Kallias
Algo de sus palabras no me convenció del todo, entonces procuro agarrar el bastón lo más rápido que puedo. Me detengo en el balcón de mi habitación y recojo el bastón que quedó justo en el armario.
Extiendo mis alas y regresó al sitio, fuerzo a mis alas ir mas rápido, quizá solo soy muy protector cuando se trata de William, pero, nunca creí tenerlo a mi lado y me culpo por todo lo que le ha pasado. Su cuerpo estaba lleno de heridas y marcas graves cuando lo traje aquí, aunque siempre ha sido así. Su bello cuerpo siempre se ve enredado en heridas innecesarias. Siempre que las veo quiero moverlas a mi, quiero cargar su dolor y su carga y por eso le guardo tanto espacio y respeto, no puedo comprenderlo como yo desearía.
No puedo olvidar el día que le rogué en lágrimas y de rodillas a madre, un hechizo para poder pasar el dolor de otro a sí mismo: “No existe” eso respondió.
Detengo mis alas y levanto mi mirada para encontrar a William, mi corazón se detiene cuando William no está frente a mi. No está donde lo deje minutos antes.
Mis manos tiemblan con ansiedad y desesperación, volteo hacia todos los lados posibles, algunas hadas se empiezan a acercar por inercia.
— ¡William! — anuncio un poco alto, con mi voz convirtiéndose en un hilo desesperado.
Las hadas se acercan, y yo no tardo ni dos segundos en dar órdenes cuando realmente no encuentro ni su olor cerca.
— Todos en grupos de búsqueda, el reino debe buscar a mi hada, Yugo no tardará en explicarles los detalles.
Todos sin pensarlo vuelan hacia el castillo para encontrar a Yugo, no tengo ni siquiera las ganas de dar órdenes pero, son necesarias para encontrarlo. No me importa si solo está a unos cuantos metros, no dejaré que le vuelva a pasar algo.
Emprendo vuelo hacia el bosque, ese fue el sitio del cual pregunto y lo conozco, pregunto por algo. Es el único lugar difícil de encontrar a una persona porque los árboles son frondosos y es un lugar lleno de oscuridad.
La ansiedad me come el alma, lo quiero a mi lado, quiero abrazarlo y fundir mi nariz en su cuello, robarle todo su olor solo para mi, quiero saber que está a salvo, que tiene todo lo que merece.
Las lágrimas y la ira me invaden pero, trato de mantenerlas a raya para no descontrolar mi poder. Nunca olvidaré el momento en el que dejó de respirar en mis brazos, pensé que nunca lo volvería a escuchar hablar, en ese momento era capaz de matar a Cesar, y me iban a importar una reverenda porquería las reglas de los reyes impuestas por madre.
Lo odio, lo aborrezco y deseo que sufra, que lamente cada segundo de su vida, quiero que llore y le ruegue a William piedad, la piedad que no le podré dar y no le quiero dar.
— ¡William! — repito con desesperación.
Mis alas resuenan en los aires, busco con atención y no veo ningún movimiento en el bosque. A lo lejos las hadas regresan del castillo, en busca de William. No importa donde esté, él volverá a mi lado, lo quiero, lo necesito a mi lado. Solo yo lo puedo proteger, solo yo lo puedo cuidar, solo yo lo puedo amar, solo yo lo puedo tener. Él pertenece a este reino, él debe estar a mi lado.
Ya han pasado unos minutos y aun no lo encuentro, se supone que es mi tierra, se supone que es mi reino, se supone que es mi terreno y aun así no encuentro a mi hada.
Mi hada interior no para de gritarme que lo encuentre, que es prioridad, que lo tengo que tener aquí, a mi lado. Mi lado dominante quiere romper mi afinidad con la tranquilidad que poseo, quiere hacerlo sin importar si descontrolo mi poder o no.
La niebla empieza a esparcirse por mis manos y trato de apagarla pero el pensamiento de mi hada interna me termina de convencer.
Llevo mi poder a una parte específica del bosque, donde no escucho a William. Mi magia consume en cenizas los árboles del sitio, me dejo caer en el lugar de los destrozos.
— Kallias… — me susurra esa voz conocida. Es esa cosa llamándome. ¿Por qué? ¿Por qué ahora? No me importa esa cosa en lo más mínimo, solo quiero encontrar a mi William en este momento.
Esa cosa sigue llamando con insistencia, cada vez desesperado. Percibo el olor de William después de un rato. Su olor a jazmín regresa a mis sentidos. Me adentro hacia aquel olor adictivo, este me lleva a un estanque donde encuentro su chamarra.
— Kallias… — Una mano se pasa por mi, llevo mi puño a ese lado para atacar pero no hay nada. Pero si puedo percibir que está aquí, está molestando, esa cosa sin duda quiere mi atención.
— ¡Sal! ¡Aparece! ¡Se que eres tú! — grito usando mi voz.
La mancha negra no tarda en aparecer, emerge de mi sombra y pasea su mano en mi espalda, regreso el golpe pero es inútil. Mi golpe se queda en el aire porque se disuelve y aparece delante de mí.
— Habla, sé que puedes hablar.
Solo se ríe, esa es su respuesta. Una risa que me endurece más.
— Mejor me iré, no sirve de nada hablar contigo.
Extiendo mis alas deseando irme de ahí, mi hada está cada vez más desesperada por William. Pero parece que la suerte no esta de mi lado porque esta cosa negra vuelve a rodearme en su bucle negro, tal como el de una prisión.
Y por primera vez me detuve a pensar con claridad, el poder de esta cosa es algo parecido al mío, y todos los detalles de sus apariciones y destrozos tienen el mismo caos.
No fuerzo ningún ataque, no es seguro volver a usar ese nivel de poder como la última vez, no cuando no se si William está cerca, permanezco tranquilo para tratar de salir a las buenas.
— ¿Eres una derivación del Imperium Umbrae, no es cierto? — murmuro tratando de encontrar una salida dentro de esta bola negra.
— No eres tan idiota, después de todo. — sisea esta cosa, con el mismo tono conocido.
— ¿Gracias por el insulto? Ahora, suéltame. Y la dejaremos por las buenas hoy.