William
Me sobresalto al sentir unas manos recorrer mi espalda hasta detenerse en mi cintura, mi nariz se llena de un olor conocido que me tranquiliza y alerta de las mismas maneras. Esas feromonas de olor a chocolate me llenan las fosas nasales como si fuera una danza de atracción, quizá si tuviera una conexión con mi hada, esta hubiera caído rendida ante sus brazos pero no, no sucede, trato de moverme pero él mantiene el agarre con la terquedad habitual.
Coloca su nariz en mi cuello, para tratar de succionar cualquier pizca de olor pero yo se que no hay nada que oler, no existe nada de eso ya, ahora quizá realmente soy un beta pero lo único que no me lo confirma es que aun puedo sentir feromonas.
— No te vayas otra vez… — él hace una pausa para volver a succionar el imaginario aroma de mi cuello. — No puedo evitar ponerme ansioso, y más cuando me tratas con tanta frialdad… — suspiró y meneó mi cabeza.
Ahora que me detengo a pensarlo, caí completamente de redondo en la trampa de Yugo, me llevó derechito a la boca del lobo, aunque no se si realmente estamos en la habitación donde antes estaba, porque realmente huele a Kallias aquí dentro.
— ¿Dónde estamos? — pregunto tratando de zafarme de su agarre, pero es inútil como siempre.
— Mi habitación… debo agradecerle a Yugo más seguido, quizá le regalaré otra taza… — él vuelve a hacer otra pausa para aclarar su garganta. — Debes estar cansado ¿quieres ir a la cama?
— ¿Lo harás aun si te digo que no?
— Sí. — responde él con una risa y yo resoplo.
Toma mi cuerpo en brazos, una mano detrás de mis rodillas y la otra arriba en mis vendas de mi espalda, para no herirme. A veces pienso si hace esto pensándolo segundos antes o solo lo hace por impulso y no se da cuenta de este tipo de detalles, lo peor es que yo pienso que son detalles.
Coloca mi cuerpo en la cama con suavidad y me envuelve en mantas como si sufriera de algún tipo de hipotermia severa, el olor me llena cada órgano interno de mi cuerpo, las feromonas de Kallias en cada esquina de la cama, es literal que estamos en su habitación y quizá se pondrá como perro regañado de nuevo si le digo que me lleve a la habitación de invitados.
Y no es que mi cuerpo quiera rechazar el olor de Kallias, para nada es el caso. Es algo más que eso…su olor es una tentación, como el de una fruta prohibida a la que no debes prestarle tu cuerpo. Y es eso lo que evitó, no soy más que un amigo de Kallias y este tipo de trato y su esparcir de olores es como si quisiera marcar un territorio ajeno.
Su desesperación por tenerme a su lado, el que no importa lo que diga o proteste, el quiere permanecer a mi lado como un perro fiel a su dueño.
No importa cuanto lo ignore, ese pensamiento siempre vuelve a mi, como un vicio o un recordatorio insano, vive día y noche en mi mente como si de alguna manera yo podría tatuarme ese dato con fecha y nombre.
Parezco un niño pequeño, siendo extremadamente cuidado, no estoy acostumbrado a estos tratos, me asfixio siempre que Kallias quiere acercarme la comida a boca con una cuchara, o que el me pregunte cada diez minutos “¿Cómo te sientes?” o “¿Quieres que te ponga otra manta?” o “¿Tienes sed?” o “¿Estás aburrido?”. Las preguntas no se detienen, y eso me agobia siempre, el único momento en el que respiro es cuando él se va a hacer algo y me deja solo, pero no, hoy lo tengo el resto del día, quizá si duermo no me fastidie tanto.
— ¿Te sientes cómodo? ¿Quieres otra manta? — ya inicia.
— Sí, y no. — suspiro y busco su mano por alguna razón, él me la da sin pensarlo dos veces. — Vete.
Él suspira y puedo oler sus feromonas amargas, me mareo levemente y él lo nota, soltando mi mano.
— Lo entiendo, es mejor que me vaya. — hace una pausa. — Solo te pido que no salgas de aquí, es lo único que te pido. — insiste con casi un susurro, yo asiento y con rapidez escucho la puerta de la habitación abrirse y cerrarse con un delicado click.
No soy consciente si hay alguien dentro de la habitación, o si Kallias realmente me hizo caso o solo abro y cerro puerta para hacerme pensar que si. De igual forma no pienso desconfiar de él así que, trato de no incumplir a su petición. Sacó las sábanas de mi cuerpo para tratar de respirar, pero me sentí solo en segundos por primera vez desde que llegué aquí, el temblor no tarda en llegar a mis manos, busco instintivamente la sabana para perforar mi rostro en ella, la busco, la encuentro y la abrazó con fuerza, me aferro a ella como un bebe hada se aferra a su peluche. Necesito olerlo, necesito calmarme, necesito su voz susurrándome nuevamente que estoy bien y que estoy a salvo.
Me arrepiento en segundos de haberlo corrido, pero me niego a llamarlo, no quiero llamarlo. No quiero que se preocupe por mi, si logre sobrevivir siglos sin tenerlo a mi lado, puedo sobrevivir unas horas sin él, sin su presencia cerca de mi. Quizá me he mal acostumbrado a sus cuidados, que ahora soy realmente un dependiente de él, no puedo permitirlo. En cuanto mi vista regrese, desapareceré en el bosque, y Kallias no tendrá otra carga en su vida. Será libre para encontrar a quien realmente si le puede dar lo que merece.
Tengo demasiados problemas como para poder amar a alguien más, para poder apreciarlo con más cuidado y dedicación, no estoy acostumbrado a esos cuidados y atenciones tan cercanas. No estoy acostumbrado a tener esta ropa sobre mí, tan gruesa y al mismo tiempo tan delicada. Incluso el agua de la bañera, bueno incluso una bañera si soy especifico. Nada de esto tiene propiedad, recuerdo que los primeros días no podía acostumbrarse a dormir en una cama, no podía conseguirlo, ni siquiera estoy acostumbrado a ello, solo era mi pequeño “sofá” contra todo.
Kallias casi lloraba cuando le tuve que decir el porque, me abrazó como pudo para no tocarme la operación reciente. Esa fue de las pocas veces que he recibido un abrazo y sin lugar a dudas ese momento se tatuó en algún sitio de mi corazón.