William
La noche llega con rapidez a nuestro reino, pero una de nuestras peculiaridades es que nunca llega la luna como tal, así que tenemos luz las veinticuatro siete. Cada hada empieza a buscar sus recamaras y yo finjo lo mismo. Guardo mis productos de limpieza en el armario y me observo en un pequeño pedazo de espejo que tengo en mi habitación. Reviso mi cabello incontrolable y trato de limpiar al menos la suciedad de mi rostro, me emociona el solo pensar que quizá el ya este allí esperándome pero trato de negar con mi cabeza para que esos pensamientos se vayan. Acostumbro esperarlo dos noches a la semana pero el siempre esta ahí por casualidad. Es rara y contadas las ocasiones donde debo llamarle, pero hago uso de eso llamado solo cuando en realidad siento que si lo necesito porque me da mucha pena interrumpirlo.
Estiro mis alas blancas tratando de que se vean ordenadas y limpias para evitar que Kallias se preocupe como de costumbre. Veo la hora en mi pared y ya todos deben estar en cama así que salgo de mi alcoba dejando todo como si me encontrara haciendo un aseo nocturno. Subo las ruidosas escaleras de madera con agilidad hasta llegar al pasillo que lleva a la salida del castillo.
Me rodean enormes casas y arboles de lo mas blancos y dorados, trato de esconderme entre ellos para no ser visto de ninguna manera, me encojo cubriéndome con mis alas cuando escucho a unos guardias pasar por justo delante del árbol. Logro camuflarme bien haciendo que ellos se retiren sin ser descubierto, al menos agradezco que mis alas sean blancas y puedan cubrir mi tez morena. Sigo mi travesía hasta que logro llegar a la parte prohibida del reino: el bosque donde empieza el desbalance de la magia por los ríos que desembocan del lago del nacimiento. No es recomendable permanecer en estos bosques y frontera porque se encuentran criaturas mágicas de las cuales se desconocen sus orígenes, pero realmente llevo siglos caminando por estos bosques y nunca me e encontrado alguno o algo muy peligroso.
Las piedras empiezan a salir con mas regularidad hasta llegar a rocas mas enormes las cuales coloque para sentarme delante de ellas y tener un escondite mas seguro, extiendo un poco mis alas para darme impulso y lograr subir las grandes rocas. Levanto mi mirada y allí esta esa figura tranquila de Kallias, envuelto en sus propias alas y lo mejor de estas es que son tan enormes que son perfectamente una sabana térmica. ¿Qué se sentirá ser envuelto por ellas..? pienso por un segundo, ¡William! ¡que tonterías piensas!. Me reprendo internamente tratando de no hacer ruido para no despertarlo. Me siento en el suelo viéndolo con atención, su respiración bajando y subiendo con tanta tranquilidad, puedo ver con mas atención cada una de sus facciones, mandíbula afilada tal cual el filo de un cuchillo, tez grisácea pero casi blanca. Me envuelvo en mis propias alas para sentirme mas acompañado en este silencio donde solo se logra escuchar pequeños resoplidos de Kallias y el río pasar, un sonido relajante para mi mismo.
Kallias a los minutos logra abrir los ojos con dificultad, como si aun tratara de seguir durmiendo pero algo de el no lo deja.
—¿Quién anda ahí? —murmura el.
—Yo ¿Quién mas podría ser? —respondo y el se vuelve a sentar en el suelo. —Dormías muy a gusto ¿eh? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—No mucho, lo suficiente para lograr verte primero.
—¿Es una competencia para ver quien llega primero?
—Si eso te hace feliz, claramente lo es. —añade Kallias frotándose los ojos. Mientras yo trato de cubrir mi rostro con mis alas por la pena de las palabras que dice con tanta facilidad.
—Ya sabes que no me gusta que digas esas cosas. —vacilo con timidez.
—Y a mi me encanta verte así de tímido —responde el con un tono sugerente tanto que suelto un chillido por accidente.
—¡Kallias! —me quejo lanzándole una pequeña piedra pero este la atrapa con facilidad.
—Vuelve a decir mi nombre, me gusta como suena cuando tu lo dices —susurro con esa voz profunda que solo la saca cuando quiere darle mas importancia a sus palabras, pero esa fue la gota que derramo el vaso para mi, me puse tan rojo que eso me daba hasta mas vergüenza.
—¿Esto es entretenido para ti, Kallias?
—¿De que hablas? —pregunta el con un tono diferente.
—Dime ahora si lo que te divierte de pasar tiempo conmigo es molestarme de esa manera. Dices ese tipo de cosas y a veces mas subidas de tono como si fuera cualquier cosa. —respondo con un tono algo seguro, su rostro esta completamente distinto, como si le hubiera dicho una noticia de vida o muerte.
—William, no, esa nunca nunca fue mi intención.
—Pues si parece, es evidente porque hasta inclusive en la celebración, te acercaste de manera tan intima como si fuera cualquier cosa para ti. —añado cruzando mis brazos
—William...no... —añade el con un tono tan melancólico que me hace querer arrepentirme de lo que dije, pero es algo que me vengo guardando desde hace mucho tiempo pero no lo logro decir por miedo al como reaccionaria.
—Perdóname, estoy haciendo las cosas demasiado grandes... —respondo apenado, el suspira tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—No... —el suspira. —Solamente estas haciendo lo justo. Gracias a tu aclaración me di cuenta que si me he pasado, discúlpame. —contesta el viéndome con algo de tristeza.
—No te preocupes, somos buenos amigos después de todo, no dejaremos que algo como eso rompa una amistad tan larga. —aseguro sintiendo como una voz de mi interior me susurra «mientes». El solo asiente y nos quedamos en silencio por un buen rato.
El silencio me empezó a hacer sentir incomodo, siempre queriendo decir algo pero lo detengo porque no siento que sea buena idea comentarlo, puedo sentir inclusive hasta el aire tornarse asfixiante, puedo sentir cada latido de mi corazón y escalofríos repentinos que trato de ocultar porque mis alas me delatan al ponerse respingadas. Me levanto y mejor decido retirarme.