Reino equivocado

Llegué...

William

Despierto con dolor, hay sangre seca en el suelo proveniente de mi boca. Me trato de levantar pero las piernas me tiemblan tanto que me lo impiden. Necesito bajar al sótano y limpiar esta mancha antes de que llegue César o Alfred. Me arrastro hasta llegar al baño de la oficina, agarro mi camisa y logro romperla con facilidad por el tiempo de existencia de esta prenda, la mojo con el grifo y la lleno de un producto de limpieza que estaba justamente ahí. Me sigo arrastrando hasta llegar a la mancha y la limpio con dificultad. Incluso trato de escupir para limpiarla y sale después de varios intentos.

Guardo el trapo en el bolsillo de mi pantalón y dejo caer mi espalda en una de las columnas de la oficina. Todo me da vueltas, ese veneno es la porquería a la que más miedo le tengo. No he conocido dolor que se le asemeje.

Sigo tratando de levantarme, necesito llegar al menos al sótano, justo ahora es que único lugar donde me siento seguro y a salvo.
Me agarro de uno de los muebles hasta que logro levantarme con mucha dificultad. Me apoyo en las paredes y logro salir de la oficina, camino por los largos pasillos sintiendo como el estomago me da vueltas por todo el esfuerzo que estoy haciendo, desearía estar muerto y no sentir este dolor, deseo descansar una vez por todas.

Llegó hasta el pasillo que lleva al sótano pero un grito hace que se me erice la piel y casi pierda la única fuerza que me mantiene de pie.

—¡Tú! —grita Alfred. —Ven a limpiar mi cuarto, lleva horas desordenado pero parece que eres tan inútil que he tenido yo que llamarte para que lo vayas a hacer.
—Llego en unos minutos... —murmuro bajando las escaleras con dificultad. Agarro mis productos de aseo y los subo, sintiendo cada hematoma de mi cuerpo al rojo vivo por el esfuerzo de cargar la caja de productos.

-

Llego a la habitación de Alfred y toco la puerta, este me abre la puerta unos minutos después. En la punta de la habitación esta una de sus amantes. Suspiró cuando veo el desastre de la habitación. Alfred me empuja mientras yo doy un grito ahogado por el dolor. El llama a su chica y me dejan la habitación sola.

Dejo mi caja en una esquina de los sofás y empiezo a caminar lento hasta que llego a la cama, recojo las sabanas y fundas de la cama colocándolas en la cesta de ropa. Cargo la cesta soltando un gemido de dolor, así que la arrastro un poco hasta que llego al cuarto de lavado. Coloco a lavar las sabanas y recojo unas nuevas para ponerlas en la cama.

Llevo estas de nuevo a la habitación y las coloco como puedo, me doy un recorrido breve al baño y veo el espejo completamente sucio, trato de no hacerme ideas porque mezclar mi dolor con el asco ya es demasiado para mi. Lavo el espejo y el lavador hasta que queda completamente brillante. Me dejo caer en la tapa del retrete porque mi espalda no da más, llevo exigiéndome un buen rato pero debo seguir aseando como de costumbre. No es la primera vez que me dan una paliza como esta ¿no?.

-

Al cabo de unas horas el lugar queda limpio justo como debe permanecer. Recojo la caja y la basura y camino por el pasillo hasta que llego al sótano, boto la basura en los basureros de la esquina y dejo caer la caja en el suelo, me dejo caer de igual manera en este. Todo me duele terriblemente, y se que el cuerpo me dolerá más en un rato por quedarme así que quieto.

El techo del sótano es lo único que me mantiene despierto, trato de imaginar a Kallias en esta situación ¿Qué haría él si me viera aquí tirado? ¿Lanzaría uno de sus chistes? Me gustaría oír uno para olvidar lo malo de esto.

-

Unas pisadas más fuertes me despiertan de mi sueño, siento el cuerpo helado cuando escucho que bajan la escalera. Trato de ponerme en pie lo más rápido que puedo pero el abdomen no me deja, me duele tanto que siento que tengo bloques encima de el.

—Ya tuve suficiente de ti, pedazo de porquería. —grita César viéndome nuevamente con esos ojos, ahora si que no se que hice, y pido que solo me mate ahí mismo.
—¿Puedo...preguntar que sucedió, alteza? —susurro tratando de colocarme de rodillas.
—Te daré el justo beneficio de informarte antes de tu hora de muerte, imbécil.—susurra el a una altura que solo yo puedo escuchar. —Me preguntaba que era tanto lo que tu hacías en aquel sitio, y decidí ir a investigar el lugar por varios motivos pero en principal por ese. Y resulta que al otro lado de la frontera vi casualmente una manta con una cesta. Así que te pregunto William. ¿Tú ibas a visitar a alguien a esa frontera? —cuestiona el. Pienso en ello solo unos segundos, ya no tiene caso el seguir ocultando la verdad. Estoy tan harto que lo único que deseo es que me de una muerte rápida.
—Sí...lo hacía. —respondí sin vacilar. Sus mirada me lo dice todo, esta ansioso por matarme.—Lo unico que le ruego es que me regale una muerte rapida....
—¿y darte ese gusto? ¡No! He esperado este momento desde hace siglos, te prometo que disfrutare este momento a como de lugar. —responde el levantándome con su magia, hasta estar nuevamente frente a el. Tal cual la misma debilidad de un venado indefenso frente a su cazador.

Invoca aquel veneno en sus manos, tres botellas. El miedo me carcome las venas, trato de escapar, como si el dolor de mi cuerpo no existiera, pero no. El solo sonríe y abre las botellas vertiendo las tres en mi boca, cuando voy por la segunda la primera ya hace efecto. Trato de no tragar pero César me sostiene de tal manera de que ese veneno entre en mi sin importar si me ahogo en el intento. El veneno viaja por mi boca hasta llegar hasta lo mas profundo de mi estomago, como una bebida burbujeante haciendo espuma que derrite dentro de mi, lagrimas a montones salen de mis ojos cuando el me da la ultima. El veneno viaja hasta rincones que nunca había llegado, lo siento hasta en los huesos de mi pie, como si fuera un completo ácido.



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En el texto hay: mpreg, boyslove, hadas y fantasia

Editado: 05.10.2025

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