras aprieta mas mi cintura.

—Kallias, dame espacio. Si alguien de mi reino te ve...

—Me lleva con esas chispitas, no me importan.

Kallias. —exijo y el gruñe quitando su mano de mi cintura a regañadientes.

—¿Cómo te la haz pasado en esta coronación? —pregunta el, con un tono curioso. Apoyándose en la mesita con esa mirada relajada.

—¡De maravilla! Me parece tan extraordinario el estar en otro reino y que este también sea el tuyo, tus hadas son de lo mas amables y algunos tienen hasta marcas como las una batalla, cabellos de los mas bonitos. ¡Y amo como te ves con esa corona!

—Sigue, me siento lleno mientras hablas. —susurra con cautela sin despegar sus ojos de mi. Me siento como una presa vigilada.

—¿Estas flores son las Keynea verdad? —señalo una que estaba en la jardinera.

—Exacto, mis favoritas. —añade observándome con sus mirada penetrante, su pupila vertical dilatada me hacia sentir que era el único que le regalaba su atención de manera tan atenta.

—¿Qué significan? Nunca me lo haz dicho.

—Significa «Un canto susurrado» el significado natural de este nombre es porque cuando te encuentras en un campo llenas de estas puedes escuchar un pequeño canto muy susurrado en tu oído literalmente, pero ¿quieres escuchar el significado mas romántico? —cuestiona Kallias acercándose demasiado a mi, niego con la cabeza apartándome y el lo entiende suspirando aunque siento sus feromonas más acidas de lo común.

Tiemblo cuando escucho mi nombre muy al fondo de la fiesta, reviso mi reloj y ya había pasado el tiempo estipulado, me pongo nervioso cuando no encuentro una excusa para explicar la presencia de Kallias junto a mi.

Respira, bonito. —susurra Kallias desapareciendo del lugar con su poder, haciéndome respirar. A veces olvido que el puede hacer eso.

Alfred me jala de golpe del brazo y me empuja hacia la salida mas cercana junto el paso acelerado de los demás.

—Recibí un gran regaño de nuestra alteza, por tu maldita culpa. —espetó el mientras me seguía arrastrando con fuerza.

—Lo lamento Alfred, no era mi intención solo tenia un poco de curiosidad... —susurro apenado.

—Y tu curiosidad me salió cara inútil.

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En unos minutos ya nos encontramos en el reino de la luz de nuevo, todos se fueron inmediatamente a sus casas para bañarse y deshacerse de esa ropa que llevaban. Para eliminar todo rastro de ese reino tan «mundano».

Yo no fui la excepción lamentablemente, me dirijo a mi pequeña alcoba, la cual se encuentra en el sótano del castillo, era el punto mas bajo del castillo y del reino en si, un pequeño cuarto donde antes se guardaban productos de aseo. En este tengo un pequeño puf remendado de retazos de tela donde duermo y una pequeña esquina que arregle para bañarme es un lugar super sencillo pero, era lo mas cercano a lo que puedo llamar «mío».

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Después de darme una ducha subo con mi escoba y trapeador para limpiar los pasillos, soy la única hada que hace el aseo en el castillo y aunque parece una labor demasiado cansada, disfruto hacerla, de alguna manera me hace sentir util.

Paso el trapeador por la cubeta y lo exprimo pasándolo por los largos pasillo del castillo, hay varias huellas que tengo que borrar rápidamente porque son de la tierra del reino oscuro. Paso la escoba mientras recuerdo toda mi conversación con Kallias, y ahora que lo recuerdo el tenia un olor parecido a las bebidas que me ofrecieron, quizá bebió un poco.

Observo el paisaje de los ventanales mientras me apoyo en el palo de la escoba, solo puedo sentir un deseo en mi corazón y es que el este disfrutando todo lo que pueda en el reino oscuro con su cálida gente. ¿Cómo se vera Kallias borracho? Dejo salir una risa cautelosa al imaginarlo ebrio.

Algo de mi desea y anhela estar junto a el y vivir ese tipo de experiencias sin limites, lo he visto quejarse, enojarse, reír, estresarse y algunas veces he escuchado algunos sollozos que quiere ocultar. Lo considero como mi niño, porque la mayor parte del tiempo lo visualizo así conmigo, a veces se comporta como un niño presuntuoso pero, aun así me dan ganas de llenarle el rostro de besos...y eso es lo que me da miedo, hay momentos que lo veo como un gran amigo y otras que lo quiero besar sin frenos.




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