Reino equivocado

No me importa

William

Lo escuche “Traumatismos por envenenamiento severo” aunque bueno, eso ya lo sabía. Kallias se la a pasado cuidándome todo el tiempo que le es posible, algunas veces lo he escuchado sollozar y otras veces roncar como pocas veces lo he visto, todo me carcome cuando escucho esos ronquidos, desearía verlo y apreciar su rostro relajado pero no puedo. Solo ha pasado una semana, apenas ayer empecé a sentir el tacto de Kallias y por fin pude dar mis primeros pasos de nuevo.

Cuando llegué al castillo todo se escuchaba borroso, y lo único que supe cuando desperté fue que me habían operado de emergencia. Mas ahora que nunca siento como realmente algo me hace falta, mis alas, la conexión más cercana a mi hada no existe ya y durante todo este tiempo la he sentido apagada, como si hubiese muerto.

Incluso no puedo soltar feromonas y el doctor afirmó que debe estar conectado con el envenenamiento pero yo no lo creo, apenas antes podía soltar una pequeña ración de feromonas por mes y ahora simplemente no existe rastro de lo que algún día existió. Ser un hada recesiva no es más que desgracias. No tengo ciclo de calor y nunca podría concebir un hijo, si hubiese sabido que ese era mi destino hubiera preferido nacer beta. Hubiera encajado como un chico y nada más.

No creo que algún día vuelva a tener la oportunidad de conectar con mi hada interior. Nada más que un silencio en mi alma: un hada desterrada. Solo soy eso ahora, un hada sin camino a casa.

Escucho la puerta abrirse y trato de identificar los pasos, el doctor pronunció ayer que es solo cuestión de tiempo y paciencia para que vuelva a ver. Pero hasta entonces debía agilizar mi oído con el nuevo entorno.

Los pasos son pesados y por un segundo entró en pánico, el no ver mi alrededor me aterra.

— No he hecho nada, lo prometo — susurro con terror latente. Muevo mi cuerpo tratando de salir de la gran cama. Ese tipo de pisado lo conozco muy bien, me sobresalto cuando una mano se posa en mi hombro con delicadeza.

— William, soy yo, Kallias… — pronuncia el con un tono preocupado. Yo vuelvo a respirar y trato de volver a mi sitio pero él me ayuda, sentándome de nuevo en la cama.

— ¿Do - Dónde estabas? — titubeo mientras trato de poner mis manos en la sabana sin que me tiemblen por el profundo sentimiento.

— ¿Me extrañaste? — hizo una pausa que se escuchó como una risa cuando yo resoplo. — Estaba ayudando a fabricar un nuevo restaurante en el barrio bajo y sin duda alguna, ahora mi herramienta favorita es el martillo. Es increíble su funcionamiento.

Siempre aprovechaba lanzar una broma para agilizar el ambiente y lo peor es que la mayoría de veces lo lograba, él es muy terco para dejar de hacerlas y yo soy muy terco al negar que no me gustan y de hecho, me hacen falta cuando no las hace. Me duele recordar como le hablé y traté la última vez en la frontera pero, solo lo protejo de un imperfecto como yo. El es un hada dominante y merece tener un hada a su nivel, un hada que le permita seguir el linaje oscuro. No alguien como yo, porque si llegara a cometer ese error, estaría más que equivocado.

— ¿Te divertiste? — pregunto tratando de aniquilar el ambiente tenso.

— Mucho, ya sabes que amo romper cosas, bueno aunque repuse varios martillos pero ese no es el punto. El punto es ¿Cómo te sientes? — pude escuchar el ruido de la silla crujir, significaba que se estaba acomodando.

Odio cuando me pregunta eso, es como un tono lleno de preocupación que me enoja, me da rabia que siempre que necesito ayuda le tengo que llamar. Que detesto la idea de querer necesitarlo, no soy más que una carga en su vida, en este momento libre debería estar en una cita, coqueteando y quedando con personas. No cuidando de un ciego y dependiente como yo.

— Bien. — digo con rapidez y prosigo para no darle cabida para que le explique que significa “Bien”. — ¿Y cuanto tiempo libre tienes?

— Reo me ayudó y ya no tengo más compromisos por hoy. Así que tengo toda la tarde y noche libres. — añade el.

Suspiro y escondo mis manos nuevamente en la sabana, pasó la yema de mis dedos por cada costura de mi nueva bata, un tipo vestido pero con aberturas laterales, y bajo este tengo un pantalón que llega a mi rodilla. Kallias dijo que lo eligió para mi, dijo que se me ve lindo, aunque no lo creo.

— ¿Cuándo te irás? — añado sin levantar mi rostro de la sabana.

¿Irme? no entiendo lo que me preguntas.

— Me refiero a que salgas a tu reino porque tienes todo lo que queda del día libre, ve a disfrutar con tu gente o a hacer algo de lo que hacen por aquí. — digo tratando de encontrar las palabras adecuadas pero, el me gana interrumpiendo mis palabras.

— No me iré, no quiero salir.

— Bueno, yo si quiero que salgas.

— Y yo no quiero salir. — dice él, sin darme oportunidad de rematar sus negaciones.

— Sal a divertirte y te recuerdo que debes obedecerme porque soy mayor que tu, mocoso.

— Y yo no quiero salir porque quiero estar aquí, contigo. Y te recuerdo que aquí no hacemos eso de hacerle mucho caso a las edades. — refuta el.

Moriré un día por este tonto, un día realmente me dará algo por su terquedad. Rodeo mis ojos aunque quizá no se note mucho, y trato de poner un pie fuera de la cama.

— ¿A dónde vas? — Kallias me agarra los brazos impidiéndole a mis pies dar un paso hacia delante.

— Algún sitio donde no te pueda escuchar.

— William… — insiste él, como un perrito sollozando.

— Te dije que te fueras y no quieres hacerlo así que, yo lo haré.

— Ya te dije que yo quiero quedarme aquí, contigo. No quiero salir.

Gruño forcejeando su agarre y el aun no me suelta.

— Pues a mi no me importa, Kallias. — susurro levantando la mirada, no se si le veo directamente a sus ojos pero algo me dice que si lo hago. El me suelta después de que yo digo. Agarró el bastón que Kallias me acerca y sigo mi camino, tratando de ubicar la salida. El no dice nada, permanece en silencio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.